¿Vas a veranear en alguna playa de Cádiz? Mientras te debates en qué hacer con el calor, te traemos una propuesta. Pues vas a un lugar donde la ciencia es protagonista. La provincia de Cádiz, incluyendo su capital y localidades como San Fernando o Sanlúcar de Barrameda, ha sido cuna de numerosos científicos históricos. En campos como la física, la química, las matemáticas o la biología, varios gaditanos han realizado aportaciones notables. A continuación presentamos una selección de destacados científicos nacidos en tierras gaditanas, con una reseña biográfica de su vida, sus contribuciones científicas y el papel de instituciones locales en su formación o trayectoria.
José Celestino Mutis (1732–1808) – Botánico y matemático gaditano
José Celestino Mutis, nacido en Cádiz en 1732, fue un polímata ilustrado: médico, botánico, matemático, geógrafo y sacerdote católico. Estudió Medicina y Cirugía en el Real Colegio de Cirugía de Cádiz –pionero centro médico de la época– y completó su formación en la Universidad de Sevilla. Tras ejercer en el Hospital de Cádiz, en 1760 partió a América como médico del virrey en el Nuevo Reino de Granada (actual Colombia). Allí desarrolló una brillante carrera científica, siendo uno de los máximos exponentes de la Ilustración científica española en ultramar. Mutis es especialmente conocido por liderar la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada (iniciada en 1783). En esta expedición –considerada la primera de su tipo en territorio colombiano– se catalogaron miles de especies americanas de flora y fauna, con más de 2.700 especies descritas, contribuyendo enormemente al conocimiento de la biodiversidad tropical. Además, se le atribuye el estudio de las propiedades de la quina (corteza de Cinchona), planta usada para tratar la malaria, cuyo “redescubrimiento científico” en América se debe en buena medida a sus investigaciones. Mutis impartió también docencia en ciencias naturales y matemáticas en Bogotá, difundiendo las teorías científicas modernas. De hecho, fue de los primeros en Hispanoamérica en abrazar el modelo heliocéntrico de Copérnico y la física newtoniana, lo que le llevó a tener que defender ante la Inquisición, en 1774, la enseñanza de las teorías astronómicas avanzadas de su época. Esta defensa ilustrada –en la que abogó por enseñar las ideas de Copérnico y la física newtoniana en lugar de la escolástica tradicional– refleja su papel innovador en la ciencia colonial. Mutis dejó un legado perdurable: sus extensas colecciones botánicas sentaron bases para la botánica en Colombia, e introdujo métodos científicos rigurosos. Fue miembro de la Real Academia Sueca de Ciencias y es honrado con el género de plantas Mutisia en su nombre. Su trayectoria ejemplifica la conjunción de talento local gaditano e instituciones ilustradas (como el Colegio de Cirugía de Cádiz) en la formación de científicos de talla internacional.

Vicente Tofiño de San Miguel (1732–1795) – Marino, cosmógrafo y astrónomo
En 1732 nacía en Cádiz Vicente Tofiño de San Miguel, quien llegaría a ser uno de los más importantes cosmógrafos y navegantes de la España ilustrada. Tofiño estudió física experimental e ingresó en la Armada Española, donde destacó por sus aptitudes científicas. En 1755 fue llamado por el célebre marino Jorge Juan para ejercer como profesor de matemáticas en la Real Academia de Guardias Marinas de Cádiz. Allí comenzó una prolífica carrera formando a oficiales en geometría, navegación y astronomía. En 1768 fue nombrado director de dicha Academia Naval (cargo que ocuparía hasta 1789) y más adelante dirigió también las academias navales de Ferrol y Cartagena, reflejo de su prestigio dentro de la Armada. Como científico, Tofiño realizó notables observaciones astronómicas. Por ejemplo, en junio de 1769 observó desde Cádiz el tránsito de Venus por el Sol, aprovechando un eclipse, y publicó sus resultados con gran rigor. Asimismo, contribuyó a la creación del Observatorio astronómico de la propia Academia gaditana, sentando bases para la astronomía naval en España. Sin embargo, su mayor aportación fue en la cartografía náutica: Tofiño emprendió la ardua tarea de mapear sistemáticamente las costas españolas. Fruto de sus expediciones e investigaciones, publicó el Derrotero de las costas de España (Mediterráneo, 1787) y otro para las costas atlánticas y las islas Azores (1789), además de una colección de cartas esféricas de las costas de España y norte de África (1788). Estas obras cartográficas fueron de enorme utilidad práctica para la navegación y le granjearon fama internacional; de hecho, la precisión de sus mapas convirtió a Tofiño en referencia obligada de la cartografía española del siglo XVIII. Tofiño alcanzó el rango de Jefe de Escuadra (almirante) y participó en campañas como la expedición contra Argel (1775) y el sitio de Gibraltar (1779–1782). Su prestigio traspasó fronteras: fue miembro de academias científicas europeas, incluida la Academia de Ciencias de Francia. Falleció en 1795 en San Fernando (Cádiz) y sus restos descansan en el Panteón de Marinos Ilustres. Vicente Tofiño representa cómo un gaditano, apoyado por instituciones locales como la Academia de Guardiamarinas, pudo liderar avances en física naval (astronomía de posición, geodesia) y cartografía, situando a la ciencia náutica española a la altura de las potencias del momento.

Antonio Hugo de Omerique (1634–1705) – Eminente geómetra del Barroco
Mucho antes de la Ilustración, en plena época barroca, destacó la figura de Antonio Hugo de Omerique, matemático nacido en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) en 1634. Omerique vivió en Cádiz, ciudad comercial donde tuvo acceso a círculos ilustrados locales a pesar del relativo aislamiento científico de la España del siglo XVII. Fue discípulo del jesuita checo Jacobo Kresa, profesor en Cádiz, quien le transmitió los avances matemáticos europeos. Antonio de Omerique compaginó el comercio (trabajó como contador en el ámbito de la Carrera de Indias) con su pasión por las matemáticas, llegando a convertirse en el geómetra español más eminente de su siglo. La obra cumbre de Omerique es el tratado “Analysis geometrica sive nova et vera methodus…” publicado en 1698. En este texto, Omerique propone un método novedoso que combina el análisis algebraico con la geometría clásica para resolver problemas geométricos y aritméticos. Su Análisis Geométrico introduce conceptos adelantados a su tiempo –como las “cantidades lineangulares” y construcciones trigonométricas generales– con el objetivo de simplificar la resolución de problemas de geometría. La profundidad y originalidad de esta obra fueron tales que Isaac Newton en persona la elogió al poco de su aparición. En una carta de 1699 (incluida después en su Aritmética Universal), Newton calificó el trabajo de Omerique como “una obra juiciosa y de valor… expone de la forma más sencilla el método de restaurar el análisis de los antiguos… su método conduce a soluciones más sencillas y elegantes que las obtenidas por el álgebra moderna”. Que Newton –parco en halagos– destacase el mérito de Omerique da idea de la relevancia de este gaditano en la historia de las matemáticas. Aunque varias de sus obras manuscritas se perdieron (se sabe que escribió tratados de aritmética y trigonometría que no se conservan), la influencia de Omerique perduró. Su Analysis geometrica se considera la obra matemática española más valiosa del Barroco y figura entre las pocas contribuciones hispanas de primer rango en la historia universal de las matemáticas. Un ejemplar original de este libro se custodia hoy en la biblioteca científica del Real Instituto y Observatorio de la Armada en San Fernando, señal de la importancia que la Armada dio a preservar este legado científico. Antonio Hugo de Omerique fue, en suma, un brillante pionero matemático surgido de Cádiz en un período de escasez científica nacional, que conectó el saber local con la revolución científica europea del XVII.

Cecilio Pujazón y García (1833–1891) – Marino y astrónomo del Observatorio de San Fernando
La localidad de San Fernando ha estado estrechamente ligada a la astronomía y la ciencia naval, gracias al Real Instituto y Observatorio de la Armada (ROA) fundado en el siglo XVIII. Uno de sus directores más ilustres fue el marino y astrónomo Cecilio Pujazón y García, nacido en San Fernando en 1833. Pujazón ingresó en la Armada y desarrolló una notable carrera científica en el Observatorio isleño. En 1869 fue nombrado director del Observatorio de San Fernando –siendo capitán de navío– consolidando la tradición astronómica gaditana. Desde este puesto, Pujazón impulsó proyectos de alcance internacional y colaboró con la comunidad científica europea en el siglo XIX.
Viaje y observación del cielo: Pujazón se especializó en observaciones astronómicas por todo el mundo. Participó en campañas para estudiar fenómenos celestes de gran relevancia. Por ejemplo, en 1878 viajó a Cuba para observar un eclipse total de Sol, instalando instrumental para registrar el evento. Asimismo, en 1882 organizó, junto a científicos franceses, la observación del tránsito de Venus por el disco solar. En esa ocasión, Pujazón viajó a Puerto Rico y La Habana para establecer estaciones de seguimiento que midieran las distintas fases del tránsito. Su aporte fue clave para el éxito internacional de esas campañas científicas coordinadas.
Cooperación internacional: Pujazón representó a España en varios encuentros científicos: asistió al Congreso Internacional de Meteorología de Londres (1875) y al de Roma (1879), manteniéndose al día de los avances en geofísica. Pero su contribución más destacada vino en la recta final de su vida, cuando se unió al ambicioso proyecto de elaborar un “Mapa del Cielo” (Carte du Ciel). En 1887, Francia lideró en París un esfuerzo global para cartografiar el firmamento mediante astrofotografía, con la participación de múltiples observatorios del mundo. Cecilio Pujazón fue uno de los principales colaboradores de esta empresa, aportando observaciones desde el Observatorio de San Fernando e integrándose en los trabajos en París. De hecho, se desplazó a la capital francesa y allí falleció en 1891, trabajando en la construcción del mapa estelar.
El legado de Pujazón es notable: simboliza la apertura de la ciencia española del XIX a la cooperación internacional. Sus restos fueron repatriados y hoy reposan en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, junto a otros prohombres de la ciencia naval. Bajo su dirección, el Observatorio de San Fernando reforzó su prestigio global –ya desde tiempos de Sánchez Cerquero o Tofiño– sirviendo como puente entre la investigación local y los grandes proyectos científicos del momento. En suma, Pujazón ejemplifica cómo una institución local gaditana (el ROA) formó y apoyó a un científico que contribuyó al avance de la astronomía mundial en el siglo XIX.
Cortesía de Muy Interesante
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