Desde Londres
Con el ultraderechista artífice del Brexit Nigel Farage respirándole en la nuca y a semanas del primer aniversario de la contundente victoria electoral el 4 de julio pasado, el gobierno de Keir Starmer está dando un sorpresivo volantazo a la izquierda. En los últimos días anunció un sustancial aumento en la inversión pública en transporte y defensa, el incremento de los almuerzos escolares para familias pobres, la marcha atrás con el recorte a los subsidios energéticos a los jubilados y la reconsideración de los ajustes que planeaban sobre diversas áreas, sea seguridad interior o beneficios sociales a discapacitados. “Estamos invirtiendo para reconstruir el país. Los recortes del año pasado fueron para enderezar las cuentas fiscales que habíamos heredado. Ahora que la economía está en mejores condiciones podemos anunciar que va haber una amplia revisión de los subsidios energéticos que se hará efectiva antes del invierno”, explicó la ministra de Finanzas Rachel Reeves sobre este recorte, el más impopular de todos.
U turn
En la jerga popular británica este tipo de cambios se llama “U turn”, maniobra autorizada en las calles para que un coche que va en una dirección voltee en U para ir hacia el otro lado: especie de giro de 180 grados. En estos días Reeves está abandonando diariamente el mantra de la probidad fiscal que llevaba pegado como un halo para reemplazarlo con la potencia del estado. Entre otros anuncios, el martes anticipó una inversión de 15 mil millones de libras para el transporte fuera de Londres y el afluente sudeste inglés. La ministra señaló que estos fondos son parte de los 113 mil millones en inversiones estatales planeados para los cinco años de gobierno y resaltó que el grueso se destinará a las zonas más necesitadas del centro y norte del país en vez de concentrarse en la capital y sus alrededores.
El lunes el primer ministro Sir Keir Starmer anunció el equivalente a unos 20 mil millones de dólares de inversión en defensa que alimentarán astilleros y fábricas de municiones en zonas de clase trabajadora del país, objetivos de la ultraderecha. El laborismo sabe que el voto no está garantizado ni en los otroras bastiones electorales del norte inglés, amenazados por la prédica anti-inmigratoria de Farage que hoy por hoy lidera los sondeos, está fagocitándose al electorado conservador y apuntando al laborista para las elecciones de 2029.
Con una estrategia más clara que la zigzagueante que ha tenido hasta ahora, el laborismo no olvidó que estos anuncios se concretan en el tiempo y tienen muchas veces más impacto local que nacional. Por eso Reeves añadió que el gobierno cambiaría la eliminación de subsidios energéticos anunciada el año pasado que afectó a unos 10 millones de jubilados. En aquel momento, el recorte buscaba demostrar a los mercados financieros que el laborismo mantendría la disciplina fiscal a cualquier costo. Hoy los vientos soplan en otra dirección. “Los subsidios van a renovarse y ampliarse para este invierno”, dijo Reeves.
La madre de todas las batallas
En el parlamentarismo británico es impensable que un gobierno se maneje sin presupuesto o simplemente prorrogando el del año previo. El presupuesto es una parte central del debate público y mediático que comienza meses antes del anuncio en el parlamento, se intensifica en los días previos y es noticia central cuando se debate en la Cámara y al otro día: los periódicos suelen dedicarle suplementos especiales y entre cinco y diez páginas con el impacto desagregado de las medidas para cada sector de la sociedad.
Uno de los pilares del presupuesto es la revisión de los gastos ministeriales que se hacen según las necesidades del momento, incluyendo emergencias como la pandemia o una guerra. La otra gran columna, muchas veces obviada en el debate argentina, es la estructura impositiva necesaria para financiar esos gastos. Este 11 de junio el laborismo enfrenta el primer capítulo de la batalla: la presentación ante el parlamento de la revisión del gasto de cada ministerio. Y como se sabe el diablo anida en los detalles. Los anuncios hechos hasta el momento tendrán la semana próxima una precisión mucho más minuciosa de cifras y corresponderán a todo el sector público, no solo a Transporte, Defensa y Energía. Según la prensa británica, el debate parece saldado en la mayoría de los ministerios, pero quedan unas cuantas batallas por decidir. Los subsidios energéticos se restaurarían para el grueso de los 10 millones de jubilados que no lo percibieron el año pasado: solo los más ricos no quedarían exceptuados. Cómo se maniobrará la logística de este “U turn” todavía está en disputa. El conflicto que más morbo ha despertado a nivel mediático es el que enfrenta a la vice-primer ministra, Angela Rayner y a la titular de finanzas, Rachel Reeves, dos probables contendientes a la corona partidaria de Sir Keir Starmer.
El contraste entre las dos mujeres es patente. Rayner fue madre soltera a los 16 años, no completó la secundaria, ascendió en el laborismo de la mano de los sindicatos y representa la izquierda moderada del partido (lo único existente en el laborismo post-Jeremy Corbyn). A Reeves nadie le puede discutir sus credenciales partidarias: ingresó al laborismo a los 16 años. Los pasos posteriores fueron más de élite meritocrática: se recibió de economista en la Universidad de Oxford, trabajó en el super-ortodoxo Banco central de Inglaterra y en el sector financiero.
El enfrentamiento entre ambas va más allá de sus ambiciones personales (Rayner iguala en popularidad a Farage, Reeves es la ministra con peores porcentajes en los sondeos) o a su “background”. Rayner está a cargo de la apuesta electoral más ambiciosa del laborismo: la construcción de un millón y medio de viviendas populares hasta el fin del mandato en 2029. El plan va con retraso y los fondos que tenga de la revisión que anuncie Reeves el 11 de junio darán una idea de cómo se inclina la balanza de poder entre ambas.
El otro problema es la recaudación. El Institute of Fiscal Studies, la institución más respetada a nivel fiscal, ha señalado que los planes del laborismo requerirán un aumento impositivo, mayor deuda o recortes en algunos departamentos, tres opciones que el laborismo ha rechazado hasta ahora. El año pasado se opuso a un impuesto a la riqueza porque, según le contestó a este corresponsal la diputada de su circunscripción electoral, Victoria Foxcroft, “desalentaría la creación de riqueza”, respuesta típica de los conservadores. Más allá de estos vaivenes, está claro que el gobierno necesita demostrarle a la población que estos primeros 11 meses se debieron a la herencia recibida y que a partir de ahora las prioridades clásicas del partido – servicios públicos, combate a la pobreza – marcarán el rumbo. Para enfrentar a la ultraderecha, necesitará una cosa más: que sus políticas se sientan en la vida cotidiana de la población. Y para eso, falta.
Cortesía de Página 12
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