En un rincón de Alemania, cerca de la localidad de Halle, los arqueólogos han descubierto algo que cambia por completo nuestra comprensión de los neandertales. No se trata de herramientas, ni de arte rupestre, ni siquiera de un esqueleto bien conservado. Lo que ha salido a la luz en el yacimiento de Neumark-Nord es mucho más revelador: los restos de una auténtica “fábrica de grasa” operada por neandertales hace más de 125.000 años.
Este hallazgo, publicado recientemente en la revista Science Advances, ofrece una ventana inédita al comportamiento de nuestros parientes evolutivos. En lugar de mostrarnos a los neandertales como simples depredadores carnívoros, el estudio revela una estrategia compleja de supervivencia basada en el aprovechamiento extremo de los recursos animales, especialmente la grasa contenida en los huesos. Y es que en aquellos tiempos, sobrevivir no era solo una cuestión de carne, sino de calorías.
Un banquete invisible: la importancia de la grasa ósea
Contrario a la imagen popular, los cortes de carne magra como muslos y lomos no eran el manjar preferido de los cazadores prehistóricos. Para quienes dependían casi exclusivamente de la caza, como los neandertales, el exceso de proteína sin suficientes grasas podía resultar letal. Es lo que hoy se conoce como “inanición por proteína” o “hambre del conejo”: una intoxicación por exceso de proteínas que puede desencadenar trastornos graves si no se compensa con grasas o carbohidratos.
Aquí entra en escena la grasa ósea, una fuente energética densa escondida en el interior de los huesos largos y en el tejido esponjoso. La extracción de esta grasa implica mucho más que romper un fémur para chupar el tuétano. Requiere una trituración minuciosa de los huesos y una cocción prolongada para liberar los lípidos, en un proceso que consume tiempo, esfuerzo y combustible. Pero los neandertales lo hacían.

Neumark-Nord: una fábrica prehistórica a orillas del agua
El escenario de este hallazgo es el sitio NN2/2B, una pequeña cuenca lacustre que, durante el último interglaciar, fue un oasis temporal en el paisaje europeo. Allí, en apenas 50 metros cuadrados, se han documentado más de 118.000 fragmentos de hueso y más de 16.500 piezas líticas, incluyendo martillos y yunques de piedra utilizados para pulverizar huesos.
Los restos corresponden al menos a 172 grandes animales, entre ellos caballos, ciervos y uros, cuyos esqueletos fueron desmontados, fragmentados y cocidos. La alta concentración de huesos rotos, con marcas de corte, impactos y señales térmicas, demuestra que los neandertales no se limitaban a cazar y comer, sino que llevaban a cabo un tratamiento sistemático de los cadáveres animales para extraer hasta la última gota de grasa.
Uno de los aspectos más fascinantes del hallazgo es que todo este proceso de extracción de grasa ocurrió milenios antes de que se inventaran las primeras cerámicas. ¿Cómo hervían entonces los huesos? La respuesta podría estar en el uso de contenedores hechos con corteza de abedul, piel de animales o incluso estómagos, materiales capaces de retener agua y soportar temperaturas suficientes si se calientan con piedras incandescentes.
Esta posibilidad demuestra un grado de sofisticación técnica y adaptabilidad que contrasta con la imagen arcaica que durante años se ha atribuido a los neandertales. En lugar de simples recolectores oportunistas, nos encontramos con grupos humanos capaces de planificar, almacenar, transformar alimentos y reutilizar los recursos naturales de forma sistemática.

La acumulación masiva de huesos en Neumark-Nord, todos procedentes de diferentes individuos y especies, sugiere que esta actividad no fue fruto de un único episodio. Todo apunta a que los neandertales trajeron las piezas desde diferentes puntos de caza, tal vez durante un breve periodo de tiempo, pero con un objetivo bien definido: concentrar los recursos para procesarlos intensivamente.
Esta idea desafía la visión clásica de los neandertales como grupos centrados en el consumo inmediato. La posibilidad de que almacenaran grasa o productos derivados para usar en otro momento, quizás en forma de grasa endurecida o como ingrediente de caldos y guisos, abre nuevas hipótesis sobre sus estrategias de supervivencia y su capacidad de anticipación.

Un paso más en la redefinición del neandertal
Durante décadas, la figura del neandertal ha oscilado entre la caricatura del bruto torpe y la del “primo” ignorado de la evolución. Sin embargo, hallazgos como el de Neumark-Nord obligan a reescribir esa narrativa. No hablamos ya de seres que simplemente sobrevivían, sino de grupos humanos capaces de transformar su entorno, optimizar sus recursos y tomar decisiones complejas.
La “fábrica de grasa” de hace 125.000 años no es solo una anécdota arqueológica. Es una prueba tangible de que la inteligencia humana —en todas sus ramas evolutivas— fue más diversa y sofisticada de lo que la historia tradicional ha querido aceptar. Los neandertales no solo cazaban: cocinaban, planificaban y entendían los límites de su dieta. Y eso los convierte, quizá, en los primeros verdaderos chefs de la Prehistoria.
Referencias
- Kindler et al.; Large-scale processing of within-bone nutrients by Neanderthals, 125,000 years ago, Science Advances 11, 2. Juli 2025.
Cortesía de Muy Interesante
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