“El Kremlin nos ha convertido en un objetivo prioritario”.
El autor de esta frase no pensaba ni en Estados Unidos ni en el Reino Unido. El 11 de julio el general Thierry Burkhard, Jefe del Estado Mayor, detalló las amenazas que enfrenta Francia en la actualidad, entre las que se encuentran la desinformación, los ciberataques, las acciones en el espacio y también bajo el mar. Según su razonamiento, Rusia se encuentra detrás de todas ellas: de ahí la conclusión de que Francia es su “principal enemigo en Europa”.
El militar galo tiene parte de razón en su aseveración. Con el reordenamiento de la geopolítica global y, más aún, con la ambigüedad y el zigzagueo que hoy caracterizan a la política exterior de Donald Trump frente a Ucrania, la ofensiva contra Rusia hoy está principalmente situada en manos de la Unión Europea, donde los gobiernos de Gran Bretaña y de Francia han cobrado un importante protagonismo.
Bajo la coordinación anglofrancesa, la así llamada “Coalición de los Dispuestos” o la “Alianza de la Voluntad” se presenta como la última expresión militar de un amplio conjunto de naciones interesadas en doblegar a Rusia, incluso después de un eventual armisticio en la guerra que se desarrolla en Ucrania desde febrero de 2022.
El bloque conformado por 31 naciones retoma en buena medida la impronta y la dinámica de la hoy alicaída OTAN, en búsqueda de definiciones actualizadas y de una nueva orientación no sólo frente a las imposiciones presupuestarias surgidas desde los Estados Unidos, el socio mayoritario que busca mayores compromisos y que protesta por los relativamente bajos aportes financieros de los otros participantes para el sostenimiento a futuro de la Alianza Atlántica.
Pesa también la supervivencia de Rusia, desde un inicio el enemigo declarado de la organización, frente a la guerra sin cuartel librada en los últimos tres años y medio, no sólo en el terreno político, sino también en el económico y, obviamente, también en el ideológico y cultural.
En una conferencia conjunta celebrada en Londres el 10 de julio, Keir Starmer, el primer ministro británico, y Emmanuel Macron, el presidente francés, afirmaron tener preparada la coalición para actuar desde el primer momento del alto fuego en Ucrania. De igual modo, se refirieron a una estrategia a largo plazo en contra de Vladimir Putin, sin responder (al menos en principio) a las indeterminaciones políticas de la Casa Blanca frente al Kremlin.
Según lo acordado por ambos mandatarios, la coalición establecerá una sede operativa multinacional de primer nivel en París, que estará dirigida, en forma conjunta, tanto por el Reino Unido como por Francia, cuyo gobierno se encargará de supervisar todos los asuntos tácticos y operativos de la ayuda a la administración de Volodimir Zelenski, y para la que ya se han desplazado 200 planificadores a la capital francesa. Después de un año, se espera que la sede se traslade a Londres para una nueva rotación en la dirección de esta fuerza multinacional.
Se prevé además que, una vez desplegadas las fuerzas de la Coalición sobre el terreno, se establecerá una célula de coordinación en Kiev, dirigida por un oficial británico de alto grado militar, y que resultará fundamental para la apuesta máxima de este supuesto conglomerado por la paz: el envío de la Fuerza Expedicionaria Conjunta Combinada, constituida por más de 50 mil soldados dispuestos a enfrentar “un combate de gran envergadura”, como lo describió el propio Macron, para mantener el alto el fuego en Ucrania…
El nuevo acuerdo entre Francia y el Reino Unido no sólo actualiza los tratados de Lancaster House, un pacto de defensa firmado en 2010: también apunta al terreno armamentista al desarrollar conjuntamente un nuevo misil de crucero para sustituir al Storm Shadow/SCALP, y al trabajar en el desarrollo de armas antidrones avanzadas.
Se trata de un punto de inicio clave para la restauración de la confianza entre dos gobiernos que se recelan mutuamente, sobre todo, por sus actitudes diferenciadas respecto a los Estados Unidos de Trump, que oscilan entre la confrontación y la complacencia. Pero para Francia se trata de un desafío mayor, al pretender situarse directamente como el principal obstáculo frente a la supuesta expansión de Rusia en el continente europeo.
Mientras tanto, la gran ganadora de esta renovada ofensiva impulsada desde París es la compañía armamentista MBDA, una corporación multinacional europea, formada con capitales británicos, franceses, italianos, alemanes y españoles, y especializada en la producción de todo tipo de misiles, pero cuyo principal objetivo es la fabricación a partir de 2025 del ASN4G, el misil de crucero hipersónico con armamento nuclear. Se esperan beneficios, además, para otras empresas europeas de primera línea en la industria de la defensa como BAE Systems, Airbus Group y Leonardo.
Más allá del sostenimiento de Kiev con armamento de origen europeo, la coalición liderada por Francia y el Reino Unido también está explorando otras vías alternativas, mucho más rápidas, frente al problema creciente del desabastecimiento en el frente ucraniano. Una de ellas es la compra de armas estadounidenses con fondos europeos, un plan por el que se estaría trabajando intensamente en la adquisición de sistemas de defensa aérea Patriot.
El mensaje presidencial de Emmanuel Macron el 14 de julio frente a un nuevo aniversario de la Revolución Francesa resultó elocuente respecto a las intenciones actuales del gobierno. El mandatario solicitó que el presupuesto de defensa de Francia aumente en más de 4.100 millones de dólares en 2026, y luego en otros 3.400 millones de dólares en 2027, en un esfuerzo por duplicar el financiamiento militar para dentro de dos años, en lugar de hacerlo para 2030. En medio de múltiples recortes y restricciones, el gasto en defensa calculado para 2027 será de 75 mil millones de dólares. Sin duda, serán los ciudadanos franceses quienes deberán asumir este notable incremento presupuestario, naturalmente, en beneficio de su propia libertad y seguridad…
Plantarse ante el mundo como el “principal enemigo de Rusia”, tal como lo afirmó el general Thierry Burkhard, no sólo no es gratuito, sino que tiene un precio muy elevado. Se verá más adelante cómo el gobierno de Macron responderá al incremento de la violencia y la protesta social y, de modo efectivo, a la incesante demanda de la industria armamentista que, con su aprobación, insiste en señalar a Moscú como el mayor enemigo a vencer, mientras convenientemente obtiene formidables ganancias económicas y ventajas políticas de todo tipo.
Cortesía de Página 12
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