En algunas zonas del fondo marino del Mar del Norte, los científicos han identificado unas formaciones tan enormes como misteriosas. Desde hace tiempo sabían que existían, pero no lograban explicar cómo se habían formado. Son montículos de arena de varios kilómetros de ancho y hasta cientos de metros de altura, enterrados bajo capas de sedimento. Durante años, se asumió que podían ser restos de antiguos deslizamientos o depósitos arrastrados por la gravedad. Sin embargo, ninguna teoría encajaba del todo.
Un nuevo estudio ha puesto patas arriba lo que se sabía sobre estos gigantes submarinos. Los investigadores han descubierto que estos montículos se originaron por un proceso geológico completamente inédito a esta escala: masas de arena más densas se hundieron a través de sedimentos más ligeros, empujándolos hacia arriba. El hallazgo, publicado en la revista Communications Earth & Environment, no solo desafía un principio geológico básico —el de la superposición— sino que también podría tener implicaciones clave para el almacenamiento de carbono y la exploración energética.
¿Qué se encontró realmente bajo el Mar del Norte?
Los investigadores estudiaron una región del norte del Mar del Norte con ayuda de un conjunto de datos sísmicos 3D de alta resolución, además de información procedente de decenas de pozos perforados. Lo que detectaron fue sorprendente: cientos de estructuras en forma de montículos, formadas por arena densa, que se hallan bajo una capa mucho más ligera de sedimentos biológicos conocida como “ooze”.
Esta “ooze” o lodo biogénico está compuesta principalmente por restos microscópicos de organismos marinos, como diatomeas y radiolarios, que se acumularon durante millones de años. Tiene una densidad muy baja —alrededor de 1,8 g/cm³— y una porosidad cercana al 50 %. Lo insólito del hallazgo es que estos sedimentos más ligeros están por encima de los cuerpos de arena más pesada, violando el orden natural esperado, donde los materiales más antiguos y pesados se encuentran en las capas inferiores.
Como resumen el artículo original: “documentamos el descubrimiento de ‘sinkites’, cuerpos de arena a gran escala que se hundieron y apuntalan balsas de lodo biogénico de baja densidad”.

La inversión estratigráfica: cuando lo joven se hunde y lo viejo flota
El proceso responsable de esta extraña configuración se denomina inversión estratigráfica impulsada por flotabilidad. Normalmente, los materiales se depositan en capas, unos encima de otros, de más antiguos a más recientes. Pero en este caso, ocurrió lo contrario: la arena más joven se volvió líquida —posiblemente por efecto de terremotos o cambios de presión— y se coló por grietas en el sedimento, desplazando hacia arriba a la “ooze” más antigua y liviana.
El equipo lo compara con las inestabilidades de Rayleigh-Taylor, un fenómeno físico que se produce cuando un fluido más denso se sitúa sobre otro más ligero y, si hay un estímulo externo como un temblor, tiende a “hundirse” desplazando al otro hacia arriba. En el caso del Mar del Norte, “la arena licuada desplazó la ooze como si fueran balsas”, dicen los autores . La comparación con procesos conocidos como los “load casts” o “estructuras en almohada” es inevitable, pero aquí el fenómeno se da a una escala kilométrica, nunca antes documentada.
Este proceso es tan singular que los investigadores han propuesto nuevos términos geológicos para describirlo. Han llamado sinkites a los cuerpos de arena que se hunden, y floatites a los bloques de ooze que flotan.

Un fenómeno a escala colosal: montículos de hasta 100 km de largo
Uno de los aspectos más impresionantes del descubrimiento es su escala colosal. Según los datos sísmicos y los análisis en los pozos, algunos montículos de arena llegan a tener hasta 200 metros de espesor y abarcar áreas de más de 200 km². La cantidad de arena contenida en estas estructuras podría, por ejemplo, cubrir la isla de Manhattan con una capa de 500 metros de grosor.
En el artículo se describe, por ejemplo, el montículo de Visund, donde el pozo 34/8-A-14 encontró 140 metros de arena por debajo de una capa de ooze de unos 200 metros. La arena aparece conectada a capas superiores por medio de diques y fracturas, lo que sugiere que se desplazó hacia abajo desde la sobrecarga. En otras zonas, los montículos se presentan en formas alargadas y bifurcadas, como crestas que se extienden a lo largo de decenas de kilómetros, lo que sugiere que fueron moldeados por el movimiento del sedimento.
Las imágenes sísmicas muestran que estas estructuras están contenidas entre capas paralelas, lo que indica que se formaron cuando todo estaba aún cerca de la superficie del fondo marino. Esto también sugiere que el proceso ocurrió antes de que se depositaran sedimentos glaciares más recientes, lo que ayuda a situar su origen entre el Oligoceno y el Mioceno.
Implicaciones para el almacenamiento de carbono y la energía
Además del interés geológico, este descubrimiento tiene importantes consecuencias prácticas. El subsuelo del Mar del Norte es una de las regiones clave en Europa para el almacenamiento de dióxido de carbono (CO₂), como parte de los esfuerzos de mitigación del cambio climático. Entender cómo se comportan las capas geológicas es crucial para evaluar si pueden actuar como reservorios seguros y estables.
La formación de los sinkites plantea nuevas preguntas sobre la integridad de los sellos geológicos, es decir, las capas que deberían impedir que el CO₂ se escape hacia la superficie. Si masas enteras de sedimento pueden desplazarse por inversión de densidad, ¿qué otros movimientos inesperados pueden producirse a largo plazo?
En palabras del estudio: “su descubrimiento y asociación con ooze fracturada de baja densidad es importante para la estratigrafía y para las evaluaciones de reservorios, sellado y flujo de fluidos en proyectos de almacenamiento de CO₂” .
Además, estos montículos también podrían contener reservas de hidrocarburos, ya que su forma y estructura permiten el atrapamiento de fluidos. Por eso, comprender su origen y evolución no es solo una cuestión académica, sino también económica y ambiental.
Una nueva ventana al pasado y al comportamiento de la Tierra
Este tipo de procesos no solo afecta al presente y al futuro, sino que también modifica nuestra interpretación del pasado geológico. Los científicos utilizan la disposición de las capas sedimentarias para reconstruir cómo ha evolucionado una región a lo largo de millones de años. Pero si una capa más joven puede hundirse y desplazar otra más antigua, las “pistas” que deja la Tierra pueden ser engañosas.
El estudio plantea incluso que este tipo de inversiones podrían haber ocurrido en otras partes del mundo, en especial en zonas con fuertes contrastes de densidad entre sedimentos, y sugiere que podrían haber sido malinterpretadas hasta ahora. También señala que estos procesos deben tenerse en cuenta en contextos de ingeniería submarina, como la instalación de plataformas o infraestructuras sobre el lecho marino, ya que la estabilidad del terreno podría verse comprometida si ocurren fenómenos similares.
Este fenómeno, como reconocen los autores, no había sido descrito hasta ahora en la literatura científica. Por eso, proponen un nuevo nombre para el conjunto del proceso: inversión estratigráfica impulsada por flotabilidad.
Referencias
Cortesía de Muy Interesante
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