En un rincón polvoriento del pasado, en la ciudad siria de Hama, han emergido del subsuelo unos objetos tan pequeños como reveladores. Se trata de sonajeros de cerámica de hace 4.500 años, que los arqueólogos del Museo Nacional de Dinamarca, junto a investigadores de Francia e Italia, han identificado como juguetes infantiles. Este hallazgo no solo nos conecta emocionalmente con nuestros antepasados, sino que también cuestiona antiguas interpretaciones arqueológicas que solían descartar este tipo de objetos como instrumentos rituales o artefactos musicales.
Los investigadores, según un reciente estudio publicado en la revista Childhood in the Past, han determinado que estos objetos fueron elaborados por alfareros profesionales de la ciudad de Hama, un importante centro urbano durante la Edad del Bronce. Lo más sorprendente es que estos sonajeros no eran creaciones esporádicas, sino que formaban parte de una producción especializada destinada al entretenimiento infantil. Hasta ahora, esta dimensión de la infancia en el mundo antiguo había sido prácticamente ignorada por la arqueología tradicional.
Hama: una ciudad con juguetes
Durante el tercer milenio antes de nuestra era, Hama era una próspera ciudad-estado ubicada en lo que hoy es Siria. Sus habitantes ya comerciaban, cultivaban y vivían en estructuras urbanas complejas. Pero el descubrimiento de estos pequeños objetos añade un nuevo elemento a ese retrato histórico: el cuidado de los niños y su desarrollo sensorial eran, aparentemente, una preocupación compartida entre aquellas antiguas familias.
Los sonajeros, hechos con la misma mezcla de arcilla empleada para la cerámica doméstica, contenían piedrecillas o fragmentos de arcilla cocida que, al agitarse, producían un sonido suave. Las asas eran diminutas, adaptadas al tamaño de las manos de un niño pequeño, lo cual sugiere que fueron diseñadas específicamente para el uso infantil. Esta evidencia ha llevado a los investigadores a concluir que no se trataba de instrumentos musicales ni de objetos rituales, como se había pensado anteriormente, sino de juguetes para calmar, estimular o entretener a los más pequeños.

Lo más llamativo es que este descubrimiento no fue producto de una excavación reciente, sino del reexamen de materiales hallados en los años treinta del siglo XX. Gracias a técnicas modernas de análisis y a una nueva sensibilidad arqueológica hacia la infancia, estos fragmentos han sido reinterpretados bajo una nueva luz. En total, se han identificado 19 sonajeros completos o parciales, lo que convierte este hallazgo en el mayor conjunto de juguetes infantiles del antiguo Oriente Próximo.
Más allá del juego: un mercado para la infancia
La existencia de una producción en serie de juguetes implica una realidad aún más fascinante: hace más de cuatro milenios, ya existía una economía orientada a las necesidades infantiles. Es decir, en los mercados de Hama, los padres podían adquirir objetos específicos para el entretenimiento de sus hijos. Este aspecto humaniza profundamente a las sociedades antiguas, demostrando que la atención y el afecto hacia los niños no es un fenómeno moderno, sino una constante en la historia de la humanidad.
Además, los investigadores subrayan el papel que estos juguetes podían tener en el desarrollo motor y sensorial de los niños, igual que los sonajeros actuales. No se trataba únicamente de distraerlos, sino de estimular sus sentidos y fomentar su aprendizaje temprano. Todo indica que estos padres del tercer milenio a.C. compartían inquietudes similares a las nuestras: buscaban formas de acompañar el crecimiento de sus hijos con herramientas útiles y afectivas.
Entre lo ritual y lo cotidiano
Uno de los aspectos más interesantes del estudio es cómo desafía viejos paradigmas de la arqueología. Durante mucho tiempo, los objetos hallados en yacimientos antiguos fueron interpretados desde una perspectiva adulta, funcional o religiosa. La infancia, lo lúdico o lo emocional rara vez se tenían en cuenta como factores históricos.

En este caso, la reinterpretación de piezas mal catalogadas –como una identificada erróneamente como un tamiz por tener orificios, o el mango de otra pieza descrito como una simple tubería– revela hasta qué punto los sesgos modernos han limitado nuestra comprensión del pasado. La nueva lectura de estos objetos demuestra que los niños también dejaron su huella en la historia material y que, con el enfoque adecuado, podemos leerla.
Es más, en algunos contextos, los sonajeros infantiles pudieron tener también una función ritual: en muchas culturas, el sonido se utilizaba para espantar a los malos espíritus. Pero incluso si existía esa dimensión simbólica, no excluye su uso cotidiano como juguetes. En realidad, ambos usos podrían haber coexistido, como sucede aún hoy en algunas tradiciones culturales.
Una ventana al mundo infantil de la Antigüedad
Este descubrimiento no solo enriquece nuestro conocimiento sobre la ciudad de Hama y la Edad del Bronce, sino que también abre una nueva vía de investigación: la historia de la infancia. A menudo relegada a un segundo plano, esta faceta de la vida humana merece más atención. Entender cómo se cuidaba, se educaba y se entretenía a los niños en el pasado puede ofrecernos perspectivas inéditas sobre las sociedades antiguas.
Además, nos invita a reconsiderar las emociones y los vínculos afectivos de nuestros antepasados. Porque si algo queda claro con este hallazgo es que el amor de los padres por sus hijos es tan antiguo como la civilización misma. Hace miles de años, en una ciudad bulliciosa de la Siria antigua, un padre o una madre eligió un sonajero en el mercado para su bebé. Ese gesto, humilde y cotidiano, ha viajado a través del tiempo hasta nosotros, recordándonos que, en el fondo, no somos tan diferentes.
El estudio ha sido publicado en la revista Childhood in the Past.
Cortesía de Muy Interesante
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