Japón está sufriendo una transformación silenciosa, pero profunda. Se puede notar en barrios icónicos como Akihabara, en Tokyo; Ameyoko, en Ueno, o Dotonobori, en Osaka, donde la influencia de China ha comenzado a cambiar el rostro de estos destinos no solo en los flujos turísticos, sino también en la economía, la cultura pop y hasta la vida cotidiana.
Como informaba recientemente Nikkei Asia, estos lugares, que durante décadas fueron considerados como símbolos de la identidad japonesa, han comenzado a adoptar una nueva estética que combina lo japonés con lo chino. Esto no es producto de una imposición, sino de la creciente influencia del gigante asiático en la industria del entretenimiento, así como su inversión y su fuerza demográfica.
Akihabara ya no es solo japonés
Akihabara es la Meca de los fans del anime, el manga y en general de la cultura pop japonesa. Aunque allí la estética kawaii continúa dominando el paisaje del barrio, muchos de los personajes no provienen de estudios japoneses, sino chinos. Empresas como Yostar Games, con sede en Shanghái, se han apropiado de espacios clave como el acceso principal a la estación del tren con campañas publicitarias exitosas.
A esto hay que agregar la presencia de títulos como Genshin Impact en las vallas publicitarias. Compañías como miHoYo reproducen fórmulas narrativas y visuales japonesas, e incluso contratan personal japonés y actores de voz locales. Las atractivas condiciones salariales han llevado a parte del talento creativo japonés a migrado hacia estos estudios, lo cual ha generado preocupación en la industria nacional.
Cambios en mercados tradicionales y comida
Otro caso es el mercado de Ameyoko, famoso por vender pescado y productos para las celebraciones de Año Nuevo. Allí, según estimaciones de los comerciantes locales, alrededor del 80% de los negocios están ahora en manos de locatarios chinos. En restaurantes, tiendas de importaciones y supermercados, el panorama no es diferente. Dotonbori, en Osaka, se ha convertido en el destino predilecto por los turistas chinos debido a sus negocios enfocados en el consumo de visitantes chinos.
Los espacios en Osaka se han reconfigurado debido a los más de 13,000 visitantes diarios. Ahora es común ver menús en mandarín y negocios completamente adaptados a sus hábitos. En el barrio contiguo de Shimanouchi, la presencia de turistas provenientes de China ha dado pie a un ecosistema comercial propio, operado casi en su totalidad por migrantes.

La “chinificación” de Japón
Pero quizás el caso más singular sea el de Nishinari, un distrito tradicionalmente envejecido y empobrecido. Ahí, el empresario chino Lin Chuanlong ha abierto más de 170 bares tipo karaoke operados por mujeres chinas conocidas como mamas. Los locales, de bajo costo y ambiente alegre, han revivido la vida nocturna del barrio, al punto de ganarse el apodo de “Karaoke Pub Town”.
Lejos de una narrativa de desplazamiento, lo que se vive en Japón parece ser una “chinificación” progresiva y multifacética. La cultura japonesa no desaparece, pero sí se adapta, comparte y, en algunos casos, se deja absorber por un nuevo regionalismo asiático. En esta versión, lo japonés ya no se define por su origen, sino por su capacidad de coexistir en un entorno cada vez más híbrido.
Cortesía de Xataka
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