
El diseño de hospitales suele reducirse a consideraciones estéticas o funcionales básicas, como pasillos amplios, señalética clara, áreas limpias y quirófanos bien equipados. Sin embargo, esta visión simplista omite aspectos cruciales. El diseño hospitalario no es únicamente una actividad arquitectónica centrada en la funcionalidad o decoración, sino una disciplina que, aplicada de manera óptima, incide directamente en la calidad y seguridad de la atención, en los resultados clínicos, en el bienestar del personal, e incluso en la sostenibilidad operativa del centro hospitalario.
Un hospital es un edificio altamente complejo. Esta complejidad es inherente a su operación, la cual requiere un diseño capaz de adaptarse continuamente a cambios médicos, tecnológicos y sociales.
Históricamente, los hospitales construidos a principios del siglo XX han mostrado una sorprendente durabilidad y adaptabilidad. En contraste, numerosos hospitales levantados entre 1960 y 1980, siguiendo modelos rígidos y centrados en la tecnología de su época, han tenido una vida útil notablemente breve. Según el reconocido arquitecto holandés Reinier de Graaf (OMA, Office for Metropolitan Architecture), muchos de estos edificios quedaron obsoletos en apenas 30 o 40 años. Por ejemplo, el Prentice Women’s Hospital de Chicago, inaugurado en 1975, cerró en 2011 y fue demolido en 2013, apenas 38 años después. En cambio, hospitales construidos a principios del siglo XX muestran una notable resistencia al paso del tiempo: el Reid Memorial Hospital (Indiana), inaugurado en 1905, operó clínicamente hasta 2008 (103 años), y el Millard Fillmore Gates Circle Hospital (Buffalo), construido en 1911, funcionó hasta 2012 (101 años).
Este contraste demuestra que los diseños con espacios modulares, ventilación natural y estructuras flexibles logran superar generaciones, mientras que edificios tecnológicamente sobre diseñados no pueden adaptarse a nuevas exigencias médicas, resultando en costosas reformas o abandono prematuro. Los edificios que actualment albergan el Hospital Español de Veracruz fueron construidos entre 1905 y 1925. Más de un siglo después, tras adaptaciones continuas a los avances médicos y sociales, siguen cumpliendo su función original, posicionando a la organización como el mejor hospital privado del sur del país en el ranking Expansión-Blutitude.
Al igual que en medicina, las decisiones arquitectónicas deben basarse en evidencia rigurosa.
Actualmente, el diseño basado en evidencia (Evidence-Based Design, EBD) es un enfoque que aplica criterios científicos validados para mejorar resultados clínicos concretos. Por ejemplo,estudios han mostrado que pacientes con vistas a entornos naturales se recuperan más rápido,nrequieren menos analgésicos y tienen estancias hospitalarias más cortas en comparación con aquellos que miran hacia paredes. Las habitaciones individuales disminuyen infecciones cruzadas y favorecen el descanso y privacidad, con beneficios clínicos y emocionales. Por otro lado, centrales de enfermería mal ubicadas y pasillos mal diseñados incrementan los desplazamientos del personal y los tiempos de respuesta ante emergencias, mientras que áreas comunes bien situadas reducen el estrés laboral y promueven la colaboración. Recientemente, el Servicio Nacional de Salud de Escocia (NHS Scotland) encargó una revisión sistemática sobre diseño hospitalario, la cual concluyó que pasar de habitaciones compartidas a individuales se asoció con una reducción promedio de 0.33 días (8 %) en la estancia de pacientes. Además, maximizar la exposición a luz natural mediante ventanas más grandes, mejor orientación, ubicación estratégica de camas y vistas hacia entornos naturales, también se relacionó con disminución significativa de estancias postoperatorias.
En la misma línea, áreas especializadas también se han beneficiado sustancialmente del diseño hospitalario mejorado. Por ejemplo, en unidades neonatales, la transición de espacios compartidos hacia habitaciones individuales o single-family rooms ha mostrado beneficios clínicos significativos. Un estudio reciente reportó que este cambio se asoció con una reducción del 37 % en la incidencia de sepsis neonatal (riesgo relativo de 0.63), así como una mayor tasa de lactancia materna exclusiva al alta. Estos resultados subrayan que un entorno diseñado cuidadosamente no solo previene complicaciones graves, sino también facilita prácticas que fortalecen el vínculo familiar y contribuyen al desarrollo temprano del recién nacido.
El diseño hospitalario debe considerarse una actividad médica más, complementaria y optimizadora de la práctica clínica, fundamentada en evidencia científica. Es imprescindible integrar preguntas médicas fundamentales en el diseño: ¿Cómo minimizar errores médicos mediante el diseño espacial? ¿De qué manera el entorno físico mejora la recuperación del paciente?
¿Qué elementos arquitectónicos facilitan la labor del personal médico?
La relevancia del entorno construido no es únicamente clínica, sino también operativa y financiera.
Un diseño hospitalario flexible permite adaptaciones futuras que extienden la vida útil de la infraestructura y reducen costos operativos, de remodelación y expansión. Adicionalmente, un diseño eficiente energéticamente, mediante estrategias como ventilación natural, aislamiento térmico y sistemas inteligentes de climatización e iluminación, puede reducir significativamente los costos operativos. Estudios demuestran ahorros de hasta un 20% en energía, mejorando simultáneamente el confort térmico, algo especialmente relevante en climas cálidos como el mexicano, donde el consumo eléctrico en climatización representa un gasto operativo considerable.
La pandemia de COVID-19 destacó la importancia de hospitales adaptables. Las instituciones que, como el Hospital Español de Veracruz, pudieron reconfigurar rápidamente sus espacios durante la emergencia, lograron mejores resultados clínicos y operativos. Esta experiencia debe impulsar la incorporación de flexibilidad como criterio fundamental en futuros proyectos hospitalarios.
En México, mejorar el diseño arquitectónico hospitalario tendría un impacto considerable. Por ejemplo, si un rediseño basado en evidencia lograra reducir en solo un 10% la estancia hospitalaria promedio, permitiría liberar aproximadamente 11,000 camas; en términos prácticos, esto promedio, permitiría liberar aproximadamente 11,000 camas; en términos prácticos, esto equivaldría a añadir la capacidad operativa de casi ocho hospitales regionales nuevos, sin necesidad de construir más infraestructura.
La participación activa del personal médico y directivo durante las fases iniciales del diseño es clave. Los planos deben someterse a evaluaciones prácticas y clínicas antes de ejecutarse, y la evidencia generada durante este proceso debe retroalimentar futuras decisiones, fomentando una cultura hospitalaria orientada al diseño clínico.
Reconocer que un buen diseño hospitalario impacta directamente en la calidad asistencial, seguridad, sostenibilidad financiera y percepción pública del hospital es fundamental. Los hospitales deben diseñarse pensando en el futuro, con infraestructuras capaces de crecer, transformarse y adaptarse a nuevas exigencias médicas, tecnológicas y sociales, garantizando así su vigencia a largo plazo.
*El autor es director general del Hospital Español de Veracruz. Veracruz, México.
Cortesía de El Economista
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