Durante siglos, el norte de Egipto, con su intrincado laberinto de canales, marismas y pueblos modernos, ha ocultado los vestigios de civilizaciones milenarias. Pero una nueva excavación ha sacado a la luz una ciudad que, hasta ahora, era poco más que un nombre perdido en los registros antiguos: Imet. A solo unos kilómetros al sur de la antigua Tanis, arqueólogos británicos y egipcios han desenterrado una urbe sorprendentemente desarrollada que floreció durante el siglo IV a.C., en pleno apogeo del Periodo Tardío de Egipto.
El proyecto, liderado por la Universidad de Manchester en colaboración con la Universidad de Sadat City, ha revelado estructuras únicas y un nivel de planificación urbana poco habitual para la región. El epicentro de este hallazgo es Tell el-Fara’in, también conocido como Tell Nabasha, un yacimiento que ha devuelto a la superficie los restos de una ciudad vibrante, densamente poblada y espiritualmente activa.
Casas de varios pisos, templos y caminos ceremoniales
Uno de los descubrimientos más notables ha sido la presencia de imponentes casas-torre, construcciones de varios pisos que se alzaban sobre cimientos sorprendentemente gruesos. Estas viviendas, rara vez documentadas fuera del Delta, parecen haber sido una respuesta directa al crecimiento demográfico de la ciudad. Su arquitectura sugiere no solo soluciones ingeniosas a la falta de espacio, sino también un dominio técnico poco común en el Egipto de la época.
Pero Imet no era solo un centro residencial. Las excavaciones han sacado a la luz una gran vía ceremonial que conectaba el núcleo urbano con el templo de la diosa Wadjet, patrona del Bajo Egipto. Esta carretera procesional, diseñada para las celebraciones religiosas, quedó en desuso hacia mediados del periodo ptolemaico, reflejando posibles cambios en las prácticas y jerarquías espirituales de la región.
Además, los arqueólogos han identificado áreas dedicadas al almacenamiento de grano y al cuidado de animales, lo que sugiere una economía local activa y bien organizada. La combinación de estos elementos convierte a Imet en un caso singular dentro del panorama arqueológico egipcio: una ciudad donde la religión, la economía y la vida cotidiana convergían con una intensidad hasta ahora desconocida.

Un templo que custodia los secretos de Wadjet
Entre los restos más impresionantes hallados destaca un gran edificio con pilares monumentales y suelo de yeso calizo. Esta estructura, datada en el periodo ptolemaico, fue construida sobre el antiguo camino ceremonial y habría tenido un papel destacado en la vida ritual de Imet. Su ubicación, justo al borde del muro que protegía el templo de Wadjet, sugiere que pudo haber servido como un nuevo centro de culto o administración religiosa.
Wadjet, la diosa cobra, era símbolo de fertilidad, protección y poder real. Aunque se la adoraba en todo el Bajo Egipto, Imet parece haber sido uno de sus santuarios más importantes. En el templo, los fieles dejaban ofrendas votivas, entre ellas figuras cerámicas y pequeños objetos rituales, con la esperanza de obtener su favor. La reutilización del camino ceremonial y la construcción de nuevos edificios religiosos podrían indicar una transformación en la forma en que se rendía culto, quizá influenciada por la llegada de los Ptolomeos y su fusión de tradiciones griegas y egipcias.

Artefactos que hablan de una espiritualidad cotidiana
Más allá de las estructuras monumentales, los objetos hallados aportan una visión íntima de la vida espiritual de los habitantes de Imet. Una figura funeraria de loza verde vidriada, conocida como ushabti, sugiere creencias firmemente arraigadas en el más allá. También apareció una estela con la imagen del joven dios Harpócrates, acompañado de símbolos de protección, probablemente utilizada en rituales domésticos o funerarios.
Pero quizás el hallazgo más evocador ha sido un sistro de bronce —un instrumento musical ritual— decorado con los rostros gemelos de la diosa Hathor. El objeto, que habría sido utilizado durante ceremonias religiosas, fue encontrado en plena calle, posiblemente tras caer desde un piso superior durante el colapso de una casa. Su descubrimiento no solo conecta con las prácticas rituales, sino también con un episodio concreto y humano: el abandono, y posterior derrumbe, de una vivienda donde ese objeto fue olvidado.

Un nuevo capítulo para la arqueología del Delta
Hasta hace poco, la historia de Egipto se centraba en los grandes templos de Luxor o las pirámides de Giza. Sin embargo, descubrimientos como el de Imet están cambiando radicalmente esa narrativa. Gracias al uso de imágenes satelitales de alta resolución, el equipo de arqueólogos logró localizar agrupaciones de ladrillos de adobe ocultas bajo el suelo agrícola actual, lo que permitió dirigir las excavaciones de forma precisa y efectiva.
Este enfoque tecnológico, combinado con un análisis cuidadoso en campo, ha demostrado que el Delta del Nilo, a menudo relegado a un segundo plano, alberga una complejidad urbana y religiosa tan rica como la del Alto Egipto. Imet, con sus casas elevadas, su ruta sagrada y su vibrante vida económica y espiritual, representa una ventana única a un Egipto cotidiano, urbano y profundamente religioso, que apenas comenzamos a comprender.
El trabajo, aún en curso, promete seguir revelando secretos que nos obligan a replantear lo que creíamos saber sobre el Egipto tardío. Y lo más fascinante es que esto es solo el principio.
Cortesía de Muy Interesante
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