Durante el embarazo, muchas infecciones comunes pueden pasar desapercibidas sin mayores consecuencias. Pero hay algunas, como la toxoplasmosis, que merecen una atención especial. Esta enfermedad, provocada por el parásito Toxoplasma gondii, suele ser leve en personas sanas, pero si la madre se infecta por primera vez durante la gestación, el parásito puede atravesar la placenta y afectar al feto. Aunque no es una amenaza frecuente, cuando ocurre puede tener consecuencias serias. La buena noticia es que, con la información adecuada y algunas medidas sencillas, el riesgo se puede reducir significativamente.
Cómo se transmite (y por qué no hace falta tener un gato para contagiarse)
Uno de los grandes mitos sobre la toxoplasmosis es que se contrae únicamente por convivir con gatos. Y aunque estos animales pueden alojar al parásito, y al principio de la infección contaminar el medio con la excreción de los ooquistes parasitarios, no son la vía principal de contagio por contacto directo. El contacto con sus heces infectadas al limpiar el arenero sí puede suponer un riesgo, pero solo si el gato ha contraído la infección recientemente y elimina los ooquistes por las heces, algo que ocurre durante un periodo de tiempo corto. Además, si el gato vive dentro de casa, se alimenta con pienso o comida procesada y no caza, es muy poco probable que esté infectado.
Las fuentes más habituales de contagio están en los alimentos y en el entorno. El parásito puede encontrarse en carne cruda o poco cocinada, especialmente de cordero, cerdo o ternera, que no haya alcanzado durante el cocinado los 70 °C necesarios para eliminarlo. También puede estar presente en frutas y verduras mal lavadas, mejillones, ostras y almejas crudas, embutidos curados que no hayan sido congelados previamente, productos lácteos elaborados con leche no pasteurizada y utensilios o superficies contaminados con estos alimentos. El agua de fuentes naturales no tratada y la tierra del jardín también pueden contener el parásito, especialmente si ha estado en contacto con heces de gatos infectados.

Por eso, la prevención se basa en medidas muy concretas: cocinar bien la carne, lavar cuidadosamente frutas y verduras, evitar los productos de origen animal crudos o poco procesados, no consumir agua sin tratar de fuentes y manantiales, usar guantes al trabajar con tierra, mantener una higiene rigurosa en la cocina y lavarse bien las manos tras manipular alimentos o tierra. En el caso de tener gatos en casa, lo ideal es que otra persona se encargue de limpiar el arenero durante el embarazo. Si no es posible, basta con hacerlo con guantes y lavarse bien después.
Estas precauciones, que pueden integrarse fácilmente en el día a día, ayudan a reducir un riesgo que, aunque bajo, es evitable. No se trata de vivir con miedo ni de obsesionarse con cada comida, sino de conocer bien las vías de transmisión y adoptar hábitos que protegen sin generar ansiedad.

¿Cómo saber si ya has estado expuesta?
Aquí es donde entra en juego una herramienta muy valiosa: el cribado serológico durante la gestación. Este análisis de sangre determina si se presentan anticuerpos específicos anti-Toxoplasma y permite saber si la mujer embarazada ha tenido contacto previo con el parásito. Si se confirma una infección antigua, significa que su sistema inmunitario ya ha generado defensas, y el riesgo de transmitir la infección al feto es prácticamente inexistente. Es decir, esa mujer ya está protegida y le pasará sus defensas al bebé a través de la placenta.
En cambio, si el resultado es negativo muestra que no hay defensas, es decir, que nunca ha estado expuesta previamente al parásito, entonces se considera que existe riesgo de infección durante el embarazo. Pero incluso en este caso, no se trata de alarmarse, sino de actuar con mayor precaución. Se recomienda repetir el análisis varias veces a lo largo del embarazo, al menos una vez por trimestre, para detectar a tiempo una posible infección reciente. Esto permite iniciar un tratamiento precoz y reducir las probabilidades de que el parásito llegue al feto.
En España, el cribado no se ofrece de manera sistemática en todas las comunidades autónomas. Mientras que en algunas regiones se incluye como parte de los controles habituales del embarazo, en otras depende de la práctica del centro médico o de si la gestante lo solicita. Por eso, si estás embarazada o estás buscando un embarazo, es recomendable preguntar a tu ginecólogo/a o matrona sobre el acceso a esta prueba. Contar con esa información puede darte mayor tranquilidad y permitirte tomar decisiones informadas.
¿Qué pasa si el resultado es positivo?
Cuando el cribado detecta una infección reciente, no significa automáticamente que el bebé esté infectado, pero sí se requiere una atención especial. En estos casos se realizan pruebas adicionales, como ecografías más detalladas o, en ocasiones, análisis del líquido amniótico para saber si el parásito ha llegado al feto. También se puede iniciar un tratamiento con medicamentos específicos que reducen el riesgo de transmisión y, en caso de que esta se haya producido, ayudan a limitar las posibles secuelas.
Detectar la infección lo antes posible permite ampliar las opciones de seguimiento y tratamiento. Por eso es tan importante realizar el cribado desde el primer trimestre, ya que ofrece la oportunidad de intervenir a tiempo y con mayor eficacia.

Informarse también es cuidarse
Durante el embarazo es fácil sentirse abrumada por todo lo que “hay que hacer bien”. Sin embargo, la prevención no debería vivirse como una carga, sino como una herramienta. Informarse sobre la toxoplasmosis congénita, conocer los hábitos que realmente marcan la diferencia y saber si se ha estado expuesta o no es una forma de cuidarse con criterio, sin entrar en alarmismos.
No hace falta llevar una vida aséptica ni renunciar a todo lo que apetece. Basta con saber dónde poner la atención: cocinar bien los alimentos, extremar la higiene en la cocina, lavar bien frutas y verduras, consultar con el equipo médico y solicitar siempre el cribado. Son decisiones pequeñas, asumibles, que pueden ayudar a vivir esta etapa con más confianza y menos incertidumbre.

Isabel de Fuentes Corripio
Diplomada en Sanidad, Máster en Salud Pública y Doctora en Ciencias Veterinarias


Rosa Estévez Reboredo
Doctora en Ciencias Veterinarias Diplomada en Salud Pública


Marta Casas García
Grado en Biología Sanitaria Máster en gestión, análisis de políticas e iniciativa empresarial en ciencias de la salud – especialidad en Salud Pública Internacional (Vrije Universiteit Amsterdam)

Cortesía de Muy Interesante
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