Descubren una estructura idéntica al avión de Amelia Earhart a 5.000 metros de profundidad: era una roca y reaviva uno de los mayores misterios del siglo XX

En el universo de los grandes enigmas históricos, pocos poseen la fuerza narrativa y emocional del caso de Amelia Earhart. La aviadora, pionera del siglo XX y símbolo internacional de la emancipación femenina, desapareció en 1937 cuando trataba de convertirse en la primera mujer en dar la vuelta al mundo en avión. Desde entonces, su figura se ha mantenido entre la leyenda y la ciencia, alimentando teorías, investigaciones y obsesiones.

La más reciente de estas investigaciones cobró fuerza a principios de 2024, cuando la empresa estadounidense Deep Sea Vision anunció haber captado una misteriosa imagen sonar a más de 5.000 metros de profundidad, a unos 160 kilómetros de la isla Howland, el último punto previsto de aterrizaje de Earhart. La imagen, tenue pero evocadora, parecía mostrar la silueta inconfundible de un avión, y en cuestión de días dio la vuelta al mundo.

Durante meses, la esperanza volvió a encenderse. ¿Sería posible que, después de casi 90 años, el avión Lockheed 10-E Electra hubiera sido finalmente localizado en el lecho del Pacífico? Las coincidencias eran numerosas: la forma, la localización, la profundidad. Y la promesa de que una de las mayores incógnitas del siglo XX estaba a punto de resolverse se convirtió en titular internacional.

Pero la emoción se desvaneció con una nueva inmersión y una imagen de mayor resolución: lo que parecía un avión era, en realidad, una peculiar formación rocosa. Una broma cruel de la naturaleza que imitaba casi a la perfección la silueta del mítico aparato. La historia, sin embargo, no terminó allí.

El largo eco de una desaparición sin cuerpo

Desde que Amelia Earhart despegó con su navegante Fred Noonan el 2 de julio de 1937 desde Lae, en Papúa Nueva Guinea, su rastro se desvaneció sin dejar huella. Su destino era la remota isla Howland, donde se suponía que harían una parada técnica antes de continuar su travesía mundial. Pero ni los mensajes de radio ni las búsquedas posteriores lograron esclarecer su paradero. El gobierno de Estados Unidos desplegó una misión de rescate durante dos semanas que terminó siendo infructuosa. Desde entonces, las teorías han ido desde el accidente por falta de combustible hasta las conjeturas más fantasiosas: espionaje, cambio de identidad, captura por fuerzas enemigas.

Retrato de Amelia Earhart antes de su histórica desaparición
Retrato de Amelia Earhart antes de su histórica desaparición. Foto: Library of Congress 

A lo largo de las décadas, científicos, aventureros y empresas privadas han tratado de resolver el misterio. Uno de los nombres más persistentes es el del explorador David Jourdan y su compañía Nauticos, quienes también han realizado múltiples expediciones en busca del avión desaparecido. Tanto ellos como Deep Sea Vision han trabajado sobre un área concreta del Pacífico, considerada por muchos expertos como el lugar más probable del accidente.

En este contexto, el hallazgo de Deep Sea Vision no fue solo una novedad técnica. La imagen sonar, captada en enero por un vehículo submarino autónomo, mostraba una forma con una longitud y proporciones muy similares al Electra de Earhart. Parecía tener alas, estabilizador de cola y fuselaje. Era, sencillamente, demasiado parecido para ignorarlo.

Tecnología contra la geología: el arte de buscar bajo el océano

La emoción inicial se tradujo en cautela. La propia Deep Sea Vision se resistió a cantar victoria. Sabían, como les habían advertido algunos expertos en sonar de largo alcance, que este tipo de imágenes pueden ser engañosas. El fondo marino está plagado de formaciones rocosas que, bajo ciertas condiciones de luz y ángulo, pueden generar figuras reconocibles.

La segunda fase de la investigación consistió en regresar al lugar exacto de la anomalía con equipos de mayor precisión. A principios de noviembre, el vehículo submarino fue lanzado nuevamente para situarse a solo unos cientos de metros sobre el objetivo. Lo que antes era una figura ambigua ahora aparecía con una nitidez suficiente para disipar las dudas: no era un avión. Era una estructura rocosa, casi artística en su forma, que había logrado engañar al ojo humano y a la esperanza colectiva.

Lejos de ser un fracaso, el episodio ha servido para subrayar la dificultad de la búsqueda. La exploración del fondo oceánico profundo es una tarea colosal. Como explican los expertos, es como buscar una lente de contacto en un campo de fútbol a oscuras, con solo una linterna. La diferencia entre un objeto histórico y una piedra caprichosa puede depender de unos pocos píxeles.

Las imágenes de sonar captadas el 1 de noviembre revelaron que la estructura sospechosa era, en realidad, una formación rocosa desconocida
Las imágenes de sonar captadas el 1 de noviembre revelaron que la estructura sospechosa era, en realidad, una formación rocosa desconocida. Fuente: Deep Sea Vision

Un enigma que resiste al tiempo (y a la ciencia)

Tras el desencanto, Deep Sea Vision ha anunciado que no se rendirá. El proyecto, que ya ha explorado más de 19.000 kilómetros cuadrados de océano, continuará en busca de nuevos indicios, aunque no volverán al mismo lugar hasta 2026. La inversión, que supera los 11 millones de dólares, no solo es una empresa científica, sino también una odisea personal: su fundador, Tony Romeo, vendió sus intereses inmobiliarios para dedicarse a la búsqueda. Él, como tantos otros, está convencido de que el avión está ahí fuera, aguardando ser encontrado.

Mientras tanto, Nauticos y otros grupos siguen analizando nuevas áreas con datos de radio y otros métodos indirectos. A medida que la tecnología mejora, las posibilidades de encontrar el aparato aumentan, pero también lo hace la dificultad. La falta de restos convierte cada hallazgo prometedor en un rompecabezas donde la paciencia y la perseverancia lo son todo.

El caso de Amelia Earhart no solo es una historia de aviación, es también un relato sobre la persistencia humana ante lo desconocido. En una época donde parece que todo puede saberse con un clic, la desaparición de esta mujer sigue siendo un misterio que resiste. Y, paradójicamente, eso la mantiene viva en la memoria colectiva.

Al final, más allá de si el avión aparece o no, lo que permanece es el legado. Earhart fue una figura única, tanto por sus logros técnicos como por su carisma y valentía. Fue la primera mujer en cruzar el Atlántico como pasajera y luego en hacerlo sola como piloto. Luchó por los derechos de las mujeres, rompió barreras y construyó una imagen icónica.

El hallazgo de una roca con forma de avión no resuelve el enigma, pero lo renueva. Sirve como recordatorio de que hay historias que merecen ser buscadas una y otra vez, aunque el mar y el tiempo no quieran ceder sus secretos.

Cortesía de Muy Interesante



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