Con una victoria clara en las primarias del pacto oficialista Unidad por Chile, Jeannette Jara ha irrumpido como una figura inédita en la historia política reciente del país: es la primera mujer comunista en encabezar una candidatura presidencial del frente progresista desde el retorno a la democracia. Ex ministra de Trabajo, ex dirigenta sindical y militante desde su adolescencia, Jara encarna una combinación poco habitual en la política chilena: origen popular, trayectoria institucional y discurso de conciliación. Su triunfo, con más del 60 por ciento de los votos, reconfigura el mapa de la izquierda de cara a las presidenciales, en un momento marcado por el avance sostenido de la ultraderecha.
El escenario hacia las elecciones de noviembre se presenta tensionado por múltiples desafíos: la reportada baja participación en las primarias encendió alarmas en el oficialismo, mientras el ultraderechista José Antonio Kast lidera las encuestas, seguido por Jara y la conservadora Evelyn Matthei. Con una derecha que se rearma en torno al discurso del orden y figuras vinculadas al legado pinochetista, el progresismo enfrenta la tarea de recomponer confianzas, ampliar su base electoral y disputar el sentido común de una ciudadanía fragmentada. La candidatura de Jara busca precisamente eso: articular feminismo popular, justicia social y estabilidad democrática, frente a un contexto regional donde cada vez son más los proyectos autoritarios.
Para profundizar en el significado político e histórico de esta candidatura —y lo que representa para la izquierda chilena—, Página/12 conversó con Cristián Pérez, historiador, autor e investigador de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Playa Ancha, especialista en el estudio del progresismo histórico en Chile. En un país donde el discurso de la derecha caló hondo en los sectores populares con promesas de “mano dura”, la irrupción de Jara apunta a disputar ese mismo electorado desde otro lugar: “Ella encarna esa esperanza de vivir mejor, de salir adelante. No viene de la élite, así que se la siente nuestra”, analiza el historiador.
-La candidatura de Jara reactualiza el protagonismo del Partido Comunista. ¿Cómo describirías su identidad política hoy?
-Para entender el peso de su candidatura, es importante comenzar por un punto clave: la verdadera naturaleza del Partido Comunista de Chile. Siempre ha sido un partido que juega dentro de las reglas de la democracia. Desde sus orígenes como Partido Obrero Socialista en 1913, ha trabajado para representar al pueblo, organizar sindicatos y participar en elecciones. Incluso cuando fue ilegalizado en 1948, no optó por la lucha armada, sino que siguió apostando por la vía democrática. Solo durante los años más duros de la dictadura, entre 1980 y 1986, validó otras formas de lucha tras perder a más de mil militantes asesinados o desaparecidos. Esta trayectoria explica por qué, a -diferencia de otros países, el comunismo en Chile no genera tanto rechazo. Y también ayuda a entender por qué figuras como Janet Jara no asustan: vienen de una tradición de izquierda comprometida con la democracia.
-¿Qué representa Jeannette Jara dentro de esa tradición?
-Jara recupera una tradición fundacional: la de una izquierda nacida desde el mundo popular, que se forma políticamente sin romper ese lazo. Su padre era un obrero calificado, parte de un sector históricamente vinculado al comunismo y socialismo chilenos. Ella representa a esa izquierda formada desde las luchas obreras, cuadros populares educados, con formación política y cultural. Estudia, se profesionaliza, pero nunca rompe el vínculo con sus raíces. Por eso puede decir “soy pueblo” con total legitimidad. Representa a millones de personas que se levantan cada día a trabajar, que luchan por salir adelante. Ese fue el corazón del proyecto de Allende: organizar a los pobres del campo y la ciudad para mejorar sus condiciones dentro de la democracia. Jara recupera esa idea.
-¿Cómo entra en juego su perfil técnico y dialoguista?
-Ahí hay un elemento clave. Por un lado, su eficacia como gestora: en el Ministerio del Trabajo logró avances relevantes en contextos muy complejos, como la reforma previsional o la reducción de la jornada laboral, todo esto desde un oficialismo sin mayoría parlamentaria. Mostró capacidad de diálogo, manejo técnico, eficacia. Pero por otro lado, está su cercanía con los sectores populares. Más allá de si milita o no en el Partido Comunista, lo que importa es que la ven como una de ellos. Y eso es fundamental: en los barrios, la gente no está leyendo columnas de opinión, está buscando esperanza. Cuando ven a alguien que viene de su mismo origen, que logró avanzar sin olvidarse de dónde viene, eso genera identificación. La técnica importa, claro, pero lo que realmente la hace fuerte es que transmite que mejorar es posible. Esa humanidad y cercanía son poderosas.
-¿Puede esa humanidad competir con figuras como Kast o Matei?
Sí, porque habla a un electorado decisivo: esos seis o siete millones de personas que viven en los barrios y que van a definir la elección. Son sectores despolitizados, que normalmente no votan, pero que esta vez lo harán obligados por ley. Ahí el discurso de la derecha ha calado fuerte, sobre todo por el miedo a la inseguridad. En un barrio humilde, que te roben el televisor es que te roben años de esfuerzo. Y Kast promete mano dura. Ahí Jara se vuelve una competidora fuerte, porque ofrece respuestas a esos mismos miedos, pero sin renunciar a los derechos humanos. Ella encarna la esperanza de vivir mejor, de salir adelante. No viene de la élite, así que se la siente nuestra. Si logra ampliar su coalición, puede consolidarse y ganar. Hace unos meses parecía seguro que la derecha ganaría. Hoy, eso ya no está tan claro.
-¿Qué desafíos enfrenta el frente progresista de cara a las elecciones?
-El primero es ampliar la alianza política: construir una lista unitaria para las elecciones parlamentarias. Incluir en su comando a figuras relevantes de la centroizquierda, del mundo cultural, de las organizaciones sociales, de los sindicatos. El segundo es construir un programa de gobierno que responda a las preocupaciones urgentes: seguridad, inmigración, empleo. Y tercero, lograr articular al Partido Comunista con el resto de las izquierdas más allá del oficialismo, para sostener su candidatura como la opción capaz de derrotar a la derecha fascista. También es clave que proponga una política de seguridad que genere esperanza, especialmente en los barrios más golpeados. Debe demostrar que tiene un plan concreto para combatir el crimen organizado y el narcotráfico, con una “mano justa”: implacable con las bandas, pero respetuosa de la humanidad. Además, plantear una política económica que apoye a las pymes, pero que también refuerce el rol del Estado para defender a consumidores y limitar abusos de las grandes empresas. Pero, por sobre todo, lo que Jara ofrece es esperanza de que se puede tener una vida mejor. Y eso, hoy, vale muchísimo.
-¿Cómo interpreta la baja participación en las primarias?
-Hay que relativizar esa idea de “baja participación”. Jara obtuvo resultados similares a los de las primarias que ganó Piñera antes de su segundo mandato. El tema es que los medios instalaron expectativas muy altas y luego remarcaron que no se cumplieron. En mi familia, por ejemplo, varios no votaron porque ya era vox populi que ella iba a ganar. Lo importante es que Jara ganó una elección difícil, sin confrontaciones, construyendo puentes y generando entusiasmo. Eso le permite proyectarse con un piso firme. Y quienes votaron por ella lo hicieron con convicción, lo cual es clave para cualquier campaña. Más que un problema, la participación puede verse como una oportunidad: ya tiene una base sólida que puede transformarse en el núcleo movilizador de su candidatura.
-¿Qué balance hace del gobierno de Boric hasta ahora?
Aunque el gobierno aún no termina, se puede hacer un balance preliminar. Fue una administración compleja desde el inicio, pensada para gobernar con una nueva Constitución, y ese proceso fracasó. Eso obligó a reformular el programa original. El gobierno tuvo que asumir lo que podríamos llamar un “baño de realidad” y enfocarse en lo posible. Aun así, logró reformas importantes, como las impulsadas por Jara en Trabajo. También fue un gobierno respetuoso de la democracia y los derechos humanos, algo nada menor en este contexto. Donde más falló fue en seguridad: no tuvo una respuesta clara frente a un problema que afecta mucho a la población. Pero con el tiempo, creo que se valorará su esfuerzo por recuperar el país tras la pandemia, contener la inflación y enfrentar la crisis. Boric aún tiene futuro. No descarto que vuelva a ser presidente.
Entrevista: Mateo Nemec
Cortesía de Página 12
Dejanos un comentario: