Las distintas categorías deportivas olímpicas, tal y como se celebran en la actualidad, admiten la participación tanto de hombres como de mujeres. En el pasado, sin embargo, las cosas eran bien deferente. Cuando pensamos en los Juegos Olímpicos de la antigüedad, en el imaginario colectivo se nos presentan como un terreno poblado de atletas musculosos, siempre varones, que compiten en honor a Zeus. Sin embargo, en la misma ciudad de Olimpia donde antaño se celebraba la famosa competición, existió una celebración atlética reservada exclusivamente a las mujeres jóvenes. Se trata de los Juegos Hereos o Heraia. Estos juegos eran el principal certamen deportivo femenino del mundo griego antiguo y se celebraban en honor a Hera, diosa del matrimonio y la fertilidad.
Un festival sagrado para las jóvenes
Los Juegos Hereos fue un campeonato atlético de carreras pedestres en el que participaban, de manera exclusiva, las muchachas solteras, conocidas como parthenai. Tenían lugar en el estadio de Olimpia, el mismo recinto donde se celebraban los Juegos Olímpicos masculinos. Su origen, aunque envuelto en las brumas de la leyenda, parece remontarse al menos al siglo VI a. C., momento para que el que ya se cuenta con evidencias arqueológicas de su celebración.
Según el geógrafo Pausanias, el festival se celebraba cada cuatro años y estaba vinculado a un ritual aún más antiguo: la ofrenda de un peplo o manto tejido para la diosa Hera por un grupo de mujeres llamadas las Dieciséis. Estas mujeres, elegidas entre las más honorables de las ciudades de la Élide, se encargaban de organizar el festival y otras celebraciones religiosas.
Una carrera en tres actos
La única prueba de los Juegos Hereos era una carrera a pie adaptada para las jóvenes, con una longitud reducida en aproximadamente una sexta parte respecto a la de los hombres (unos 160 metros). Las corredoras se dividían en tres grupos según su edad. Las más jóvenes corrían primero, seguidas por un grupo intermedio y, finalmente, las mayores, que aún no habían alcanzado la edad nupcial.
Las atletas llevaban un vestuario característico. Además del cabello suelto, vestían un quitón o túnica corta que dejaba al descubierto la pierna hasta por encima de la rodilla, así como el hombro derecho, destapado hasta el pecho. Esta indumentaria, que, con probabilidad, se inspiraba en el quitón masculino ligero conocido como exomis, representaba un cruce de roles simbólico. El atuendo tenía un fuerte contenido ritual y de transición: era una forma de “cruzar el umbral” entre la niñez y la edad adulta.

Premios con aroma de santuario
Las ganadoras de cada categoría recibían una corona de ramas de olivo y una porción de la vaca sacrificada a Hera. Se reproducía así el esquema clásico de los Juegos Olímpicos masculinos: el sacrificio, la competición, la coronación y el banquete. También tenían derecho a erigir una imagen conmemorativa (probablemente en forma de pintura o escultura) de sí mismas, inscrita con su nombre, en el templo de Hera.
Más que deporte: un rito de paso
Más que una competición atlética, los Juegos Hereos funcionaban como un ritual de iniciación previo al matrimonio, como los existentes en otras regiones del mundo griego. Así lo indican sus similitudes con los certámenes femeninos de Braurón (en honor a Artemisa) o los rituales espartanos para Dionisio. En todos estos casos, la carrera representaba una etapa simbólica entre la adolescencia y el matrimonio, entre el estado salvaje de la niñez y la domesticación del mundo conyugal.
Este carácter iniciático se reflejaba también en la gestualidad de las estatuillas que representan a las corredoras. Muchas de ellas se realizaron en estilo laconio (espartano), con una mano levantando el dobladillo del quitón para facilitar la zancada. Estas imágenes recuerdan a figuras míticas como las de Atalanta, la heroína que corrió para evitar el matrimonio.

Un modelo panhelénico
Aunque no está del todo claro si las participantes procedían únicamente de la región de la Élide o si el certamen tenía un alcance panhelénico, la iconografía y los hallazgos arqueológicos sugieren que chicas de otras regiones, incluida Esparta, participaron desde épocas tempranas. La influencia espartana resulta especialmente significativa: en Esparta las jóvenes practicaban deporte de forma habitual, y su formación física formaba parte esencial del sistema educativo. Esto explicaría por qué el modelo de los Juegos Hereos podría haberse exportado desde Esparta o incluso reorganizado bajo su influencia en el siglo VI a. C.
Relación con otros cultos femeninos
Además de estar dedicado a Hera y vinculado a la heroína mítica Hipodamía (fundadora de los juegos, según Pausanias), el festival compartía estructuras rituales con cultos locales a Dionisio y la heroína Physcoa. Las mismas dieciséis mujeres que tejían el peplo para Hera organizaban danzas rituales para estas figuras femeninas y masculinas asociadas a la fertilidad y el paso a la madurez.
¿Más antiguos que los Olímpicos?
La antigüedad de los Juegos Hereos es una cuestión debatida. Mientras algunos sostienen que fueron una adaptación tardía de los Juegos Olímpicos, otros consideran que el festival femenino pudo haber sido incluso anterior. Así, habría conservado estructuras arcaicas como la simplicidad del programa atlético y su carácter iniciático. En todo caso, ambos juegos compartían una estructura ritual semejante, lo que sugiere una influencia mutua o una raíz común.

Correr hacia la adultez
Los Juegos Hereos representaron un espacio excepcional para que las jóvenes griegas, tradicionalmente excluidas del mundo público, participaran en una actividad ritual pública, física y competitiva. Expresaban de manera metafórica el movimiento del tránsito hacia la adultez, la sexualidad y el matrimonio.
A pesar de su marginalidad en los textos clásicos, los Juegos Hereos nos recuerdan que el atletismo antiguo también preveía la participación de las mujeres. En Olimpia, las muchachas también corrían y recibían ovaciones en honor a Hera. Un testimonio de que, incluso en una sociedad patriarcal como la griega, el cuerpo femenino también ocupaba su lugar en los rituales cívicos y religiosos más sagrados.
Referencias
- Christesen, Paul y Donald G. Kyle (eds.). 2014. A Companion to Sport and Spectacle in Greek and Roman Antiquity. John Wiley & Sons.
- Scanlon, Thomas F. 2002. Eros and Greek Athletics. Oxford University Press.
Cortesía de Muy Interesante
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