“La sangre de las víctimas, especialmente de los inocentes, debe convertirse en semilla de paz”, afirmó la Arquidiócesis Primada de México este domingo, ante la violencia que hay en las calles de México. Refirieron que es necesario que en las calles no haya armas, pero no sólo de las físicas, sino también de las simbólicas que se hacen sentir en lenguaje de odio o corrupción.
La Arquidiócesis dejó en claro que iglesia, gobierno, organizaciones ciudadanas y la sociedad deben formar un “nosotros amplio, diverso, valiente, capaz de arropar, de exigir, de denunciar y de trabajar para detener la violencia y construir la paz”.

“Necesitamos desarmar nuestras calles”
En su editorial semanario “Desde la Fe”, la Arquidiócesis señaló que “hoy más que nunca necesitamos desarmar nuestras calles, no solo de las armas físicas que quitan la vida, sino de las armas simbólicas que dividen, desprecian y deshumanizan (como son): el lenguaje de odio, la indiferencia, la corrupción, la mentira”.
Apuntó que “la violencia no empieza con el disparo, sino con la exclusión y el olvido”, y dijo que la memoria de las víctimas “no puede perderse en el ruido de la resignación”, pues “cada vida truncada por la violencia es una lágrima que el Padre recoge y una semilla que, con valentía, debemos regar para que germine justicia y reconciliación”.
“Para desarmar nuestras calles, no basta con esperar que otros actúen. La construcción de la paz nos interpela a todos: a la Iglesia, a los gobiernos, a las organizaciones ciudadanas, a la sociedad. Nuestro país urge de un “nosotros” valiente, capaz de arropar al que sufre, de denunciar lo que está mal, y de tender la mano para transformar”, señaló.
Resaltó que el compromiso de “desarmar nuestras calles implica gestos concretos: educar, acompañar, participar, exigir justicia, cuidar la palabra, abrir espacios de encuentro”, para lo cual, expresó es necesario que “clamor de las víctimas nos despierte” para formar un “nosotros que sea luz en medio de la oscuridad”.
“Que la Palabra de Dios nos incomode. Que el Espíritu Santo nos impulse a ser sembradores de paz. Que la sangre derramada no sea en vano, sino que fecunde un país nuevo, donde la vida sea respetada, cuidada y celebrada”, concluyó.
Cortesía de El Heraldo de México
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