La historia real de la propaganda: cómo el Imperio persa, Roma y las religiones crearon el arte de controlar masas

La historia no solo se escribe con sangre, también con palabras. Y pocas armas han sido tan poderosas —y tan sutiles— como la propaganda. Es fácil pensar en ella como un fenómeno del siglo XX, asociado al nazismo, la Guerra Fría o los regímenes totalitarios, pero su origen es mucho más antiguo, complejo y fascinante. Desde los templos persas hasta las redes sociales contemporáneas, los poderes han recurrido siempre a la manipulación simbólica para controlar, emocionar o movilizar a las masas.

Lo más inquietante de la propaganda es su capacidad para camuflarse. Puede esconderse detrás de un poema épico, de una imagen cuidadosamente elegida, de una bandera ondeando al viento o incluso de una campaña publicitaria aparentemente inofensiva. La línea que separa la persuasión legítima de la manipulación interesada es difusa, y quienes han detentado el poder lo han sabido siempre. Por eso, conocer su historia es también una forma de defensa.

Aristóteles ya hablaba del poder del logos como arma de convicción, pero fue con la llegada de las religiones organizadas, los imperios y, más tarde, los Estados modernos, cuando la propaganda comenzó a adquirir una estructura más definida. Y en el siglo XX, con la aparición de los medios de comunicación de masas, alcanzó una sofisticación sin precedentes. No es casualidad que figuras como Hitler o Lenin comprendieran mejor que nadie su potencial. Y tampoco lo es que las dictaduras del presente sigan usando las mismas herramientas, adaptadas al formato digital.

Comprender cómo nace y evoluciona la propaganda es clave para entender nuestro presente. Por eso, en exclusiva para los lectores de este medio, compartimos a continuación un extracto del capítulo “Orígenes y tipos de propaganda”, perteneciente al libro Propaganda nazi. La maquinaria de manipulación y represión en el Tercer Reich, escrito por el historiador Juanjo Ortiz y publicado por la editorial Pinolia. Una lectura imprescindible para quienes deseen mirar con lucidez el poder de las palabras… y sus trampas.

Orígenes y tipos de propaganda, escrito por Juanjo Ortiz

La propaganda comenzó a echar sus raíces en la Antigüedad. Ya en el siglo VI a. C., Aristóteles teorizó sobre que la persuasión se podía lograr a través de la palabra hablada (logos). Creía en la importancia de usar un lenguaje persuasivo para que la gente se pusiera de su lado. Muchos escritores antiguos llevaron esta idea un paso más allá al incorporar imágenes en sus escritos. Un ejemplo son Homero y Virgilio, que usaron representaciones dramáticas en sus poemas épicos para captar la atención de sus audiencias.

Se puede considerar como una de las primeras formas de propaganda política la proskynesis, un acto ritual de saludo y respeto a una divinidad o a una persona de rango superior consistente en enviar un beso o postrarse. Según el historiador griego Heródoto, si dos persas de la misma categoría se encontraban, se besaban en los labios a modo de saludo; si uno de los dos era de un nivel sensiblemente inferior, besaba al otro en la mejilla; y si uno de los dos era de jerarquía muy inferior, se postraba frente al otro. De acuerdo con su condición, los súbditos del rey debían inclinarse, arrodillarse, arquearse o lanzar un beso hacia él. Esta tradición se remonta al Imperio persa y se realizaba en la corte para mostrar respeto por el emperador. Más tarde, fue adoptado por el Senado romano como un acto de cortesía hacia el emperador Diocleciano después de su conversión del paganismo al cristianismo, aunque existe alguna evidencia de que una manera informal de proskynesis ya se practicaba en la corte de Septimio Severo. Cuando Constantino adoptó esta costumbre, la proskynesis se convirtió también en un símbolo de lealtad para sus seguidores.

El uso de símbolos, como las banderas, para transmitir mensajes importantes es otra forma de propaganda que se usó con frecuencia durante la Reforma del siglo XVI. De hecho, muchos de los emblemas todavía se usan en la actualidad con el protestantismo. El león y el unicornio fueron dos de los más utilizados del movimiento de la Reforma. Ambas criaturas representaban el espíritu de Cristo, por lo que los partidarios las usarían para representar su lealtad.

En la literatura de la antigua Grecia encontramos una de las primeras referencias a la propaganda de la historia: en la descripción del discurso de Agamenón a las fuerzas reunidas de la Liga Aquea en Troya, que aparece en el libro III de la Ilíada. Los griegos también utilizaron varias formas de medios visuales para transmitir su mensaje a sus audiencias, incluidas pinturas, mosaicos y esculturas. Roma desarrolló su propio estilo de propaganda a partir del siglo I a. C. en forma de espectáculos públicos creados para levantar la moral e inspirar a los ciudadanos a apoyar el esfuerzo bélico. Estas representaciones a menudo presentaban disfraces y accesorios elaborados que fueron diseñados específicamente para la ocasión.

Aristóteles
Cómo surgió la manipulación de masas desde los rituales persas hasta la era moderna. Foto: Istock

Como arma de guerra, en el 432 a. C., Esparta utilizó la propaganda para desestabilizar a Atenas en los preparativos de la guerra del Peloponeso. Pero, según veremos más adelante, la propaganda no se limita a los escritos e irá avanzando con los nuevos elementos de que se vaya disponiendo. Ya en la antigua Roma, Julio César creó la llamada Acta Diurna, un documento en el que se publicaban los éxitos políticos, crecimiento económico y victorias en el campo de batalla de Roma, muchos de ellos inventados. Las guerras son el escenario perfecto para la proliferación de la propaganda, ya que «la primera víctima cuando llega la guerra es la verdad». Ya desde que se avecinó el conflicto proliferaron ideas como el patriotismo, el sacrificio o el desprecio y el odio hacia el enemigo, reforzadas por elementos propagandísticos en forma de discursos, carteles, películas o cualquier elemento que fuera útil. Los mensajes propagandísticos intentaron evitar la desmoralización y el derrotismo, y al mismo tiempo tener el control de la información.

Aunque utilizada en la era moderna tras la Revolución francesa, en la que aparecieron los primeros discursos de propaganda procedentes de las asambleas o de los comités revolucionarios y del Gobierno de Napoleón Bonaparte, la propaganda fue usada durante los gobiernos coloniales del siglo XVIII y XIX . La Primera Guerra Mundial suele ser el ejemplo por antonomasia de los males de la propaganda, pero lo cierto es que solo marcó el comienzo de una nueva táctica que se volvería más común y descarada con cada nuevo conflicto en el que se empleará.

Es a partir de los años 20, con la irrupción del marxismo y el nazismo, cuando adquiere un nivel técnico superior, gracias al uso de otras ciencias que la potencian, como la psicología o la sociología, al igual que el nacimiento de los medios de comunicación de masas como la radio o el cine. Harold D. Lasswell afirmó en 1927 que «la propaganda es uno de los más poderosos instrumentos en el mundo moderno».

Etimológicamente, el término propaganda proviene del latín propagare, que sería la práctica de reproducir plantas en jardinería o agricultura mediante la introducción en la tierra de esquejes (propages) frescos de una planta para multiplicarla. En 1622 aparece la Congregatio de Propaganda Fide (Congregación para propagar la fe), una congregación de la curia romana fundada por el papa Gregorio XV, tras la guerra de los Treinta Años, con la finalidad de difundir la fe cristiana. En la actualidad su nombre es Congregatio pro Gentium Evangelisatione (Congregación para la Evangelización de los Pueblos).

Las definiciones son variadas y cada una de ellas aporta datos interesantes. Quizás la más sencilla, ya que no toma en cuenta las características de la propaganda y que posiblemente se ajuste más al concepto de publicidad, sea la del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. En su primera acepción la define como «acción y efecto de dar a conocer algo con el fin de atraer adeptos o compradores». Las dos siguientes son «textos, trabajos y medios empleados para la propaganda» y «asociación cuyo fin es propagar doctrinas, opiniones, etc.».

Otra definición, sencilla, precisa y neutral, es la aportada por Violet Edwards:

Propaganda es la expresión de una opinión o una acción por individuos o grupos, deliberadamente orientada a influir opiniones o acciones de otros individuos o grupos para unos fines predeterminados y por medio de manipulaciones psicológicas.

Más completa sería la aportada por el psicólogo Kimball Young, presidente de la American Sociological Association, en 1945:

La propaganda es el uso sistemático más o menos deliberadamente planeado de símbolos, principalmente mediante sugestión y técnicas psicológicas similares, con la intención de alterar y controlar opiniones, ideas, valores y, en última estancia, cambiar acciones públicas con arreglo a unas líneas predeterminadas. Se mueve en una estructura determinada sin la cual no pueden comprenderse sus aspectos psicológicos y culturales.

Aun así, Young centra la propaganda en símbolos, cuando hay otros elementos que se pueden utilizar, como la voz y la palabra, y sobre ese aspecto ya tomó nota Adolf Hitler.

Hay otras definiciones como la de Leonard W. Doob en Public Opinion and Propaganda:

La propaganda es el intento de sistemático de controlar actitudes y, por consiguiente, las acciones de grupos de individuos mediante el empleo de la sugestión.

Aunque es cierto que con el uso de la propaganda se intentan controlar las actitudes de los sujetos receptores, la «sugestión» se consigue mediante la redundancia en el mensaje, pese a que contenga ligeras modificaciones. Política y manipulación siempre han estado muy unidas. Para ejercer la persuasión es necesario que el cerebro procese el mensaje, mientras que con la manipulación basta con recurrir a la emoción. Por supuesto, esta no tiene sentido si no hay un auditorio dispuesto a ser manejado. Sin embargo, el manipulador también ha de estudiar qué es lo que puede movilizar a las masas. Principalmente sus deseos y sus miedos. Se tiende a pensar que todos los manipulados son individuos ignorantes, pero en realidad son tan solo personas con un vacío que el manipulador sabe llenar.

En resumen, la propaganda es, básicamente, un sistema de comunicación que persigue de distintos modos influir y moldear las ideas o actitudes de un grupo, comunidad o nación respecto a alguna causa, sea esta política o de otra índole. Para conseguir la máxima eficacia debe ser difundida repetidamente, mediante el empleo de diferentes medios, para llegar al mayor número de personas y lograr obtener el resultado deseado. En clara oposición a la información imparcial, la propaganda únicamente aporta una información sesgada para influenciar a la audiencia.

El modo más frecuente es presentar la noticia o los hechos, seleccionando tan solo los elementos que son necesarios para la propaganda, omitiendo deliberadamente los que puedan contradecir el mensaje propagandístico. En especial, desde el pasado siglo XX el término «propaganda» ha ido adquiriendo una connotación sumamente negativa, debido a su uso como método de manipulación de masas, pero en su sentido original el significado era neutro.

Podemos distinguir entre propaganda primaria o secundaria según el tipo de emisor de esa propaganda. La primaria sería la que tiene su origen directamente en quien posee o busca el poder, y la secundaria la que proviene de un emisor diferente, pero que busca la misma finalidad. Sería, por ejemplo, la del seguidor de un partido político que apoya a este con su mensaje. Teniendo en cuenta el tipo de mensaje, según el profesor de la Universidad de Sevilla, Antonio Pineda Cachero, encontramos tres clases: la propaganda de afirmación, en la que se citan tan solo las cualidades propias; la propaganda de negación, que busca el efecto opuesto mostrando los defectos del contrario, y la propaganda de reacción, en la que se ponen frente a frente las ventajas propias y las desventajas del contrario.

Para el catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, Alejandro Pizarroso Quintero, podríamos establecer otros tres tipos de clasificación. La primera tendría en cuenta el propio mensaje y su carácter más o menos directo. Un mensaje sería considerado como «explícito» al corresponder exactamente con la intención del propagandista. Menos directo, pero correspondiendo con la intención del emisor y asociado a otros aspectos más claramente percibidos por el emisor, sería considerado «implícito». Por último, estaría el «subliminal », cuando el mensaje está oculto dentro de otro, pero aun así llega de forma inconsciente al receptor. Respecto a la fuente, Pizarroso diferencia tres tipos a los que atribuye tres colores: aquella propaganda en la que el emisor es perfectamente identificable con un mensaje preciso sería la propaganda blanca. La negra se da cuando la fuente es deliberadamente falsa, independientemente de que la información sea veraz o no. Es el caso de las radios que se hacen pasar por ofic ales cuando en realidad están creadas por el enemigo. Entre ambas se encuentra la propaganda gris. En esta, la fuente o el mensaje son dudosos. No se pueden identificar correctamente. En este caso se suelen utilizar fórmulas del estilo a «según fuentes consultadas…» o «según se comenta…».

Para terminar, Pizarroso propone dos tipos más, dependiendo del sentido de la propaganda. La vertical sería la tradicional porque viene desde el poder o los altos estamentos y su receptor es un elemento pasivo. La horizontal es la que se lleva a cabo desde el interior de un grupo en el que, supuestamente, todos los individuos son iguales o del mismo nivel. Este tipo de propaganda se utilizó dentro de las SS, donde cada uno de sus miembros estaba obligado a leer Das Schwarze Korps, el panfleto de la organización, y hacérselo leer al resto de los camaradas de armas, pasándoselo entre ellos.

El autor Edmundo González Llaca en su obra Teoría y práctica de la propaganda las clasifica como propaganda de integración, que corresponde al Estado y a los que este beneficia. Se usan estrategias a nivel nacional o regional que inculquen en las gentes la voluntad de lucha contra el enemigo del Estado mediante un sentimiento de permanencia al conjunto de la nación; propaganda de agitación, que usa un número limitado de ideas que llegue a un gran grupo de personas y que provoque ciertas acciones concretas; propaganda negra o acción psicológica son los rumores o bulos en los que no hay un emisor claro; propaganda electoral, que busca sumar simpatizantes, seguidores o el voto del ciudadano aprovechándose de las inquietudes o la personalidad del votante; propaganda de guerra, la guerra psicológica que es complementaria a las operaciones militares; y la contrapropaganda, que contraataca a la propaganda del contrario y con la que minar la credibilidad del oponente.

Libro Propaganda nazi

Cortesía de Muy Interesante



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