Durante años, las casas inteligente fueron sinónimo de lujo y sofisticación. Con el auge de los asistentes por voz como Alexa o Google Assistant, la domotización de los hogares se popularizó y ahora la posibilidad de apagar y encender las luces o controlar la lavadora con comandos de voz ya no es solo un privilegio al alcance de unos cuantos que puedan pagarlo.
Ahora, la tendencia ha dado un giro totalmente radical. Cada vez más millonarios prefieres hogares sin tecnología, sin asistentes de voz y con interruptores tradicionales. A estas viviendas se les ha dado el nombre de “casas tontas” (dumb houses). Así, hoy en día la desconexión digital se ha convertido en el nuevo símbolo de estatus.
La desintoxicación digital
Durante la última década, celebridades como Sofía Vergara o empresarios como Bill Gates presumieron hogares con tecnología integrada en cada rincón. En su mansión Xanadu 2.0, Gates entregaba a sus invitados un dispositivo para que la casa ajustara automáticamente la temperatura, la iluminación o la música según sus preferencias. Hoy, ese nivel de personalización resulta excesivo para muchos compradores de alto perfil.
“En el mercado actual, excesivamente automatizado, el exceso de tecnología puede ser un gran desincentivo”, aseguraba Gillian Flynn, agente inmobiliaria de Pacific Sotheby’s, para The Hollywood Reporter. En vez de pantallas en cada habitación o sensores en cada esquina, ahora se valora más un buen baño caliente o la posibilidad de encender una chimenea sin necesidad de una app.
India Alexandra, consultora de lujo dijo a Financial Times que “hay elementos de las casas inteligentes que algunos compradores encuentran atractivos porque aportan comodidad, control y eficiencia. Pero, sin duda, tenemos clientes que prefieren vivir en casas con tecnología más sencilla y tradicional vinculada a placeres sencillos“. Actualmente los ricos ya no conciben su casa como un lugar automatizado, sino como un refugio para la desconexión.
Vigilancia y estrés: la otra cara de la domótica
Más allá del cambio de preferencias, existen motivos concretos detrás de este fenómeno, uno es el constante avance de esta tecnología, que no siempre adopta los mismo estándares y generan incompatibilidades y obsolescencia programada. De acuerdo con George Carrillo, director ejecutivo del Consejo Hispano de la Construcción, “aproximadamente el 57 % de los propietarios de viviendas con dispositivos inteligentes enfrentan problemas de compatibilidad“.
Carrie Livingston, diseñadora de interiores de Beverly Hills, explicó que sus clientes estaban cansados de sus sistemas domóticos valorados en más de 100,000 dólares. “No encontraban ni un solo interruptor de luz en toda la casa“, narraba, “La esposa se quejaba de que cada vez que se levantaba por la noche, su marido veía su camino iluminado mientras iba de la cama al baño“.
Empresas como Kaspersky alertan que un sistema domótico con varios dispositivos conectados es vulnerable ante los ciberdelincuentes. Es casi como darles la llaves de la casa. Otro problema es la recopilación masiva de datos por parte de estos dispositivos. Todos los electrodomésticos, están permanentemente conectados a Internet y recopilan datos que revelan patrones de uso y horarios.
Cortesía de Xataka
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