“Fui a conocer a la gente que no piensa como yo”: el antropólogo que recorrió EE.UU. para entender las profundas grietas del país

Anand Pandian

Fuente de la imagen, Gentileza Anand Pandian

    • Autor, Cecilia Barría
    • Título del autor, BBC News Mundo

Descendiente de una familia india, Anand Pandian nació, creció y desarrolló su carrera en Estados Unidos.

Profesor de antropología de la universidad Johns Hopkins en Baltimore, Maryland, y presidente de la Sociedad de Antropología Cultural (SCA, por sus siglas en inglés), recorrió su país durante ocho años para explorar las profundas grietas que dividen a los estadounidenses en una sociedad polarizada.

Le interesaba desarrollar conversaciones informales, íntimas, con personas comunes y corrientes con una visión del mundo diferente a la suya, para entender los motivos que las llevan a pensar como lo hacen.

Pandian se encontró con muros psicológicos fuertemente anclados en emociones como la desconfianza, la sospecha, la inquietud, o el escepticismo, que tienden a aislar a las personas.

Con la experiencia acumulada durante sus viajes, acaba de publicar un libro llamado “Algo entre nosotros: Los muros cotidianos de la vida estadounidense y cómo derribarlos”, donde comparte los resultados de su investigación.

Hablamos con Anand Pandian sobre lo que encontró.

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Durante los últimos ocho años, ha recorrido Estados Unidos como antropólogo, intentando comprender los muros psicológicos que dividen a su país. ¿Por qué? ¿Cómo se le ocurrió esa idea?

Como antropólogos, prestamos atención a la vida cultural de las personas, a las relaciones sociales que organizan sus vidas. Queremos comprender el contexto histórico, social, y cultural que las llevan a actuar como lo hacen.

Hay muchos tipos de muros, como los muros de nuestros edificios que nos separan físicamente, pero también existen muros metafóricos o psicológicos, como la desconfianza, la sospecha, la sensación de inquietud y escepticismo que las personas suelen sentir cuando escuchan ideas e historias que les resultan muy desconocidas, que no encajan con su visión de la realidad.

Muros psicológicos como cuando decimos que los demás viven dentro de una burbuja y no nos damos cuenta que nosotros también vivimos en nuestra propia burbuja.

Sí, es verdad vivimos en nuestras propias burbujas y una de las principales razones por las que decidí hacer este trabajo es porque quería pensar e imaginar el país más allá de mi propia burbuja.

Cuando Donald Trump ganó las elecciones en 2016, comprendí que eran muchas las personas que pensaban diferente, que tenían otras posiciones, y como antropólogo necesitaba entender cómo llegamos a esta situación, especialmente en los temas de migración, en el sentido de si realmente hay lugar para personas de diversos orígenes.

Al explorar esta situaciones, llegué a ver una y otra vez cuánto realmente la gente se estaba aislando en su vida diaria.

Reja con cámara de seguridad

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¿Me podría dar un ejemplo que represente ese aislamiento?

Lo vi en las comunidades residenciales cerradas que se han vuelto tan comunes en este país y en toda la tecnología de seguridad que sustituye los encuentros cara a cara con desconocidos. Los timbres con cámara como alternativa a simplemente abrir la puerta cuando alguien golpea.

Hay hábitos cotidianos que reflejan el aislamiento, como usar menos las calles y pasar más tiempo solo con los conocidos, o depender de autos cada vez más grandes diseñados para protegerse de un posible peligro.

Llegué a comprender que todos estos hábitos de protegerse, de separarse, de aislarse, tienen mucho que ver con esas ideas que parecen haber capturado la imaginación de tantos estadounidenses. Y esa es la historia que trato de contar en el libro.

Durante todos estos años que estuvo recorriendo el país, ¿cuál fue la experiencia más inesperada, aquella que tuvo un mayor impacto a nivel personal al relacionarse con personas que tienen una visión del mundo distinta a la suya?

Fue una experiencia muy interesante porque descubrí reacciones muy dispares entre las personas con una visión del mundo diferente a la mía, con ideas políticas distintas a las mías, con maneras muy distintas de entender lo que el país necesita y quiénes somos como estadounidenses.

Me sorprendió que algunas personas se mostraran mucho más flexibles de lo que esperaba y muy dispuestas a conversar conmigo, a reflexionar sobre nuestras ideas y a explorar las diferencias entre nuestras opiniones, llegando a veces a un acuerdo.

Pienso, por ejemplo, en uno de los personajes sobre los que escribo en el libro, Paul, un corredor de propiedades en Dakota del Norte.

Él es un republicano de toda la vida, muy comprometido con las posturas de ese partido, pero por otro lado, también era un defensor de la conservación del suelo y el agua, y además, tenía posturas muy diferentes a las de su partido sobre temas como la migración.

Fue una grata sorpresa ver que alguien con quien quizás no esperaba tener mucho en común, al final, tenía una postura mucho más matizada y, bueno, simplemente había mucho de qué hablar.

Manifestante contra el racismo en una protesta por la muerte del afroamericano George Floyd afuera de la Casa Blanca en 2020.

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¿Y cómo fue la experiencia con aquellos más intransigentes?

También conocí a gente con la que no había nada que pudiéramos compartir. No pudimos llegar a ningún acuerdo. No había manera de encontrar puntos en común y, en esos casos, la esperanza era simplemente comprender por qué nuestras divisiones eran tan profundas.

Un ejemplo de ello sería la persona a la que llamo Frank en el libro, un pequeño empresario de un pueblo del sur de Michigan. Lo conocí en una conferencia libertaria en Las Vegas, visité su pueblo y pasé unos días allí.

Él me visitó en Baltimore y estuvimos en contacto por varios años, durante los cuales discutimos muchísimo, especialmente en la época de la pandemia, sobre temas como las vacunas y la necesidad de usar mascarillas, o sobre la política del país, la economía, la migración, y tantas cosas más. Pero, en todos los casos, teníamos perspectivas radicalmente diferentes.

Y lo que intento mostrar en el libro es cómo nuestros propios ecosistemas mediáticos, de dónde obtenemos nuestra información y cómo desarrollamos nuestro propio sentido de la realidad, influyeron en gran medida en la imposibilidad de ese entendimiento mutuo.

Hablando sobre la dificultad de ponerse de acuerdo, ¿cómo fue su experiencia con los nacionalistas blancos en Tennessee?

Fui a una manifestación nacionalista blanca en Shelbyville, Tennessee, donde la gente argumentaba que las diferentes razas no podían, simplemente no podían, convivir, y abogaban por la idea de dividir Estados Unidos en una serie de etnoestados donde cada raza tendría su propio país.

Miembros y simpatizantes del Movimiento Nacional Socialista, uno de los grupos neonazis más grandes de EE.UU., se manifiestan el 21 de abril de 2018 en Newnan, Georgia.

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¿Fue esa la visión más extrema que encontró durante sus viajes?

Es que el propósito del libro no es centrarse tanto en los extremos, sino en ver cómo las ideas extremas pueden normalizarse con tanta facilidad.

De cierto modo, diría que estas fuerzas de aislamiento, de sospecha, de desconfianza, de escepticismo que hay en nuestra sociedad, se han ido integrando en nuestra vida cotidiana.

Así que, en muchos sentidos, el libro trata sobre lo que hemos llegado a entender como normal y lo que puede suceder cuando las circunstancias de aislamiento y separación radicales se vuelven normales para tanta gente.

Este proyecto trata sobre el aislamiento e intenta comprender por qué la política aislacionista se ha vuelto tan poderosa en este país, hasta el punto de que la gente imagina aislarse por completo del resto del mundo y de quienes no son como ellos.

Y la conclusión a la que llegué es que no podemos comprender el aislacionismo político sin analizar el aislamiento cotidiano.

Portada libro Anand Pandian.

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¿Cómo se puede disminuir el aislamiento y la polarización social, especialmente ahora que se ha extendido una narrativa política que divide a las personas entre aliados y enemigos, que gira en torno al odio?

Tiene que ver con cómo entendemos los fundamentos de la exclusión social y la discriminación.

Creo que tendemos a pensar mucho en el odio, que es una emoción muy fuerte y activa. Y ciertamente hay evidencia de odio en este país.

Pero igual de peligrosa, y en cierto modo aún más peligrosa, porque es difícil de ver, es la indiferencia. La indiferencia de no preocuparse en absoluto de las demás personas, no prestar atención, no darse cuenta. Y en muchos sentidos, este es un libro sobre los efectos de la indiferencia.

Por otro lado, lo que aprendí a través de esta investigación es que existe una diferencia real entre los muros que rechazan cualquier relación con las personas del exterior y los muros más abiertos y porosos que aún permiten la posibilidad de una relación con lugares, personas e ideas que nos son ajenas.

Necesitamos ese tipo de apertura si queremos descubrir cómo vivir juntos en el mundo. Y aquí, creo, es donde esa dimensión psicológica cobra gran importancia.

Si bien tenemos muchas tendencias aislantes, también tenemos la experiencia de movimientos sociales que se han centrado en unir a la gente, en crear alianzas inesperadas y encontrar maneras de convivir.

Personas abrazándose.

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Cortesía de BBC Noticias



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