¿La IA después de la muerte? Así funcionan los ‘fantasmas digitales’ que reviven voces y personalidades de tus seres queridos

Durante siglos, la muerte fue la barrera definitiva entre los vivos y los muertos. Pero eso está cambiando. Hoy, gracias a los avances en inteligencia artificial generativa, comienza a surgir una inquietante posibilidad: mantener conversaciones reales con personas que ya no están entre nosotros. No a través de recuerdos o fotografías, sino mediante “fantasmas digitales” capaces de hablar, escribir, aconsejar e incluso evolucionar después de la muerte de su referente humano.

Estos “fantasmas generativos” —como los denominan los investigadores Meredith Ringel Morris y Jed R. Brubaker en un estudio presentado en la conferencia CHI 2025— no son solo una especulación futurista. Existen ya en forma experimental y comercial, impulsados por empresas y entusiastas que desean capturar la esencia de una persona en un agente conversacional autónomo. No se trata de grabaciones, sino de inteligencias artificiales capaces de generar contenido nuevo, con la voz, los recuerdos y la personalidad del fallecido.

La idea puede parecer inquietante, incluso perturbadora, pero también encierra una promesa poderosa: aliviar el dolor de la pérdida, preservar el legado de nuestros seres queridos y permitir que una parte de ellos siga presente en nuestras vidas. ¿Qué sucede cuando la muerte deja de ser silencio y se convierte en una nueva forma de presencia?

Del álbum de fotos al chatbot: un legado en evolución

Los elementos para recordar a los muertos han acompañado a la humanidad desde hace milenios, desde tumbas talladas en piedra hasta retratos digitales. En los años noventa aparecieron los primeros cementerios virtuales, y más tarde, las redes sociales se llenaron de perfiles conmemorativos. Pero la aparición de modelos de lenguaje generativos ha llevado esta relación un paso más allá: ahora, los recuerdos pueden hablar por sí mismos.

El estudio analiza ejemplos reales que anticipan esta revolución. Desde el chatbot Fredbot, creado por el futurista Ray Kurzweil a partir de cartas de su padre fallecido, hasta Roman, una IA basada en los mensajes de texto de un amigo perdido, desarrollada por la ingeniera Eugenia Kuyda. Empresas como Re;memory y HereAfter ya ofrecen servicios que permiten grabar entrevistas con una persona viva para construir un avatar interactivo que sobreviva a su muerte.

En China y Corea del Sur, donde las prácticas culturales incluyen la comunicación con ancestros, estas tecnologías están ganando aceptación y difusión masiva.

Lo que antes era una simple página conmemorativa, ahora puede ser un interlocutor activo que responde, pregunta y opina. La diferencia es fundamental: los fantasmas generativos no repiten, crean. Pueden adaptarse a nuevas conversaciones, ofrecer consejos sobre eventos que ocurrieron tras la muerte de su referente e incluso tomar decisiones en nombre del difunto. No es un eco, sino una prolongación digital del yo.

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El uso de fantasmas digitales plantea riesgos éticos, emocionales y de privacidad aún sin regular. Ilustración artística: Sora / ERR.

Diseñar una presencia que perdura

No todos los fantasmas generativos son iguales. Los investigadores han definido un marco de diseño con múltiples dimensiones que determinan su comportamiento y su impacto. Uno de los factores clave es la procedencia: si el agente fue creado por la propia persona antes de morir (lo que se denomina first-party), o si fue desarrollado por familiares, empresas o terceros tras su fallecimiento (third-party), con o sin su consentimiento.

Otro elemento central es la cronología: algunos fantasmas se crean pre-mortem como asistentes personales —una especie de clon digital— que luego continúan existiendo tras la muerte.

Otros surgen directamente como proyectos conmemorativos post-mortem. También influye el nivel de realismo y representación: ¿el fantasma se presenta como una reencarnación del fallecido, usando su voz y sus palabras, o simplemente como una representación simbólica de su personalidad?

Además, el diseño puede contemplar si el fantasma evoluciona con el tiempo o permanece estático, si tiene una apariencia física (como un avatar 3D o un robot) o es puramente textual, y si representa a un humano o incluso a una mascota. Cada decisión implica riesgos y beneficios distintos, tanto para los deudos como para la sociedad en general.

Conversar con los muertos: consuelo o trampa emocional

La principal motivación para crear fantasmas generativos es el duelo. La posibilidad de seguir hablando con un ser querido después de su muerte puede ofrecer alivio emocional, permitir despedidas pendientes o mantener un vínculo activo.

En algunos casos, incluso podría ayudar a resolver cuestiones prácticas, como localizar objetos o documentos importantes, transmitir recetas familiares o aclarar aspectos de un testamento.

Pero este consuelo tecnológico no está exento de dilemas. Los expertos advierten que una interacción demasiado prolongada o intensa podría dificultar el proceso natural de aceptación de la pérdida. En lugar de aprender a vivir sin el ser querido, algunas personas podrían aferrarse a un simulacro que prolonga el vínculo de manera indefinida, dificultando la “segunda muerte”: la emocional, la del recuerdo que se transforma en memoria serena.

También existen preocupaciones éticas sobre cómo se comporta el fantasma. ¿Debe hablar como si estuviera vivo? ¿Puede ofrecer consejos sobre temas que no conoció en vida? ¿Hasta qué punto una persona puede delegar su legado emocional, ideológico o familiar en una inteligencia artificial? Las respuestas no son simples, y cada caso podría requerir un diseño sensible y personalizado.

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Estos agentes digitales no repiten mensajes, crean nuevas respuestas como si el fallecido siguiera con vida. Ilustración artística: Sora / ERR.

El otro lado del espejo: privacidad, reputación y seguridad

Además del impacto emocional, los fantasmas generativos abren un campo nuevo de riesgos legales y de seguridad. Uno de los más preocupantes es la posibilidad de que el agente revele secretos que la persona jamás quiso compartir: pensamientos privados, relaciones ocultas o incluso opiniones comprometedoras.

En un entorno digital donde todo deja huella, los límites entre lo íntimo y lo público pueden volverse borrosos.

También existe el riesgo de que el fantasma sea manipulado o hackeado. Un tercero malintencionado podría alterar su comportamiento, suplantar su identidad o usarlo como herramienta de extorsión. Incluso cabe imaginar escenarios donde el propio fallecido haya programado al agente con fines dañinos, como continuar acosando a familiares o influir en herencias.

Por otro lado, los errores del sistema (como las “alucinaciones” típicas de la IA) pueden generar información falsa sobre el difunto, dañando su reputación y afectando emocionalmente a sus seres queridos. El prestigio póstumo, antes inalterable, ahora podría quedar en manos de un algoritmo con fallos imprevisibles.

Fantasmas para la historia (y para el mercado)

No todo gira en torno al duelo. Los fantasmas generativos también podrían tener aplicaciones culturales, educativas y económicas. Imagina conversar con una réplica interactiva de tu abuela sobre recetas tradicionales, o con un testigo del Holocausto para una clase de historia. Incluso podrían preservar lenguas en peligro, relatos ancestrales o doctrinas religiosas desde la voz de sus practicantes.

En el ámbito creativo, un escritor o compositor fallecido podría seguir “produciendo” obras a través de su agente digital, generando ingresos para sus herederos. Esto abre debates sobre derechos de autor, propiedad intelectual y participación de los muertos en la economía. ¿Puede un fantasma firmar un contrato? ¿Quién controla su legado productivo?

La aparición de fantasmas generativos también podría transformar las religiones y los rituales. En algunas culturas, el contacto con los muertos es parte de la espiritualidad cotidiana. En otras, podría percibirse como herejía o blasfemia.

Las grandes religiones quizá se vean obligadas a tomar posición, y no sería extraño que surjan nuevos credos centrados en la eternidad digital.

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Revivir a tus seres queridos con IA: consuelo, dilemas y peligros del recuerdo digital Ilustración artística: ChatGPT / ERR.

¿Queremos que el más allá sea interactivo?

La tecnología ya no se limita a cambiar la forma en que vivimos. Ahora comienza a modificar cómo morimos… y cómo seguimos presentes después.

Los fantasmas digitales representan una posibilidad fascinante y perturbadora a la vez: reescribir el significado del legado, el recuerdo y la muerte.

Para que esta revolución no se convierta en una pesadilla, será necesario un marco ético, legal y cultural sólido. Diseñar con sensibilidad, respetar la privacidad, ofrecer opciones de consentimiento, y sobre todo, entender que el duelo es humano, no programable. La inteligencia artificial puede acompañar, pero no reemplazar el proceso íntimo de despedirse.

A medida que estas tecnologías se perfeccionen y popularicen, la pregunta no será si es posible crear un fantasma digital, sino si realmente queremos hacerlo. Porque quizás, en el fondo, no se trata de vencer a la muerte, sino de aprender a recordarla con dignidad.

Referencias

  • Morris, M. R., & Brubaker, J. R. (2025). Generative ghosts: Anticipating benefits and risks of AI afterlives. In Proceedings of the 2025 CHI Conference on Human Factors in Computing Systems. doi: 10.1145/3706598.3713758

Cortesía de Muy Interesante



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