Un hombre con una hernia colapsó en el piso de Krome, el Centro de Procesamiento de Servicios para los migrantes en Florida, Estados Unidos. Se desplomó no solo por el dolor que sufría, sino para que las personas dentro, por decirlo de alguna manera, pudieran salvarle la vida: “tuve que tirarme al suelo para que me ayudaran”.
Historias como esta no son particularidades, se vuelven cotidianas. Así lo revela un nuevo informe de Human Rights Watch, Americans for Immigrant Justice y Sanctuary of the South, que documenta condiciones inhumanas en tres centros de detención en Florida: el Centro de Procesamiento Krome, el Centro de Transición de Broward (BTC)y el Centro Federal de Detención (FDC) en Miami.
La investigación, titulada “Sientes que tu vida se acabó”, se basa en entrevistas a detenidos, familiares, abogados y personal médico.
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“Subieron el aire acondicionado. No podías dormir, pensabas que te ibas a congelar”, relata un hombre que retrata cómo buscaban “castigar” hasta de la forma más mínima a las personas. Dormían en el piso, sin mantas ni almohadas. Las mujeres, recluidas en un centro pensado para hombres, compartían celdas sin privacidad, con un único inodoro.
El problema de las mujeres que se encuentran encerradas en ese sitio, es que es uno diseñado para hombres. Una argentina relató que estaban “en un centro solo para hombres”, de acuerdo a lo que le dijeron los hombres detenidos a celdas adyacentes a ella y otra compañera.
Otra mujer detenida en Krome contó que buscar apoyo psicológico puede convertirse en una sentencia: “Si pides ayuda, te aíslan. Si lloras, pueden encerrarte sola durante dos semanas. Por eso la mayoría prefiere callar”.
Ella misma presenció una tragedia. Marie Ange Blaise, una mujer haitiana de 44 años, comenzó a sentirse mal. Las detenidas gritaron por ayuda, pero los guardias no respondieron. “Los ignoramos, pero ellos también nos ignoraron a nosotras”, recuerda. Cuando finalmente llegó el equipo médico, Marie ya no se movía.
Pedir ayuda en este rubro es, por así decirlo, una forma de condenarse. “Si lloras, te aíslan por dos semanas”, cuenta una detenida. En el Centro de Transición de Broward, decenas de personas fueron castigadas por hablar de su ansiedad, su depresión, su miedo. El aislamiento funciona como advertencia: más que ayudar, intimida.
La comida es otra humillación. En el Centro Federal de Detención, las personas fueron obligadas a comer con las manos esposadas a la espalda. “Tuvimos que agacharnos y comer sobre las sillas con la boca, como perros”, dijo Harpinder Chauhan, un británico con diabetes y enfermedades cardíacas al que le negaron insulina durante días.
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Estas condiciones no son un accidente, sino una consecuencia directa del endurecimiento migratorio impulsado por la segunda administración de Donald Trump. Apenas un mes después de su posesión, el número de detenidos aumentó a más de 56.000 personas diarias en todo el país (la cifra más alta en la historia de Estados Unidos).
En Florida, Krome triplicó su capacidad operativa en tres meses. Casi el 72 % de las personas detenidas no tenía antecedentes penales.
Estas condiciones no son un accidente, sino una consecuencia directa del endurecimiento migratorio impulsado por la segunda administración de Donald Trump. Apenas un mes después de su posesión, el número de detenidos aumentó a más de 56.000 personas diarias en todo el país (la cifra más alta en la historia de Estados Unidos).
En Florida, Krome triplicó su capacidad operativa en tres meses. Casi el 72 % de las personas detenidas no tenía antecedentes penales.
Todo esto se ampara en la Orden Ejecutiva 14159 y en leyes como la Laken Riley, que permiten detener a migrantes por delitos menores y mantenerlos recluidos durante todo el proceso migratorio.
Además, se ha suspendido el programa de “lugares sensibles”, lo que habilita arrestos en escuelas, hospitales y centros religiosos.
Una activista que acompaña a migrantes cada miércoles en la oficina del ICE en Miramar, Florida, cuenta que muchos ya no asisten a sus citas por miedo a que sean detenidos. “He visto carros recoger polvo en el estacionamiento. Las personas entraron… y nunca salieron”.
La red de vigilancia se extiende gracias a los acuerdos 287(g), firmados entre el ICE y más del 76 % de las agencias de seguridad locales en Florida. Eso significa que la policía puede actuar como brazo migratorio. En la práctica, la vigilancia es total.
Quienes logran salir describen el encierro como un punto de quiebre. Un colombiano que estuvo 63 días detenido sin cargos dice: “Queremos estar en Estados Unidos. Nos parece un gran país. Pero esto se ha manejado muy mal, a través de una campaña de odio. Te tratan como basura. Aunque hablen español, fingen no entender. Es como abuso psicológico”.
Human Rights Watch urge a poner fin a la detención como política predeterminada. Pide reemplazarla por alternativas comunitarias, garantizar acceso médico y legal, prohibir el aislamiento punitivo y restablecer las zonas protegidas.
El informe no sólo responsabiliza al gobierno federal y al ICE. También señala a los gobiernos locales, a los contratistas privados que operan los centros y a los organismos internacionales que deberían vigilar el cumplimiento de las normas de derechos humanos.
Lamentablemente, como resume el título del informe, “sientes que tu vida se acabó”.
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Cortesía de El Colombiano
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