Este insecto usa las estrellas para migrar: científicos revelan cómo una polilla australiana se orienta en el cielo nocturno

Cada primavera, miles de millones de pequeñas polillas Bogong inician un viaje épico: recorren hasta 1.000 kilómetros a través del sureste de Australia en plena noche, rumbo a unas cuevas alpinas que jamás han visto antes. Allí, en la penumbra fresca de las montañas, hibernan durante el verano. Luego, en otoño, emprenden el regreso a sus lugares de nacimiento para reproducirse… y morir.

Este viaje, repetido cada año durante generaciones, ha desconcertado a los científicos durante décadas. ¿Cómo es posible que un insecto tan diminuto, que solo vive unos meses, pueda desplazarse con tanta precisión hacia un destino que no conoce? Un nuevo estudio publicado en Nature en 2025 ofrece una respuesta sorprendente: las polillas navegan guiadas por las estrellas.

Como antiguos navegantes, las Bogong usan el cielo nocturno como brújula. Y lo hacen con tal exactitud que incluso bajo un cielo sin luna y sin referencias magnéticas, logran mantener el rumbo correcto. Por primera vez, los investigadores han demostrado que un insecto es capaz de orientarse usando un mapa estelar real.

Este insecto usa la Vía Láctea para migrar, científicos revelan cómo una polilla australiana se orienta en el cielo nocturno.
Las polillas Bogong migran desde el sureste de Australia hasta cuevas alpinas donde descansan durante el verano. Cada metro cuadrado de pared puede albergar hasta 16.000 ejemplares antes de su regreso al lugar de origen en otoño. Fuente: Nature.

Polillas con destino fijo desde su primer vuelo

La protagonista de esta historia es la polilla Bogong (Agrotis infusa), una especie emblemática de Australia. A diferencia de otros insectos que viven y mueren en un mismo lugar, esta polilla realiza una de las migraciones más asombrosas del mundo animal: nace en las tierras bajas del sureste australiano y vuela hacia las alturas de los Alpes australianos.

Lo más sorprendente es que estas polillas realizan ese viaje sin haberlo hecho nunca antes. Al salir de su etapa de larva, emprenden el vuelo rumbo a un pequeño conjunto de cuevas, donde pasarán varios meses dormidas.

Cuando llega el otoño, emprenden el viaje de regreso, orientadas ahora en sentido contrario. Todo esto lo hacen en la oscuridad de la noche, sin entrenadores, sin ensayo previo.

Durante años se sospechó que estas polillas usaban el campo magnético terrestre para orientarse. Y es cierto: lo hacen. Pero el nuevo estudio va más allá y demuestra que también pueden guiarse por las estrellas. De hecho, cuando no pueden usar el campo magnético —como sucede en ciertas condiciones del experimento—, recurren al cielo como una brújula confiable.

Un laboratorio al aire libre bajo la Vía Láctea

Para comprobar esta capacidad, los investigadores capturaron polillas migratorias en pleno vuelo y las colocaron en un simulador especial, diseñado para registrar su dirección de vuelo en condiciones controladas. El experimento se realizó tanto al aire libre como en un laboratorio oscuro, usando proyecciones realistas del cielo nocturno.

Los resultados fueron asombrosos. Las polillas orientadas bajo un cielo estrellado se dirigieron consistentemente hacia el norte en otoño (cuando regresan a sus lugares de origen) y hacia el sur en primavera (cuando viajan a las montañas), incluso cuando el campo magnético terrestre había sido anulado artificialmente.

Pero el momento clave del experimento fue cuando los científicos proyectaron un cielo con las estrellas desordenadas: las polillas se desorientaron por completo.

Esta pérdida de rumbo no ocurrió bajo el cielo natural, ni siquiera cuando las estrellas se movían a lo largo de la noche. Eso significa que las polillas no solo reconocen patrones reales del cielo, sino que saben interpretarlos.

Este insecto usa la Vía Láctea para migrar, científicos revelan cómo una polilla australiana se orienta en el cielo nocturno 2
Cada primavera, miles de millones de polillas vuelan hacia las cuevas alpinas sin haberse orientado antes. Ilustración artística: Sora / ERR.

Neuronas que responden a las estrellas

La investigación no se quedó en el comportamiento: también exploró lo que ocurre dentro del cerebro de las polillas. Los científicos lograron registrar la actividad de ciertas neuronas mientras el cielo estrellado rotaba sobre ellas.

¿El hallazgo? Algunas neuronas se activaban con máxima intensidad cuando la polilla se dirigía hacia el sur, sin importar la estación del año.

Estas células están ubicadas en regiones clave del cerebro del insecto: el lóbulo óptico, el complejo central y los lóbulos laterales, áreas relacionadas con la visión, la orientación espacial y el control de movimiento. Es decir, hay un circuito neuronal especializado en leer el cielo y convertir esa información en dirección de vuelo.

Cuando se proyectaron cielos artificiales que imitaban partes específicas de la Vía Láctea, las neuronas también respondieron, aunque con menor intensidad. Esto sugiere que las polillas no solo detectan puntos brillantes aislados, sino que usan configuraciones específicas del firmamento como referencia para su brújula interior.

Un GPS natural que combina cielo y magnetismo

Como ocurre con algunas aves migratorias, las polillas Bogong parecen usar un sistema de navegación redundante: cuando el cielo está nublado, confían en el campo magnético terrestre. Cuando hay estrellas visibles, pueden prescindir de la brújula magnética. Pero si ambos sistemas fallan, se desorientan por completo.

Este doble sistema les permite adaptarse a las condiciones variables de la noche: la presencia o ausencia de luna, nubes o alteraciones magnéticas. De hecho, los autores del estudio sugieren que la brújula estelar podría servir como respaldo en caso de tormentas geomagnéticas o anomalías locales del campo magnético.

Además, las polillas parecen tener en cuenta factores como la estación del año, la hora de la noche y su ubicación geográfica para ajustar su rumbo. Esto indica una capacidad de orientación sorprendentemente compleja para un insecto de apenas unos milímetros.

“Es notable que un animal con un cerebro tan pequeño pueda hacer esto“, dijo David Dreyer del Departamento de Biología de la Universidad de Lund, Suecia.

Gráfico cielo
Incluso bajo cielos nublados, las polillas Bogong mantuvieron su rumbo migratorio hacia el norte, demostrando que pueden orientarse sin referencias estelares visibles. Cuando el cielo estaba despejado, conservaron la misma dirección pese al movimiento de la luna y las estrellas. Fuente: Nature.

Un hallazgo sin precedentes en el mundo de los insectos

Hasta ahora, se sabía que algunos animales —como los pájaros cantores y quizás algunas focas— podían usar las estrellas para orientarse geográficamente. Pero este estudio es el primero en demostrar que un insecto también lo hace. Las polillas Bogong se unen así al pequeño club de especies capaces de leer el cielo para llegar a su destino.

No se trata simplemente de volar en línea recta. Estas polillas son capaces de reconocer patrones estelares reales, corregir su rumbo durante la noche y cambiar de dirección según la estación. Todo ello con un cerebro del tamaño de una cabeza de alfiler.

Este descubrimiento abre nuevas preguntas sobre los límites de la inteligencia animal, la evolución de la navegación y el impacto que podrían tener la contaminación lumínica o los cambios en el campo magnético sobre estas rutas migratorias. Lo que está claro es que, aunque parezcan insignificantes, las polillas esconden capacidades que rivalizan con las de cualquier navegador moderno.

Referencias

  • Dreyer, D., Adden, A., Chen, H. et al. Bogong moths use a stellar compass for long-distance navigation at night. Nature (2025). doi: 10.1038/s41586-025-09135-3

Cortesía de Muy Interesante



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