A propósito del caso de Edelmiro Molinari, ¿los pioneros del rock argentino pueden vivir de la música?

“No se puede vivir del amor” cantaba Calamaro en los albores de este siglo. “No se puede comer al amor, las deudas no se pueden pagar con amor. Una casa no se puede comprar con amor…”. Verdad. Pero al menos Andrés podía (y puede, y seguramente podrá) vivir del rock. Situación que la mayoría de los músicos argentinos desconocen. Es muy difícil (y para la mayoría prácticamente imposible) vivir del rock. Sólo un pequeño puñado de elegidos puede hacerlo en la Argentina de hoy.

Ni hablar de los pioneros que pusieron la piedra basal de una música (en otra época fue filosofia y hasta estilo de vida) que en su momento resonó y se hizo grande en toda América. Gente que escribió bellísimas páginas de nuestra historia rockera están hoy poco menos que en la lona. Hay motivos varios y diversos que explicarían esta cruda realidad.

Uno de estos casos, que resonó hace poco, fue la situación económica de Edelmiro Molinari. Compositor, cantante, ex integrante de Almendra y de Color Humano, Molinari es uno de los guitarristas más celebrados y refinados del rock argentino. Pero subió un posteo dando a conocer su endeble realidad financiera que no le permitía pagar el alquiler de su casa.

A muchos de los pioneros del rock argentino les está costando incluso llegar a fin de mes. O para decirlo con todas las palabras, no están viviendo dignamente. Verdaderos próceres del rock vernáculo, que escribieron o participaron instrumentalmente de algunas de las más gloriosas páginas, de grades himnos de nuestro rock están sufriendo en silencio un momento tan doloroso como injusto. Y más allá de una indignación popular pasajera (reducida al grupo de fans que les haya quedado), nadie hace nada.

Un país sin memoria. Una sociedad desagradecida que no reconoce debidamente a sus propios ídolos. La dichosa economía que desde tiempos pretéritos se esmera en dinamitar bolsillos. Artistas que no han sabido o no han podido guardar cuando las vacas eran más o menos gordas. Una “industria de la música” que cambió totalmente sus paradigmas en el último cuarto de siglo. O será que vivimos en un planeta y en una época donde todo se consume rápido, y lo que ahora mismo es tendencia dentro de diez minutos jamás existió.

Pero los ejemplos vienen abundando. Y varios recordarán el “Festival todos por Alejandro Medina: juntos en las buenas y en las malas” que se realizó el 21 de abril de 2023. Medina, bajista, cantante y miembro fundador de Manal estuvo internado ese año luchando contra una deficiencia renal crónica, provocada por los remedios que le administraron luego de su trasplante hepático.

El trío Manal, pioneros del rock argentino. Javier Martínez tuvo problemas económicos hasta el día de su muerte. Por Alejandro Medina hubo recitales solidarios para pagar su tratamiento médico. Claudio Gabis, el guitarrista, sigue trabajando como músico.

¿Alguno podría pensar siquiera que grandes héroes de nuestro rock como Pajarito Zaguri, Jorge Pinchevsky (La Pesada del Rock), incluso el mismo Pappo o más recientemente Javier Martínez (Manal) o Willy Quiroga de Vox Dei murieron dejando una fortuna a sus espaldas?. No, más bien todo lo contrario. Estos tipos le aportaron grandeza a nuestro rock. Dejaron una estela de poesía y música imborrable. Desbrozaron un camino. Sin embargo, muy escaso fue el pago que recibieron a cambio.

¿Pero, y los que aún permanecen?. La mayoría de ellos, músicos que hoy están entre los 65 y los 80 años, siguen empujando el carro como pueden. Algunos más olvidados que otros. Ningún reconocimiento, ni de fama ni mucho menos económico. ¿Dónde está realmente la falla? Salimos a buscar respuestas.

Un rock sin limusinas

Piero Carpín es productor y curador de discos clásicos del rock nacional. Lleva más de cuarenta años trabajando en distintas compañías discográficas y en los últimos tiempos pudo rescatar tesoros de nuestra cultura rock. Gracias a su trabajo han vuelto a ver la luz obras fundamentales de Tantor, Ricardo Soulé, La Pesada, Pedro y Pablo, Alma y Vida, El Reloj y Pappo, entre muchisimos más:

“De los músicos fundacionales la mayoría la pasó y la pasa mal. Recién en los años ’80, después de Malvinas, cuando el rock empezó a estar en la radio, bandas como Soda Stereo o Virus empezaron a ver un mango. Y eso no duró tanto. Un día hablando con Javier Martínez, que estaba enojado porque las cuentas no le daban, le dije: ‘Mirá Javier, vos pagaste el precio de ser un pionero, no había ninguna pared levantada y vos fuiste cimiento’. Ninguno de ellos tiene un contrato sólido firmado como había en los años ’60”, analiza.

“Una vez me dijo Miguel Cantilo: “Si no estoy en (la disquería) Zivals la gente cree que estoy muerto” -prosigue Carpín-. También está la capacidad de ahorro que ha tenido cada uno. La mayoría vive en forma humilde. Otros se han podido jubilar, y con su jubilación y la de su pareja van tirando, pero ninguno tiene un yate, una mansión ni viaja en avión privado”.

Quizás fue que muchos nos comimos esto de la estrella del rock, porque veíamos el glamour que había afuera, la limusina, las groupies y el Jack Daniels. Pero salvo algunas excepciones como Charly, Fito, Calamaro o los muchachos de La Renga, eso acá no pasó. No hubo mucha limusina en el negocio del rock argentino.

Billy Bond, artífice del colectivo La Pesada del Rock, productor y cantante, conoce algo de este tema. Hace menos de un mes, con el incontenible éxito de la serie El Eternauta en Netflix, reflotaron el tema Salgan al sol, un clásico de La Pesada. Desde Brasil, su lugar de residencia desde hace años, Bond reflexiona:

“Hay varios factores que deberíamos tener en cuenta. No es tan fácil hacer un análisis, porque no depende del propio músico tener o no éxito, sino del gusto personal de una mayoría y no de una minoría. Cuando elegís el camino del arte no pensás si vas a vender un cuadro. Van Gogh murió pobre”.

Billy Bond tiene 80 años y está radicado en Brasil Agradece el impulso que le dio al viejo rock argentino Billy Bond tiene 80 años y está radicado en Brasil Agradece el impulso que le dio al viejo rock argentino “El Eternauta”, pero dice que no necesita “ser descubierto”. Foto: Fernando de la Orden

-Bueno, pero seguramente aquellos músicos también tenían el deseo de poder vivir de su música. ¿O no?

-El músico nato, aquel de los años ’70, no tenia esa ambición de ser famoso y ganar mucho dinero, quería más mostrar su trabajo. La posición de los músicos siempre fue ser fieles a lo que hicieron. Yo fui uno de ellos. Ahora, los negocios no tienen nada que ver con el arte, ahí es donde se equivocan.

-¿Y donde está el error entonces?

-Tenés que saber cómo manejar tu carrera. Y ahí no me puedo poner en critico y decir que alguno no supo manejarse. Porque si vos elegiste ese camino de la inseguridad y por otro lado te satisface moral e interiormente, es difícil dar una opinión sobre eso. Después hay otra cosa que es la suerte, que no tiene nada que ver con el talento. A veces la suerte te toca. Ahora son los pibes de El Reloj y Manal o yo mismo con todo ese asunto de El Eternauta.

-Sí, con la serie de El Eternauta se volvió a escuchar rock argentino clásico.

-No volvió nada, es un momento que va a pasar. Déjense de joder con que nos están reconociendo ahora. No necesitan reconocerme a mi ni a Spinetta ni a Charly ni a Javier Martínez. ¿Ahora nos descubren?, métanse el descubrimiento en el orto. Porque los que a mí me interesa que me reconozcan siempre me reconocieron. Y los que no, no me importan. Dejémonos de joder con ese “favor” que nos están haciendo. Ojo, yo estoy muy agradecido a la gente de la serie por poner mi música, pero no me vengan con que me reconocieron porque no necesito eso. Estoy feliz y contento pero, ¿cómo vas a reconocer ahora a Javier? ¿Por qué no lo reconociste cuando estaba vivo?

-O sea que siempre fue difícil ganar dinero con el rock.

-Pero hay gente en el rock nacional que gana mucho dinero. Hay tres o cuatro bandas que llenan estadios y tiene estudio propio de grabación. No se puede generalizar que el tipo que hace rock and roll tiene que morir pobre. Vivir de la música siempre fue difícil en cualquier país. Se trata de resistir el paso del tiempo y no traicionarse.

-¿No pensás que los gobiernos deberían proteger a los músicos?

-¿Pero por que te deberían ayudar?. Por el lado cultural puede ser, pero a mi no me ayudó nadie. Y cuando pedí ayuda me mandaron a la mierda. Si yo voy a justificar que lo mío no funciona porque el Estado no me ayuda es una estupidez. Ojo, el Estado tiene que ayudar todo lo que pueda, pero entre bancar a un músico y darle de comer a un pibe creo que primero está esto último.

Sigue siempre adelante sin mirar atrás

El Reloj, la banda del Oeste que fue exitosa en los '70, volvió a tocar y una canción suya sonó en El Reloj, la banda del Oeste que fue exitosa en los ’70, volvió a tocar y una canción suya sonó en “El Eternauta”. Foto: Guillermo Rodríguez Adami

Osvaldo Zabala es integrante de El Reloj, grupo histórico y emblemático del rock del Oeste en los dorados ’70 que también fue “recuperado” por la banda de sonido de la miniserie de Netflix que protagoniza Ricardo Darín.

-¿Ustedes con El Reloj llegaron a vivir de la música?

-En la vieja época vivíamos de la música. No te olvides que eran otros tiempos, había otro tipo de competencia. El rock era rock y las bandas tenían su lugar para trabajar, Nosotros hacíamos un promedio de entre dos y tres shows por fin de semana. Entonces sí vivíamos de la música. Después que se separó El Reloj en el ’78 hasta el ’94 que se volvió a reunir, yo trabajé como músico sesionista, trabajé con diferentes cantantes y haciendo muchas giras por el interior del país, pero aún así ya no podía vivir de la música.

-¿Y cómo es tu realidad hoy?

-Yo tengo 73 años y estoy jubilado. Me jubilé en una empresa donde estuve trabajando veinte años. Y a pesar de que nosotros estamos ahora de vuelta un poco en actividad tocando y y moviendo un poquito el avispero, no puedo vivir de la música. Para nosotros, por lo menos, es imposible. Cada uno tiene su trabajo aparte de la banda.

Y lo veo difícil, por lo menos para una banda como la nuestra, que viene del under y difícilmente pueda volver a llegar a ser masiva. No lo digo con pesimismo, sino con realismo. Claro que hay excepciones. Pero por lo menos para una banda como El Reloj y cualquier banda que haga ese tipo de música, hoy en día es difícil que se pueda volver a vivir del rock.

La salud del rock

Algunos autores, investigadores y periodistas especializados, dicen que el rock como lo conocimos en décadas pasadas (los ’60, los ’70) desapareció ya hace tiempo. No es que haya muerto. Pero no estaría gozando de muy buena salud. No es una música masiva. De hecho jamás lo ha sido en nuestro país. Y por más que existen claros ejemplos que podrían demostrar lo contrario, no nos engañemos.

Sacando al Indio Solari con sus Fundamentalistas del Aire Acondicionado, a Calamaro, Fito Páez, Divididos y La Renga (¿podríamos sumar a Los Ratones Paranoicos?) el rock no llena estadios. Como sí lo hace la llamada Música Urbana, el trap o el reggaetón. O Abel Pintos.

No, el rock acá nunca significó un negocio millonario. Siempre pasó por otro lado. Fue, claro, el Gran Despertador de Conciencias de generaciones que hace rato vienen peinando canas. El impulsor de ideas rebeldes que hoy, ante el avance de las redes y el scroller parecen haber quedado absolutamente anacrónicas.

Bernardo Baraj fue saxofonista de grandes bandas del rock argentino. A sus 80 años sigue batallando con sus proyectos. Foto: Enrique García MedinaBernardo Baraj fue saxofonista de grandes bandas del rock argentino. A sus 80 años sigue batallando con sus proyectos. Foto: Enrique García Medina

En un mundo donde pensar está “pasado de moda”, hemos perdido de vista su esencia. Imaginen a un adolescente cantando a voz en cuello y en el colectivo aquello de “es mejor tener el pelo libre, que la libertad con fijador”… Hoy directamente sería una escena onírica.

Bernardo Baraj es uno de los más grandes saxofonistas de este país, que pasó por La Cueva. Luego de acompañar a Sandro y a Leonardo Favio a mediados de los años ’60 comenzó la siguiente década como parte integrante de Alma y Vida. En su extensa carrera. Baraj tocó con todo el mundo, Luis Alberto Spinetta incluido. Y dice que “El reconocimiento es algo que todas las personas buscamos. Yo creo que en primer lugar para encontrar el reconocimiento hay que comenzar por reconocernos a nosotros mismos”.

-¿Por qué que es tan difícil encontrar ese reconocimiento a nuestros músicos?

-Bueno, este país no se ha caracterizado precisamente, por reconocer a sus artistas. Uno de los ejemplos más conocidos y significativos es el de Astor Piazzolla, que era un genio de la música aquí y se tuvo que ir afuera para encontrar un reconocimiento en todo el mundo y luego tener ese reconocimiento acá. Y por otro lado ha pasado mucha agua bajo el puente y hoy en día las cosas cada vez pasan más rápidamente.

-¿Y vos cómo te llevás con este momento?

-Mirá, son épocas donde se busca mucho lo musical pensado desde el lado de la industria. No tanto desde el hecho artístico, como lo pensábamos nosotros en aquellos años iniciales del rock. Yo a los 80 años sigo batallando con mis proyectos, levantándome todos los días a estudiar mis instrumentos y estudiar música y realmente eso es lo que me mantiene vivo.

No es que esté esperando un reconocimiento. Pero insisto con que el primer reconocimiento es el que hace uno mismo. Y tener la certeza de que lo que uno está haciendo es respuesta a nuestros propios deseos. Me parece que el secreto está ahí.

Con mi balsa yo me iré a naufragar

Litto Nebbia tiene su sello y su estudio discográfico. No todos los músicos están en su situación. Foto: Luciano  ThiebergerLitto Nebbia tiene su sello y su estudio discográfico. No todos los músicos están en su situación. Foto: Luciano  Thieberger

Okey, paremos un poco y pensemos. Todas las personas comunes necesitamos vivir, comer, dormir bajo techo y pagar los impuestos. Pero los artistas son otra cosa, seres sensibles con una capacidad creativa extraordinaria. Ni siquiera podríamos imaginar un mundo sin ellos. Sin la música. !O sin el rock argentino!. Y ninguno debería estar pasando penurias. ¿Qué se hace entonces?.

Quizás sería muy saludable pasar de mano esta antorcha del rock a nuestros hijos y nietos. La antorcha que señala que todo comenzó en el baño de La Perla del Once (¡ups, hoy convertida en pizzería!) donde un tipo llamado Tanguito y otro Litto Nebbia escribieron La Balsa.

Y hablando de La Balsa, ¿qué piensa su autor de todo esto?.

-Nunca ha sido costumbre en nuestro país, preservar obras, material inédito, o documentación de artistas o diversas personalidades de nuestra cultura -asegura Nebbia-. Leía la vez pasada un libro sobre The Beatles, y en su ciudad natal Liverpool, está intacta la casa de infancia de Paul McCartney o el sitio donde vivía John Lennon. Guardan todo. Desgraciadamente eso nunca ha sucedido en nuestro país. Si no fuera por el coleccionismo, hay ejemplares sonoros o gráficos que jamas conocerían las nuevas generaciones. No sucede esto con el gran público, que guarda en su memoria afectiva el paso de grandes artistas, como así también canciones y/o películas.

-¿Y entonces qué es lo que falta?

-Para mí, el cuidado institucional hacia nuestra cultura. Si tomás a Brasil por ejemplo, todo el tiempo están recordando los orígenes de su música, sus compositores. Desde hace no mucho tiempo acá tenemos por suerte el INAMU (Instituto Nacional de Música), que con un módico presupuesto, ayuda a la profesión en diversos puntos del país. Inclusive están organizando la posibilidad de crear una Casa de la Música, como ya tenemos la del Teatro.

-!Qué profesión en este país la de ser músico!

-La música es una hermosa profesión, pero no todos los profesionales terminan con un buen pasar. No todos los compositores perciben derechos para llevar una vida digna. El sube y baja económico de nuestro pais, desde que uno tenga memoria, se hace tortuoso para muchos ciudadanos.

Reparar la injusticia, de eso se trata. Y no alcanza con declarar a algún músico como “Personalidad destacada de la cultura” si no hay detrás acciones concretas. No todos pueden seguir esperando. Alcemos la voz antes de que sea demasiado tarde. Antes de que la última guitarra eléctrica deje de sonar.

Cortesía de Clarín



Dejanos un comentario: