Parece ciencia ficción, pero no lo es: nieva en el desierto más seco del planeta y paraliza el radiotelescopio más potente del mundo

El desierto de Atacama, conocido por ser uno de los lugares más secos del planeta, ha protagonizado un episodio tan inusual como inquietante: una intensa nevada ha cubierto de blanco sus áridas tierras, afectando directamente a las operaciones del mayor radiotelescopio del mundo, el observatorio ALMA. Esta inesperada tormenta ha puesto en pausa la actividad científica en una de las instalaciones más avanzadas del planeta, y al mismo tiempo ha encendido las alarmas entre climatólogos y astrónomos.

La nieve, que no caía con tanta intensidad en esta zona desde hace más de una década, sorprendió incluso a los propios trabajadores del observatorio, quienes se vieron obligados a activar un protocolo de emergencia conocido como “modo supervivencia”. Las antenas del complejo fueron reorientadas para minimizar los daños causados por los fuertes vientos y la acumulación de nieve, mientras el equipo humano se resguardaba de temperaturas gélidas que alcanzaron los 12 grados bajo cero.

Un clima cada vez más impredecible

Aunque la nieve no es completamente desconocida en las zonas más altas del Altiplano andino, lo extraordinario de este evento ha sido su intensidad y la altitud a la que se ha producido. La base del observatorio ALMA, situada a unos 2.900 metros de altura, rara vez experimenta precipitaciones de este tipo. Que haya ocurrido en pleno invierno austral no es sorprendente en sí, pero sí lo es la magnitud del fenómeno, alimentado por una inestabilidad atmosférica poco habitual y por el paso de una masa de aire frío que barrió el norte de Chile con ráfagas de viento de hasta 100 km/h.

El fenómeno no solo paralizó la actividad astronómica, también provocó cortes de energía, inundaciones y el cierre de escuelas en localidades cercanas. La escena, propia de un paisaje alpino, choca con la imagen habitual de un desierto donde algunas zonas pueden pasar décadas sin recibir una sola gota de lluvia.

Cuando el cielo estalla en el lugar más seco de la Tierra

Atacama no es un desierto cualquiera. Su tasa de precipitación anual es tan baja que algunas regiones registran menos de un milímetro de lluvia al año. Es, por excelencia, un laboratorio natural para estudiar el clima extremo y un paraíso para los astrónomos por su atmósfera excepcionalmente seca. Por eso, cualquier alteración en su estabilidad meteorológica es observada con lupa por la comunidad científica internacional.

Esta nevada, más allá del asombro inicial, plantea nuevas preguntas sobre los cambios que están ocurriendo en las dinámicas atmosféricas del planeta. Aunque no se puede afirmar con certeza que sea una consecuencia directa del calentamiento global, varios modelos climáticos ya anticipaban un posible incremento en la frecuencia e intensidad de eventos meteorológicos inusuales, incluso en zonas tan áridas como esta.

El desierto de Atacama, uno de los más áridos del planeta, apenas conoce la lluvia y mucho menos la nieve
El desierto de Atacama, uno de los más áridos del planeta, apenas conoce la lluvia y mucho menos la nieve. Foto: ESO/NOAJ/NRAO

Un gigante de la ciencia en pausa

El observatorio ALMA, compuesto por 66 antenas repartidas a más de 5.000 metros de altura en la meseta de Chajnantor, es una pieza clave en la investigación del universo. Desde allí se captan señales milimétricas provenientes de galaxias lejanas, se estudia la formación de estrellas y se rastrean moléculas orgánicas en sistemas planetarios en gestación.

Pero sus avanzadas capacidades tecnológicas tienen un punto débil: la dependencia de condiciones climáticas extremadamente estables. La humedad del aire, el viento y las precipitaciones pueden interferir con las delicadas observaciones astronómicas. Por eso, una nevada como la reciente no solo obliga a suspender los trabajos por seguridad, sino que representa también una oportunidad perdida para captar datos científicos únicos.

Paradójicamente, los mejores momentos para observar suelen darse justo después de una tormenta, cuando la atmósfera queda limpia y seca. Sin embargo, para que eso ocurra, primero hay que superar los efectos de la propia nevada: retirar la acumulación, inspeccionar cada antena y verificar que todos los sistemas operan correctamente.

¿El futuro de la astronomía en jaque?

El caso de ALMA plantea una cuestión mayor: ¿qué ocurrirá si estos fenómenos se vuelven más frecuentes? ¿Está en riesgo la estabilidad operativa de los observatorios más importantes del mundo? Aunque diseñados para resistir condiciones extremas, los telescopios instalados en cumbres y desiertos dependen en gran medida de la predictibilidad del clima. Y si esta desaparece, también lo hará parte de la fiabilidad que sustenta sus descubrimientos.

Además, en un contexto global donde el cambio climático empieza a afectar regiones consideradas hasta ahora estables, los científicos advierten que debemos empezar a replantear nuestra relación con el entorno natural incluso en lugares tan inhóspitos como el Atacama. No se trata solo de proteger infraestructuras millonarias, sino también de comprender cómo los procesos globales están reescribiendo el comportamiento del planeta.

Que un fenómeno de esta magnitud haya ocurrido en el corazón del desierto más seco de la Tierra no debería verse únicamente como una rareza meteorológica. Es también un recordatorio de que incluso los lugares más extremos no están a salvo de las transformaciones del clima global. Lo que antes parecía excepcional, empieza a volverse más común, y eso tiene implicaciones directas en la ciencia, la tecnología y nuestra propia capacidad de adaptación.

Mientras las antenas de ALMA esperan a ser puestas de nuevo en funcionamiento, el mundo científico toma nota. No se trata solo de una nevada en el desierto, sino de una señal de que incluso el cielo —literalmente— puede cambiar. Y cuando lo hace, todo lo demás también.

Cortesía de Muy Interesante



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