Un mito de playa que resultó ser cierto: la ciencia revela por qué tu piel se siente tirante después de nadar

Todos lo hemos sentido alguna vez: sales del mar, la brisa sopla y tu piel empieza a tensarse. Una sensación seca, como si te hubieran estirado una talla. Durante años, esto fue atribuido al viento, al sol o al simple capricho del cuerpo tras un baño salado. Pero ahora, la ciencia ha confirmado lo que tantas veces pareció una exageración: el agua salada realmente altera la piel. Y lo hace más de lo que imaginamos.

Investigadores de la Universidad de Binghamton, en Nueva York, acaban de demostrar que el agua del océano no solo moja: modifica la estructura más externa de la piel, el estrato córneo. Esta capa, aunque apenas visible, es la barrera protectora que evita que perdamos agua y que entren agentes dañinos. El estudio, publicado en Journal of the Mechanical Behavior of Biomedical Materials, midió cómo responde esta capa cuando entra en contacto con sal. ¿El resultado? La piel se vuelve más rígida, acumula más tensión al secarse y queda más expuesta a la deshidratación.

Pero esto no es solo una anécdota validada. Es una ventana a cómo el entorno cambia literalmente nuestra biología en cuestión de horas. Y también una advertencia: lo que parece una incomodidad pasajera podría, con el tiempo y la repetición, tener efectos mayores sobre la salud de nuestra piel.

Una capa delgada con un trabajo crucial

El estrato córneo es apenas una finísima película de células muertas, pero cumple una misión vital: es el escudo que protege a toda la piel viva que está debajo. Su función principal es evitar que perdamos agua en ambientes secos. En condiciones normales, lo logra bien. Pero cuando esta barrera se debilita, el agua se escapa con mayor facilidad, dejando la piel reseca, frágil y, a veces, incluso agrietada.

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Esa sensación tirante tras nadar en el mar tiene una explicación: la sal altera la mecánica de la piel. Fuente: Pixabay.

El estudio utilizó muestras de piel humana obtenidas de un donante de 96 años. Las pruebas compararon qué pasaba cuando estas muestras se exponían a agua desionizada frente a agua salina, similar a la del mar. A través de una técnica de medición de alta precisión, los científicos analizaron cómo cambiaban dos factores clave: la rigidez del tejido (módulo elástico) y el estrés de secado acumulado durante el proceso.

La diferencia fue notable. El contacto con agua salada aumentó de forma significativa tanto la rigidez como la tensión interna al secarse. Es decir, la piel se comporta como un tejido más duro y más “estresado” después del baño en el mar. Eso que sentimos como tirantez no es subjetivo: es una reacción mecánica real.

“Si comparas el agua salada con el agua dulce, las tensiones de secado que se acumulan en tu piel son mucho mayores, y eso significa que la sensación de estrés, la sensación de opresión en la piel, puede asociarse con la sal allí. Y realmente cambia la cantidad de estrés que se acumula cuando estás de pie o sentado en la playa”. dijo Guy K. German, científico de la Universidad de Binghamton.

El papel invisible de la sal

¿Qué tiene el agua salada que cambia tanto nuestra piel? La clave está en el comportamiento del cloruro de sodio, el principal componente de la sal. Este compuesto tiene una propiedad conocida como humedad de delicuescencia: a partir de cierto nivel de humedad ambiental (76  % R.H. a 25 °C), la sal empieza a absorber agua.

Pero cuando estamos en ambientes más secos —como una playa con viento o sol fuerte—, la sal sobre la piel no se hidrata del aire… sino que extrae agua de las capas superiores de la piel.

Este fenómeno convierte al agua salada en un agente deshidratante aún más potente. Mientras que el agua sin sal necesita muchas horas para modificar las propiedades mecánicas de la piel, el agua salada lo hace en mucho menos tiempo. El efecto es una especie de secado acelerado que endurece el tejido superficial y aumenta la sensación de sequedad y rigidez.

Además, la tensión que se acumula durante ese secado no es trivial. Es como si la piel quedara bajo presión, más propensa a pequeñas fracturas o a una pérdida de su capacidad protectora. Aunque no lo notemos a simple vista, ese debilitamiento podría facilitar la entrada de bacterias o irritantes ambientales.

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El agua salada endurece la piel y acelera su deshidratación, según un nuevo estudio científico. Fuente: iStock (composición).

De la sensación a la evidencia científica

Hasta ahora, la experiencia de sentir la piel tirante tras nadar en el mar se consideraba una especie de mito urbano. Algo real, sí, pero difícil de probar. ¿Era la sal, el sol, el viento o simplemente una ilusión? Gracias a esta investigación, hay una respuesta clara: la sal es un factor determinante.

Los autores del estudio, L. Moogan y Guy K. German, se propusieron investigar esta sensación con rigor científico. Usaron tecnología de imagen y medición biomecánica para cuantificar cómo se deformaba la piel y cuánta tensión acumulaba al secarse después de ser sumergida en agua salada.

La metodología se basó en protocolos anteriores sobre el comportamiento del estrato córneo, pero esta es la primera vez que se aplica al efecto del agua de mar.

La conclusión es contundente: el agua salada no solo modifica la textura superficial, sino que cambia las propiedades internas del tejido. No hace falta pasar horas en el mar para notarlo. En apenas una sesión breve de baño y secado al aire, los efectos ya son medibles. Y lo más importante: no dependen de la edad o el tipo de piel. Son resultado directo de la química entre el agua, la sal y nuestra piel.

¿Una molestia inofensiva o un riesgo silencioso?

Es cierto que la mayoría de las personas no sufre consecuencias graves por sentir la piel tirante tras nadar. Pero el estudio sugiere que, en ciertos contextos —piel envejecida, resequedad ambiental o uso de jabones agresivos—, este tipo de deshidratación repetida podría debilitar la barrera cutánea de forma más profunda.

Especialmente en personas mayores o con afecciones dermatológicas, el deterioro del estrato córneo puede llevar a problemas como xerosis (piel excesivamente seca), microgrietas o incluso mayor vulnerabilidad frente a infecciones. Y aunque el efecto del agua de mar no es el único factor, sí puede ser un desencadenante importante si se suma a otros elementos como radiación solar, arena abrasiva o viento.

Por eso, entender este fenómeno no solo tiene valor académico. Tiene implicaciones prácticas para la dermatología, la cosmética y el autocuidado. En un mundo donde el envejecimiento de la piel empieza a considerarse una condición médica más que estética, cualquier información sobre cómo mantener la barrera cutánea en buen estado resulta valiosa.

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Una simple ducha tras salir del mar ayuda a eliminar los cristales de sal que dañan la piel. Fuente: Pixabay.

Una solución simple: enjuágate

¿La buena noticia? El problema tiene una solución sencilla. Como señala el propio German, basta con usar una ducha tras salir del mar. El agua salada deja cristales sobre la piel que continúan absorbiendo humedad incluso después de secarte con la toalla. Pero como la sal es soluble, una ducha rápida elimina ese residuo y ayuda a que la piel recupere su equilibrio.

Y aunque algunos disfrutan la sensación de la piel tirante, es importante saber que esa incomodidad tiene una base fisiológica real. No se trata solo de una impresión pasajera, sino de un cambio físico en las capas externas de nuestro cuerpo. Por eso, si después de un día de playa tu piel te pide auxilio, escúchala.

Después de todo “la ciencia está en todas partes. Piensas en estas pequeñas cosas que suceden, y hay física a tu alrededor, incluso cuando estás acostado en la playa, leyendo un libro”, dijo German.

“¿Qué es lo único que encuentras en las playas de acceso público? Duchas. Tienes agua salada en la piel, y la sal es soluble en agua, así que solo tienes que ducharte”.

Referencias

  • Moogan, L., & German, G. K. (2025). Quantification of the mechanical effects of saline on human ex vivo stratum corneum. Journal of the Mechanical Behavior of Biomedical Materials. doi: 10.1016/j.jmbbm.2025.107016

Cortesía de Muy Interesante



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