Descubren en Japón más de 40 especies de calamares de hace 100 millones de años: estaban ocultos en una roca y algunos eran más grandes que los peces

En una roca aparentemente común, atrapada entre los estratos del tiempo en las costas de Japón, se ocultaba una historia completamente desconocida de la vida marina en la era de los dinosaurios. Gracias a una innovadora técnica de exploración fósil, un equipo internacional de paleontólogos ha revelado la existencia de al menos 40 especies de calamares jamás vistas hasta ahora, algunas de ellas más grandes que los peces que las acompañaban, en un hallazgo que obliga a reescribir lo que creíamos saber sobre los ecosistemas marinos del Cretácico.

Este descubrimiento, liderado por investigadores de la Universidad de Hokkaido y publicado en la revista Science, no solo aporta nuevos protagonistas al pasado oceánico, sino que también desafía una creencia que había perdurado durante décadas: que los calamares solo prosperaron masivamente tras la extinción de los dinosaurios, hace unos 66 millones de años. La nueva evidencia sugiere que ya dominaban los mares 34 millones de años antes de esa fecha.

Un fósil dentro de otro: tecnología para ver lo invisible

Todo comenzó con un bloque de roca del Cretácico tardío, fechado en unos 100 millones de años, que albergaba mucho más de lo que sus tonos grises podían mostrar a simple vista. En lugar de romperla o diseccionarla al estilo tradicional, los científicos aplicaron una técnica llamada tomografía por abrasión: un proceso de “minado digital” en el que se lija la roca capa por capa, escaneando en alta resolución cada segmento y reconstruyendo digitalmente el contenido tridimensional de su interior.

El resultado fue extraordinario: dentro de esa roca se ocultaban cerca de mil picos de cefalópodos, estructuras duras hechas de quitina —la misma sustancia que forma los exoesqueletos de insectos y crustáceos— que constituyen la parte más resistente del cuerpo de los calamares. Entre ellos, los investigadores identificaron 263 ejemplares de calamares, y al menos 40 especies que no habían sido documentadas nunca.

Una de las capas de la roca mientras se aplicaba la tomografía por abrasión: en su interior se ocultaban cerca de 1.000 picos de cefalópodos
Una de las capas de la roca mientras se aplicaba la tomografía por abrasión: en su interior se ocultaban cerca de 1.000 picos de cefalópodos. Fuente: Ikegami et al., Science, 2025

Calamares gigantes y antiguos campeones del océano

Lo más llamativo no fue solo la cantidad, sino el tamaño de estos calamares. Algunas especies eran tan grandes como los peces que compartían su hábitat, e incluso superaban en longitud a los famosos ammonites, aquellos moluscos con conchas en espiral que durante mucho tiempo fueron considerados los grandes nadadores del Mesozoico.

El hallazgo sugiere que los calamares ya eran los cazadores dominantes de los océanos antes del colapso de la biodiversidad que acabó con los dinosaurios. Esta supremacía anticipada cambia por completo nuestra visión de la evolución marina. Lejos de ser simples sobrevivientes de una extinción masiva, estos animales parecen haber sido ya los reyes de las profundidades.

A diferencia del resto del cuerpo de un calamar, blando y casi imposible de fosilizar, los picos —con forma de pequeños garfios curvos y puntiagudos— resisten el paso del tiempo y se convierten en fósiles duraderos. En el pasado solo se había encontrado uno con claridad. Esta escasez había impedido a los paleontólogos entender el verdadero papel ecológico de los calamares en el pasado remoto.

Ahora, con cientos de ellos identificados y digitalizados, se puede analizar su tamaño, morfología y distribución para reconstruir con mucho más detalle las redes tróficas del Cretácico. La variedad de formas halladas sugiere una diversificación explosiva: los calamares no solo existían, sino que evolucionaban a gran velocidad, adaptándose a nichos ecológicos diversos.

Una revolución en la paleontología

La técnica empleada para este descubrimiento, conocida como tomografía de abrasión, representa un salto cualitativo en la paleontología. A diferencia de los métodos clásicos que implican cortar o dividir rocas con riesgo de destruir microfósiles, esta técnica permite digitalizar la roca entera sin perder ningún detalle de su contenido fósil. Aunque destruye el material físico durante el proceso, produce una imagen tridimensional de altísima resolución que puede ser explorada desde cualquier ángulo y con una precisión milimétrica.

Gracias a ella, los investigadores han podido observar detalles antes invisibles, como la delgadez extrema de algunos de estos picos, que no superan las 10 micras de espesor, lo cual explica por qué pasaban inadvertidos en estudios anteriores.

Algunos de los picos de calamar identificados en la muestra de roca analizada. Fuente: Ikegami et al., Science, 2025

Otra de las revelaciones del estudio es la identificación de dos grupos principales de calamares modernos —los de aguas costeras (Myopsida) y los de mar abierto (Oegopsida)— ya presentes hace 100 millones de años. Esto implica que la radiación evolutiva de los calamares se produjo mucho antes de lo que se pensaba, y en un periodo donde se creía que eran actores secundarios en el ecosistema.

Esto lleva a reconsiderar el papel de los cefalópodos en la historia evolutiva del planeta. Quizás, en vez de adaptarse tras un cataclismo, estos animales fueron los precursores de una nueva era de depredadores inteligentes y veloces que hoy dominan los océanos modernos.

Un cambio de paradigma

Los hallazgos realizados por el equipo de Hokkaido no son simplemente una acumulación de fósiles bien preservados. Constituyen una puerta de entrada a una etapa de la historia natural del planeta que había permanecido prácticamente invisible. En vez de fósiles espectaculares pero escasos, la paleontología comienza a asomarse al microregistro, a los detalles mínimos que, sumados, cambian el panorama completo.

Este tipo de investigaciones, que combinan nuevas tecnologías con viejas preguntas, están revelando que el pasado de la vida en la Tierra fue mucho más dinámico, complejo y diverso de lo que habíamos imaginado.

Ahora que se ha demostrado la eficacia de este método y la abundancia de información que puede revelar, es probable que otras colecciones fósiles pasen por el mismo proceso. Japón, en este sentido, podría convertirse en un referente mundial en el estudio de microfósiles marinos.

Y quizás, gracias a estas nuevas ventanas al pasado, pronto descubramos que los océanos de la era de los dinosaurios eran tan ricos y variados como los que hoy recorren nuestros submarinos. Solo que, hasta ahora, no habíamos sabido dónde mirar.

Referencias

  • Shin Ikegami et al, Origin and radiation of squids revealed by digital fossil-mining, Science (2025). DOI: 10.1126/science.adu6248

Cortesía de Muy Interesante



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