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El presidente Donald Trump sorprendió en mayo pasado cuando criticó con dureza las políticas intervencionistas de sus predecesores en la presidencia de Estados Unidos.
“Al final, los llamados constructores de naciones destruyeron muchas más naciones de las que construyeron”, dijo haciendo una clara referencia a la polémica invasión de Irak de 2003.
“Y los intervencionistas intervinieron en sociedades complejas que ni siquiera entendían”, añadió.
En estas palabras pronunciadas durante una visita a Riad, la capital de Arabia Saudita, algunos analistas vieron una sugerencia de que, al menos durante su gobierno, el intervencionismo estadounidense en Medio Oriente sería cosa del pasado.
Pero poco más de un mes después se darían cuenta de que estaban equivocados.
El sábado 21 de junio, Estados Unidos llevó a cabo un ataque a tres instalaciones nucleares en Irán arrastrando a Washington al más reciente conflicto de la región, que enfrentó a Irán e Israel durante casi dos semanas.
Con su asalto, Estados Unidos -e Israel- buscaban acabar con los sueños nucleares de Irán.
“Nuestro objetivo era destruir la capacidad de enriquecimiento nuclear de Irán y frenar la amenaza nuclear que representaba el principal Estado patrocinador del terrorismo a nivel mundial”, afirmó Trump poco después del ataque.
Pero la historia muestra que cuando Occidente ha intervenido en la región para “solucionar” algún problema, no siempre todo ha salido acorde al plan.
Según el autor libano-estadounidense Fawaz Gerges, profesor de Política de Oriente Medio y Relaciones Internacionales en la London School of Economics and Political Science, el intervencionismo de EE.UU. ha sido una constante en las relaciones internacionales de Medio Oriente desde finales de la década de 1940.
“Los recientes ataques aéreos estadounidenses contra Irán son otro claro ejemplo de esa política”, le dice a BBC Mundo el autor de “What Really Went Wrong: The West and the Failure of Democracy in the Middle East” (Lo que realmente salió mal: Occidente y el fracaso de la democracia en Medio Oriente).
En esta nota hacemos un repaso histórico con cuatro ejemplos de intervencionismo estadounidense en Medio Oriente y analizamos sus consecuencias.
1- Golpe de Estado en Irán (1953)
En 1953, el primer ministro de Irán, Mohammad Mossadeq, quien había sido elegido democráticamente, fue derrocado en un golpe de Estado liderado por el ejército iraní y apoyado por Estados Unidos y Reino Unido.
Mossadeq había llegado al poder tan solo dos años antes con la promesa de nacionalizar las vastas reservas petroleras de Irán.
Pero esto, sumado a una aparente amenaza comunista, preocupaba a Londres y a Washington, cuyas economías de posguerra dependían en gran medida del petróleo iraní.
Inicialmente, se presentó como un levantamiento popular en apoyo del sha Mohammad Reza Pahlavi, pero detrás de la insurgencia estaban los servicios de inteligencia británicos y estadounidenses.

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En el año 2000, la entonces secretaria de Estado Madeleine Albright habló abiertamente del papel de Estados Unidos en el golpe.
Años más tarde, en 2009, el entonces presidente Barack Obama ofreció un discurso en El Cairo en el que también admitió el rol de Washington en lo ocurrido.
En 2013, 60 años después del golpe, la CIA publicó documentos en los que por primera vez reconocía su rol en el golpe de Estado.
“El golpe militar… se llevó a cabo bajo la dirección de la CIA como un acto de política exterior estadounidense”, dice un extracto de los documentos publicados por el Archivo de Seguridad Nacional.
Fawaz Gerges afirma que el conflicto actual entre Estados Unidos e Irán tiene sus raíces en aquella intervención encubierta estadounidense en Irán.
“Los iraníes nunca han perdonado a Estados Unidos por derrocar a un primer ministro legítimo y elegido democráticamente e instalar a un dictador brutal, el sha de Irán, como gobernante absoluto del país”, explica.
“El antiamericanismo en Irán que se ve hoy en día se debe a que la élite política culpa a Estados Unidos por haber cambiado la trayectoria de la política iraní”.
Gerges resalta que EE.UU. también trató de influir en las políticas de Gamal Abdel Nasser en Egipto y cambiar el rumbo de su proyecto nacionalista, pero sin mucho éxito.
2 – El apoyo de EE.UU. a los talibanes en Afganistán
En 1979, un año después de un golpe de Estado en Afganistán, el ejército soviético invadió el país para apoyar a su gobierno comunista, luchando en contra de un movimiento islamista de resistencia, conocido como los muyahidines.
Este grupo, formado por extremistas islámicos yihadistas que se oponían al gobierno comunista, contaba con el apoyo de Estados Unidos, Pakistán, China y Arabia Saudita, entre otros países.
En plena Guerra Fría, Washington fue uno de los países que más les suministró armas y dinero con el objetivo de entorpecer los objetivos de la URSS.

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Según revelaron documentos desclasificados, investigaciones periodísticas y testimonios años después, EE.UU. buscaba que la Unión Soviética se viera atrapada en Afganistán en un “lodazal” que consumiera vidas y recursos como el que el ejército estadounidense había sufrido en la guerra de Vietnam.
La misión fue bautizada como “Operación Ciclón” y la prensa de la época la describió como la “mayor operación encubierta en la historia de la CIA”.
El entonces presidente Ronald Reagan llegó incluso a recibir a una delegación de líderes yihadistas en el Despacho Oval.
En septiembre de 1988, después de 9 años de intervención, el premier soviético, Mijaíl Gorbachov, ordenó la retirada de las fuerzas soviéticas de Afganistán.
Pero el país quedó sumido en una guerra civil entre diversas facciones y un gobierno que, sin el apoyo de la URSS, no tardó en caer.
La guerra se intensificó hasta que en 1994 aparecieron los talibanes en la ciudad sureña de Kandahar, donde pronto ganaron popularidad presentándose como una suerte de estudiantes guerreros cuyas filas se nutrían de jóvenes de la etnia pastún.
Muchos de sus líderes habían luchado en el movimiento muyahidín contra la ocupación soviética y habían recibido armas estadounidenses y de otros países.
En 1996, los talibanes conquistaron Kabul e impusieron un régimen integrista islámico que pronto sería condenado a nivel mundial por sus violaciones a los derechos humanos.
Introdujeron o apoyaron castigos acordes con su estricta interpretación de la sharia.
Los asesinos y adúlteros convictos debían ser ejecutados públicamente, los ladrones sufrían amputaciones, los hombres debían dejarse crecer la barba y las mujeres usar un burka que les cubriera todo el cuerpo desde la cabeza a los pies y con una malla a la altura de los ojos para permitir que la mujer pueda ver.
Prohibieron la televisión, la música y el cine, y que las niñas mayores de 10 años asistieran a la escuela, entre otras cosas.
Asimismo, tras la guerra soviética-afgana, un grupo de veteranos creó la organización Al Qaeda para expandir la lucha islamista más allá de Afganistán.
Los talibanes le proporcionaron a esta organización y a su líder, Osama bin Laden, un refugio para sus operaciones y para idear planes como los ataques del 11 de septiembre de 2001.

“Esfuerzos de equilibrio”, de la Guerra Fría a la actualidad
Waleed Hazbun, profesor de Estudios de Medio Oriente en el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Alabama, argumenta que durante la Guerra Fría la mayoría de las intervenciones estadounidenses en la región podrían describirse como “esfuerzos de equilibrio”.
“Buscaban contrarrestar toda fuerza política opuesta a los intereses Estados Unidos y sus aliados”, le dice a BBC Mundo.
El politólogo libanés afirma que la intervención liderada por Estados Unidos en la Guerra del Golfo (1990-1991) sirve como ejemplo.
“Fue un intento de contrarrestar la invasión iraquí de Kuwait. Se logró restablecer la soberanía kuwaití y tras el fin de la Guerra Fría hubo conversaciones entre los responsables políticos y dirigentes estadounidenses en la región para buscar maneras de abordar las necesidades de seguridad comunes en la región”.
Sin embargo, Hazbun considera que luego comenzó otro enfoque bajo la administración del expresidente Bill Clinton.
“Se buscó organizar una arquitectura de seguridad que sirviera a los intereses estadounidenses y a su visión de orden regional”, señala.
“Esto incluyó, por un lado, centrarse en el proceso de paz y la normalización de las relaciones árabe-israelíes, para que todos los países árabes pudieran alinearse con EE. UU. e Israel, pero también conteniendo a Irán e Irak (una política conocida como ‘doble contención’) mediante medios militares y sanciones”.
En ocasiones, el intervencionismo de EE.UU. ha ido de la mano con un apoyo a Israel que ha sido calificado como “incondicional e inquebrantable” por dirigentes estadounidenses.
Desde la Segunda Guerra Mundial, Israel ha sido el mayor receptor general de ayuda exterior estadounidense y ha recibido cada año miles de millones de dólares en ayuda militar.
Según datos de los departamentos de Defensa y Estado, desde 1951 hasta 2022 la ayuda militar estadounidense a Israel, ajustada a la inflación, ha sido de US$225.200 millones.

3 – Invasión a Afganistán (2001)
En octubre de 2001, Estados Unidos lideró una nueva invasión a Afganistán para expulsar a los talibanes.
La potencia invasora prometió apoyar la democracia y eliminar la amenaza terrorista de Al Qaeda, tras los ataques del 11 de septiembre.
Rápidamente, Washington logró hacerse con Kabul, la capital del país, y obligó a los talibanes a entregar el poder.
Tres años después, un nuevo gobierno afgano asumió la presidencia.
Pero los sangrientos ataques de los talibanes continuaron.

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En 2009, el entonces presidente Barack Obama anunció un aumento de tropas que ayudó a hacer retroceder a los talibanes, pero no por mucho tiempo.
En 2014, que terminó siendo el año más sangriento de la guerra desde 2001, las fuerzas de la OTAN finalizaron su misión y le delegaron la responsabilidad de la seguridad al ejército afgano.
Esta acción le permitió al Talibán conquistar más territorios.
Al año siguiente, el grupo seguía ganando fuerza y lanzó una serie de atentados suicidas. Se atribuyó ataques contra el edificio del parlamento en Kabul y otro en las inmediaciones del aeropuerto internacional de la capital.
Finalmente, el gobierno de Joe Biden decidió retirar las tropas de su país de Afganistán en abril de 2021, tras 20 años de la invasión liderada por EE.UU.
Fue una polémica decisión que llevó a la rápida caída de Kabul, la capital afgana, a manos de los talibanes.
La caída de Kabul ha sido comparada con los eventos en Vietnam del Sur.
“Este es el Saigón de Joe Biden”, afirmó en la red social X la congresista republicana Elise Stefanik.
“Un fracaso desastroso en la escena internacional que nunca será olvidado”.
Los talibanes consiguieron alrededor de un millón de armas y equipo militar -en su mayoría financiados por Estados Unidos- cuando recuperaron el control de Afganistán en 2021, según un exfuncionario afgano que habló anónimamente con la BBC.
Un informe de la ONU de 2023 indicó que los talibanes permitieron a los comandantes locales retener el 20% de las armas estadounidenses incautadas, y que como resultado, el mercado negro floreció.
Dentro de las más recientes medidas adoptadas por los talibanes se encuentra una red de 90.000 cámaras utilizadas para vigilar la vida cotidiana de millones de personas.
Las autoridades talibanes dicen que la vigilancia es necesaria para ayudar a combatir el crimen, pero los críticos temen que se utilice para reprimir la disidencia y vigilar el cumplimiento del estricto código de moralidad impuesto por los talibanes de línea dura.
4 – Invasión a Irak (2003)
La historia de la invasión a Irak (2003) se remonta a agosto de 1990, cuando el ejército iraquí, comandado por el entonces presidente Saddam Hussein cruzó la frontera hacia Kuwait, matando a cientos de personas que se resistieron a la invasión y obligando al gobierno kuwaití a exiliarse en Arabia Saudita.
Expertos afirman que este fue “uno de los errores más grandes” de Saddam Hussein.
Para muchos, esta fecha marcó el comienzo de una larga y turbulenta etapa en la historia de Medio Oriente.
Tras múltiples advertencias y una resolución del Consejo de Seguridad de ONU, una coalición -la más grande desde la II Guerra Mundial- liderada por EE.UU. y apoyada principalmente por Arabia Saudita y Reino Unido, emprendió una misión para expulsar a las fuerzas iraquíes de Kuwait el 17 de enero de 1991.
Posteriormente, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 687, exigiendo a Irak que destruyera todas sus armas de destrucción masiva, término utilizado para describir armas nucleares, biológicas y químicas, así como misiles balísticos de largo alcance.

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En 1998, Irak suspendió la cooperación con los inspectores de armas de la ONU y, tras los ataques a las torres gemelas de Nueva York y al Pentágono en Estados Unidos, el expresidente George W. Bush comenzó a hacer planes para invadir Irak.
Bush acusó a Hussein de seguir almacenando y fabricando armas de destrucción masiva y alegó que Irak formaba parte de un “eje del mal” internacional, junto a Irán y Corea del Norte.
El entonces secretario de Estado de EE. UU., Colin Powell, afirmó ante la ONU en 2003 que Irak albergaba “laboratorios móviles” para producir armas biológicas.
Pero en 2004 reconoció que la evidencia “no parece ser tan sólida”.
Reino Unido, Australia y Polonia participaron en la invasión, pero muchos países, entre ellos Alemania, Canadá, Francia y México, se opusieron.
El entonces ministro de Asuntos Exteriores francés, Dominique de Villepin, dijo que una intervención militar sería “la peor solución posible”, mientras que Turquía, miembro de la OTAN y vecino de Irak, se negó a que Estados Unidos y sus aliados utilizaran sus bases aéreas.
Waleed Hazbun, profesor de Estudios de Medio Oriente en el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Alabama, le dice a BBC Mundo que con la invasión a Irak, EE.UU. buscaba un cambio de régimen y así imponer su propia visión de seguridad en la región.
Según el periodista Jeremy Bowen, editor internacional de la BBC y especialista en Medio Oriente, la invasión fue una catástrofe para Irak y su pueblo, y sumió al país en décadas de caos.
“Lejos de destruir la ideología de Osama Bin Laden y los extremistas yihadistas, los años de caos y brutalidad que se desataron en 2003 intensificaron la violencia yihadista”, afirmó en 2023, en un análisis publicado para marcar 20 años de la invasión.
Otra consecuencia de la invasión es que Al Qaeda, fragmentada temporalmente por una alianza entre estadounidenses y tribus sunitas, se regeneró y dio paso al aún más sangriento autodenominado Estado Islámico.
Nadie sabe con exactitud cuántos iraquíes murieron como consecuencia de la invasión de 2003.
Según cifras del Proyecto de recuento de cadáveres en Irak (IBC), una iniciativa para registrar las muertes de civiles tras la invasión, 209.982 civiles iraquíes fueron asesinados entre 2003 y 2022.
Para hacer cambiar el rumbo de la región, Waleed Hazbun asegura que la región necesita que EE.UU. apoye los esfuerzos regionales para promover la seguridad entre las naciones que conforman el Medio Oriente.
“Hace falta apoyo para que la misma región trate de resolver sus conflictos”, añade.
“Los intereses globales de EE.UU. podrían verse mejor servidos por una región que trabaje hacia entendimientos compartidos de seguridad regional en lugar de imponer un orden regional mediante la abrumadora fuerza militar de EE.UU. y sus aliados”.

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Cortesía de BBC Noticias
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