Desde Brasilia
Entre anuncios diplomáticos y presiones militares, Donald Trump sigue reforzando sus hostilidades contra Lula. El mandatario estadounidense tiene como jefe de operaciones en el terreno de combate al capitán retirado Jair Bolsonaro procesado, junto a otros 20 sospechosos, de orquestar un golpe de Estado.
En ese plan el titular de la Casa Blanca y su súbdito brasileño emplean técnicas enseñadas en los manuales de guerra híbrida para inviabilizar la gestión de Lula, la cual está a punto de cumplir dos años y medio. El objetivo último: allanar el camino para que la extrema derecha recupere el gobierno en los comicios del año próximo.
Según parece la vía insurreccional no es la primera opción de Trump, pero esa opción nunca fue descartada por completo entre los bolsonaristas intensos. Que los hay (no se sabe en que proporción) en las Fuerzas Armadas, policías estaduales y, por supuesto, grupos paramilitares actuantes en varios estados.
Secretario de Estado
Al retornar de una gira por Turquía y Medio Oriente, donde hubo discusiones sobre las guerras en Ucrania y Gaza, conflictos cruciales para Washington y la seguridad global, el secretario de Estado, Marco Rubio, se refirió a la situación en Brasil
En la actual coyuntura los cañones diplomáticos apuntan sobre el Supremo Tribunal Federal en pleno juicio contra los acusados de alzarse contra Lula el 8 de enero de 2023, cuando éste llevaba apenas siete días en el Palacio del Planalto. Ese día miles de bolsonaristas, guiados por comandos del Ejército, los “kid pretos” camuflados como civiles, devastaron en cuestión de horas los palacios de la Presidencia, el Congreso y el Supremo.
La otra pata de esa conjura contemplaba matar a Lula, el vicepresidente, Geraldo Alckmin y el juez Alexandre de Moraes, para establecer una dictadura de corte militar.
Bolsonaro autorizó avanzar con el plan de los magnicidios , indicó la investigación de la Policía Federal refrendada por la Procuraduría General de la República.
Juez Moraes
Cuando estaba al frente de la justicia electoral Moraes condenó a Bolsonaro por delitos cometidos en la campaña hacia la votación de 2022 y, dos años más tarde, asumió la instrucción del proceso contra los golpistas de 2023.
La designación en ese juicio histórico – el primero que sienta en el banquillo a un ex presidente y varios generales – convirtió a Moraes en uno de los blancos preferenciales de los odiadores derechistas. Sean estos brasileños o extranjeros.
Sanciones
“Es muy posible” que se apliquen sanciones contra Moraes, afirmó el secretario de Estado Rubio la semana pasada ante ante el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados de su país. Indiferente a las casi 900 páginas de evidencias, testimonios y documentos contra Bolsonaro sobre los que se sustenta el Supremo brasileño, el canciller trumpista demostró su intención de aplicar la Ley Magnitsky contra Moraes. La norma prevé sanciones contra extranjeros involucrados en delitos contra los derechos humanos.
Con esa misma predisposición hostil contra el gobierno Lula, pocos días antes de hablar en el Capitolio , Rubio había enviado a Brasilia, al jefe del área de sancione del Departamento de Estado, a fin de presionar a la Cancillería para que se alinee con las prioridades estratégica de la administración republicana. Y de no ser así que sea advertida de los castigos previstos.
Marco Rubio dejó abierta la posibilidad de aplicar la draconiana Ley Magnitsky al responder una pregunta del diputado, Cory Mills, que en esa misma audiencia habló de la “inminente prisión” de Bolsonaro por motivos “políticos”.
En la visión de Mills lo que ocurre en el Supremo se obedece a la “degradación” institucional en la que Brasil se habría hundido luego del retorno de la izquierda al gobierno.
Repudio del Planalto
Desde su despacho en el Palacio del Planalto, próximo a la oficina del presidente Lula, la ministra de Relaciones Institucionales, Gleisi Hoffmann, “repudió” el viernes los dichos de Rubio atribuyéndolos a una “conspiración” que cuenta con la participación de las “extremas derechas” de los dos países.
La ministra se manifestó en defensa da la soberanía de su país y del derecho a la toma de decisiones sin ceder al injerencismo extranjero. Palabras que merecen ser consideradas primero como la reacción ante un gesto del Departamento de Estado y luego en el contexto de los movimientos recientes de la diplomacia presidencial brasileña: tras las recientes visitas de Lula a China y Rusia, el gusto contrario al paladar de Trump.
Florida
Electo senador por Florida en 2010, Marco Rubio fue anfitrión de Jair Bolsonaro , cuando el entonces presidente viajaba frecuentemente a ese estado norteamericano, entre 2019 y 2022. Estado al cual Bolsonaro retornó en enero de 2023 y desde donde habría impartido directrices, junto a su edecán, un miembro de los temibles “kid pretos”, para la rebelión que intentó derrocar al recién llegado Lula.
Fue en Florida donde se estrechó el vínculo entre Rubio y el diputado Eduardo Bolsonaro, a quien su padre confió la tarea de representarlo en los foros de la nueva derecha como la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) frecuentado por otros referentes de esa colectividad ideológica como el presidente argentino, Javier Milei y el nuevamente candidato presidencial chileno, en la votación de noviembre próximo, José Antonio Kast.
Eduardo Bolsonaro
Las palabras usadas por Marco Rubio y el diputado Mills para referirse a Brasil fueron casi un calco de las declaraciones formuladas habitualmente por Eduardo Bolsonaro desde que se radicó en Estados Unidos para hacer lobby contra el gobierno del Partido de los Trabajadores.
Amigo de Steve Bannon, acaso el más importante publicista del extremismo global, Eduardo Bolsonaro festejó las posibles represalias contra el juez Moraes, Y jactándose de contar con información privilegiada del Departamento de Estado, dio a entender que otros jueces de Supremo y autoridades brasileñas en general podrán ser alcanzadas por los castigos previstos en la ley Magnitsky.
Embravecido el hijo de Jair , prometió “Venceremos” durante una entrevista a la cadena CNN. Las declaraciones repitieron el tono amenazante de los discursos de su padre y el pastor evangélico pronunciados recientemente en el centro de Brasilia, a unas pocas cuadras de la Corte. La concentración defendió la amnistía de los golpistas y fue pródiga en ataques al gobierno y el Supremo, así como de amenazas veladas sobre un alzamiento futuro.
El reportaje dado por Eduardo Bolsonaro desde Washington fue al aire el miércoles pasado. Ese mismo estaba prevista la llegada al estado de Acre, en la región amazónica, del jefe del Comando Sur, almirante , Alvin Holey, informó la embajada estadounidense, sin abundar en más precisiones.
Según trascendidos la agenda del militar habría incluido la exigencia de que Brasil que autorice la presencia de armamentos y tropas norteamericanas en la Base Aérea de Natal, ciudad de la región nordeste, donde funcionó una unidad de la Fuerza Aérea estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial.
La administración trumpista defiende la tesis del “derecho histórico del retorno operacional” , por las inversiones hechas en los años cuarenta del siglo pasado, para demandar al gobierno Lula que ceda su soberanía en ese enclave estratégico por su proyección sobre el continente africano.
Guerra híbrida
El viernes pasado desde la presidencia del bloque del Partido de los Trabajadores en Diputados fueron denuncias las escaramuzas de “guerra híbrida” orquestadas entre el bolsonarismo y el trumpismo.
“La campaña sórdida de Eduardo Bolsonaro con políticos de los Estados Unidos revela la estrategia del golpe continuado, asociada al complejo de inferioridad (bolsonarista)en relación al gobierno estadounidense”, resumió el líder de la bancada, Lindbergh Farias. Junto con el repudio el congresista defendió que el hijo de Bolsonaro sea procesado por una seria de delitos, entre ellos el de “traición a la patria”.
Cortesía de Página 12
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