¿Y si la clave del cerebro humano estuviera en el útero? Una nueva hipótesis sobre lo que nos hace humanos apunta a la placenta

Durante décadas, las teorías sobre la evolución del cerebro humano se han centrado en el tamaño, la inteligencia y las diferencias entre hombres y mujeres. Pero un nuevo estudio sugiere que el motor oculto de esa transformación podría estar más cerca de lo que pensábamos: en la placenta.

Según esta nueva hipótesis, desarrollada por un equipo de científicos del Reino Unido encabezado por Simon Baron-Cohen, las hormonas sexuales que produce la placenta durante el embarazo habrían jugado un papel decisivo en la evolución de nuestras capacidades cognitivas. Este “motor hormonal prenatal” no solo alimentaría el crecimiento del cerebro fetal, sino que habría sido seleccionado evolutivamente por su impacto en la fertilidad, la sociabilidad y la supervivencia en grupo.

La clave está en cómo estas hormonas moldean el cerebro incluso antes de nacer. El estudio explora cómo estrógenos y andrógenos producidos en el útero podrían haber influido en la expansión del córtex cerebral, la capacidad de formar vínculos sociales y el desarrollo de habilidades como el lenguaje o la empatía.

Más allá de las diferencias entre sexos

Aunque las diferencias entre hombres y mujeres han sido un eje tradicional en la biología evolutiva, los autores del estudio remarcan algo importante: en la especie humana, esas diferencias son menos marcadas que en otros primates. En lugar de músculos enormes o colmillos intimidantes, lo que evolucionó fueron adaptaciones más sutiles y generalizadas.

De hecho, muchos de los cambios más profundos parecen haber ocurrido en el cuerpo femenino. Desde el ensanchamiento progresivo de la pelvis —para facilitar el parto de bebés con cráneos más grandes— hasta la aparición de características como el desarrollo permanente de los senos, estas transformaciones están muy ligadas a los efectos del estrógeno.

“Nuestra hipótesis pone el embarazo en el centro de nuestra historia como especie”.

—Alex Tsompanidis, autor del estudio e investigador del Centro de Investigación del Autismo de la Universidad de Cambridge.

El estudio propone que la evolución del cerebro humano está más relacionada con los cambios en la fisiología femenina que con la competencia masculina. A través del efecto de las hormonas sexuales en el desarrollo del cuerpo y la mente desde etapas muy tempranas, la especie habría tomado una ruta diferente al resto de los primates.

La placenta humana convierte eficazmente andrógenos en estrógenos, lo que habría suavizado rasgos masculinos en la especie humana sin disminuir la producción total de hormonas sexuales durante la gestación.
La placenta humana convierte eficazmente andrógenos en estrógenos, lo que habría suavizado rasgos masculinos en la especie humana sin disminuir la producción total de hormonas sexuales durante la gestación. Fuente: Evolutionary Anthropology.

La placenta como fábrica de hormonas

Durante el embarazo, la placenta no solo alimenta al feto: también produce una gran cantidad de hormonas sexuales, incluso más que los propios ovarios o testículos. En humanos, esta producción es especialmente intensa y prolongada en comparación con otros primates.

Estas hormonas —sobre todo estrógenos como el estradiol— alcanzan niveles muy altos en la segunda mitad del embarazo. No se trata de un simple subproducto: se cree que tienen un papel activo en el desarrollo del cerebro fetal, ayudando a moldear la estructura y conectividad de las neuronas.

La hipótesis del estudio es clara: la placenta no es un órgano pasivo, sino un actor clave en la evolución del cerebro humano. Y al producir más esteroides sexuales durante la gestación, podría haber influido directamente en rasgos como la inteligencia, la socialidad y la empatía.

“Pequeñas variaciones en los niveles prenatales de hormonas esteroides, como la testosterona y el estrógeno, pueden predecir la tasa de aprendizaje social y cognitivo en los bebés e incluso la probabilidad de condiciones como el autismo. Esto nos llevó a considerar su relevancia para la evolución humana”.

Dr. Tsompanidis.

Un delicado equilibrio hormonal

Uno de los hallazgos más sorprendentes del estudio es que, durante el desarrollo fetal, tanto machos como hembras están expuestos a una combinación única de hormonas sexuales. Pero más que la cantidad absoluta, lo que parece importar es la proporción entre andrógenos (como la testosterona) y estrógenos (como el oestradiol).

El cuerpo convierte parte de los andrógenos en estrógenos mediante una enzima llamada aromatasa. Esta enzima está especialmente activa en la placenta humana y en el cerebro fetal, y su acción podría explicar por qué los niveles de estrógeno son tan altos en el útero. Así, el equilibrio entre estas hormonas no solo determina aspectos anatómicos, sino también cómo se organiza el cerebro.

El estudio sugiere que este equilibrio hormonal prenatal puede haber favorecido el desarrollo de conexiones neuronales más complejas. Y esas conexiones estarían en la base de nuestras habilidades sociales, cognitivas y emocionales.

“Hemos estado estudiando los efectos de los esteroides sexuales prenatales en el neurodesarrollo durante los últimos 20 años. Esto ha llevado al descubrimiento de que los esteroides sexuales prenatales son importantes para la neurodiversidad en las poblaciones humanas”, dijo el profesor Simon Baron-Cohen, director del Centro de Investigación del Autismo de la Universidad de Cambridge y autor del estudio.

“Esta nueva hipótesis lleva esto más allá al argumentar que estas hormonas también pueden haber dado forma a la evolución del cerebro humano”.

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La evolución de la inteligencia humana podría estar vinculada a adaptaciones hormonales en la placenta y el cerebro durante la gestación. Fuente: iStock / DALL-E

¿Qué tiene que ver esto con el comportamiento?

Las investigaciones no se quedan en la biología. Hay estudios que relacionan los niveles hormonales prenatales con rasgos cognitivos como el vocabulario, la empatía o la capacidad de interpretar expresiones faciales. Incluso se ha encontrado una relación entre ciertas combinaciones hormonales y la probabilidad de desarrollar condiciones como el autismo.

La placenta, al producir hormonas que influyen en el desarrollo neurológico, podría actuar como un puente entre la madre, el entorno y el cerebro del futuro bebé. Este fenómeno, conocido como el eje placenta-cerebro, también podría explicar por qué ciertas condiciones se repiten a lo largo de generaciones, como ocurre en algunos casos de síndrome de ovario poliquístico (SOP).

En otras palabras, el útero no solo forma cuerpos, también puede preprogramar cerebros. Esto coloca a la placenta en el centro de un sistema evolutivo que conecta fisiología, comportamiento y herencia.

Vivir en grupo también cambió nuestras hormonas

“Sabemos desde hace mucho tiempo que vivir en grupos sociales más grandes y complejos está asociado con aumentos en el tamaño del cerebro. Pero todavía no sabíamos qué mecanismos pueden vincular estas adaptaciones conductuales y físicas en los humanos”, dijo el profesor Robin Dunbar, biólogo evolutivo de la Universidad de Oxford y autor del estudio.

A medida que los grupos humanos crecieron, aumentaron las exigencias sociales. Mantener la cohesión en grupos numerosos no era sencillo, y se requerían habilidades como la cooperación, el cuidado mutuo y la reducción de la agresión.

El estudio vincula estos cambios sociales con las adaptaciones hormonales. Por ejemplo, altos niveles de estrógenos están asociados con el fortalecimiento del sistema de oxitocina, una hormona que facilita los lazos afectivos. También regula el estrés y favorece la crianza cooperativa, lo que sería clave en sociedades donde la supervivencia dependía del grupo.

Así, las hormonas placentarias no solo habrían modelado cerebros más grandes, sino también más empáticos y cooperativos. La evolución premió la inteligencia individual y también la capacidad de convivir.

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Las diferencias sexuales en el cerebro humano son menos marcadas que en otros primates, lo que apunta a un patrón evolutivo distinto. Ilustración artística: DALL-E / ERR.

Una hipótesis que conecta cuerpo, mente y evolución

Los autores proponen que el aumento en la producción de hormonas sexuales por la placenta fue una adaptación a las demandas reproductivas y sociales de los humanos. Estas hormonas habrían permitido desarrollar cerebros más grandes, reducir la agresión masculina y mantener la fertilidad femenina en un contexto de vida en grupo.

Este cambio hormonal, en equilibrio entre andrógenos y estrógenos, habría permitido una mayor plasticidad cerebral y favorecido el desarrollo de capacidades cognitivas únicas como el lenguaje, la memoria autobiográfica o la teoría de la mente.

“Nuestra hipótesis pone el embarazo en el centro de nuestra historia como especie. El cerebro humano es notable y único, pero no se desarrolla en el vacío. Las adaptaciones en la placenta y la forma en que produce hormonas esteroides sexuales pueden haber sido cruciales para la evolución de nuestro cerebro y para la aparición de los rasgos cognitivos y sociales que nos hacen humanos”.

Dr. Tsompanidis.

En suma, la hipótesis esteroidea placentaria sugiere que lo que nos hace humanos podría haber comenzado antes del nacimiento, en la compleja danza hormonal del embarazo. Un nuevo enfoque que une endocrinología, neurociencia y evolución para explicar cómo llegamos a ser quienes somos.

Referencias

  • Tsompanidis, A., Burton, G. J., Baron-Cohen, S., & Dunbar, R. I. M. (2025). The Placental Steroid Hypothesis of Human Brain Evolution. Evolutionary anthropology. doi: 10.1002/evan.70003

Cortesía de Muy Interesante



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