Demonización de China

El Foro China-CELAC, que reunió a 33 países latinoamericanos y caribeños en Beijing, se llevó a cabo, en forma simultánea, con la Décima Conferencia de Seguridad Hemisférica, organizada por el Instituto Jack Gordon, de la Universidad Internacional de Florida. La máxima atracción de este último encuentro consistió en la disertación de apertura brindada por el almirante Alvin Holsey (foto), jefe del Comando Sur, quien fue presentado ante la audiencia como el “garante de la seguridad continental”. Como es de costumbre para los militares estadounidenses, sus palabras iniciales estuvieron orientadas a disciplinar a los presentes, advirtiendo que “nuestro deber es garantizar la seguridad de nuestras naciones, de nuestros pueblos, y también la estabilidad de nuestros socios en Latinoamérica y el Caribe”. Las traducciones simultáneas no detallaron quiénes fueron los responsables de autorizar al Comando Sur el rol que se atribuye de gendarme de la seguridad continental. No fue necesario, probablemente, porque el sentido común supremacista no requiere justificación alguna.

El Foro tuvo como lema la “construcción conjunta de una comunidad chino-latinoamericana-caribeña y la planificación común para el desarrollo”. Dicha horizontalidad fue evaluada en Miami como un desafío y, al mismo tiempo, como un signo de debilidad de Washington. Los dos encuentros exhibieron con claridad las estrategias diferenciales planteadas respecto a los países que componen la CELAC. Los temas abordados y las conclusiones difundidas ejemplifican, de manera dicotómica, los modelos civilizatorios que ofrecen y el tipo de instituciones que proponen diversificar. El Foro abordó la cooperación desde una perspectiva multipolar, reforzada por los anuncios de Xi Jinping, quien comprometió inversiones millonarias en infraestructura, becas para estudiantes, acuerdos de complementación científica y ofertas de capacitación tecnológica.

En forma antitética, en Miami se propuso una agenda reactiva basada en la peligrosidad de las inversiones chinas, la calamidad de las migraciones provenientes de Centroamérica y México –etiquetadas como las responsables del narcoterrorismo–, el riesgo creciente de la influencia rusa en la región, la amenaza de los proyectos soberanistas de Cuba, Nicaragua y Venezuela, y la necesidad de controlar el Atlántico Sur “ante la presencia de actores malignos extrahemisféricos.”

Para caracterizar la peligrosidad del contacto de los países integrantes de la CELAC con China, la canadiense Sylvia Cesaratto presentó en la Conferencia de Seguridad Hemisférica el índice de exposición a China, consistente en ponderar las diferentes dimensiones riesgosas de cooperación, vinculación y comercio con Beijing, cual si fuesen lazos contaminantes respecto a un poderoso virus geopolítico. El indicador presentado en Miami define como más vulnerables a aquellos Estados que se vinculan de forma incremental con el País del Centro, tal como denominan los chinos a su país. Entre las líneas priorizadas como peligrosas figuran factores como el comercio, la complementariedad empresaria, la incorporación de innovaciones, el intercambio de patentes, la Inversión Extranjera Directa (IED), la expansión de la tecnología 5G y los proyectos de infraestructura ligados a la Iniciativa de la Franja y la Ruta.

Para entorpecer el vínculo entre la CELAC y China, los analistas del Pentágono concibieron la doctrina de la ramificación, que Holsey explicitó en la apertura de la Conferencia Hemisférica: “Con sus proyectos de infraestructura, China está sentando las bases para potenciales oportunidades militares. Debemos estar atentos y asegurar el apoyo de nuestros socios en el futuro”. En este marco, cualquier acuerdo firmado con el País del Centro esconde una indudable intencionalidad bélica. “No es solo un tema comercial –añadió el almirante– es cibernético, estratégico y cultural. La influencia china se basa en aprovecharse de economías débiles…”

Pareciera ser que el cinismo engalanado atravesó las tertulias del Instituto Jack Gordon, haciendo caso omiso de las políticas desarrolladas por el Departamento de Estado, caracterizadas por prácticas injerencistas varias, intervenciones militares múltiples, bloqueos criminales, sanciones unilaterales, protección de oligarquías domésticas, sempiterna obstrucción a cualquier atisbo de integración latinoamericana, y sabotaje garantizado contra cualquier iniciativa conducente a la obtención de mayores niveles de autonomía económica, tecnológica o industrial.

Otro de los expositores fue el consultor Gerard Johnson, integrante de uno de los varios Fondos de Inversión presentes en la Conferencia. Su intervención profundizó en la hipótesis paranoica desplegada por el jefe del Comando Sur al señalar que “incluso los puentes y la infraestructura física –financiados por China– ofrecen oportunidades para recopilar datos de inteligencia de manera continua.” Tanto Holsey como Johnson admiten sin asumirlo que su doctrina de la ramificación no es otra cosa que una proyección: el mecanismo de defensa que el psicoanálisis describe como la atribución de propias prácticas de avasallamiento, endilgándoselas a China.

En síntesis, una demonización completa de las relaciones internacionales de China que debe ser doblegada mediante cuatro objetivos. Por un lado, boicotear el trayecto ascendente del país asiático para evitar que se convierta en la primera economía global, desplazando a Estados Unidos de ese lugar, después de un siglo. En segundo término, impedir que se transforme en un actor geopolítico central, capaz de formular nuevas alternativas de gobernanza global. En tercer lugar, impedir que el modelo de desarrollo exitoso, comandado por un Partido Comunista, influya en los sistemas políticos de otros países. Y, por último –pero quizás el eje más relevante para los países que integran la CELAC–, evitar que Beijing contribuya al desarrollo industrial de Latinoamérica y el Caribe mediante la IED o el intercambio de tecnologías potencialmente compartidas por el gigante asiático.

Para ahondar más en su demonización, varios de los expositores señalaron que los riesgos extrahemisféricos suponen incluso alianzas subrepticias entre los actores malignos y el crimen transnacional. Dicha acusación fue ejemplificada a partir de la supuesta provisión de fentanilo por parte de Beijing a los cárteles mexicanos. El principio de toda construcción de un enemigo requiere su etiquetamiento negativo para lograr, de forma posterior, su deshumanización. Una vez que está completada esta tarea, se puede aniquilar a su destinatario sin culpabilidad. Apelando, de ser necesario, a la burocratización aséptica que define la banalidad del mal. Un aforismo repetido en el País del Centro, atribuido a Confucio, expresa: “¿Me preguntas por qué compro arroz y flores? Compro arroz para vivir y flores para tener algo por lo que vivir”. Pareciera que los jerarcas de Occidente no han podido descifrar la última parte de la cita.

Cortesía de Página 12



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