Durante más de un siglo, Dinosaur Provincial Park, en Alberta (Canadá), ha sido uno de los santuarios fósiles más importantes del mundo. Sus laderas erosionadas han ofrecido miles de huesos y esqueletos que nos han ayudado a reconstruir la vida en la Tierra hace 76 millones de años. Pero en julio de 2024, una simple protuberancia de roca rojiza atrapó la atención de un grupo de paleontólogos y cambió radicalmente el enfoque de las investigaciones. No se trataba de hueso, sino de algo más efímero pero igual de revelador: una pisada. Y no una cualquiera.
Ese fue el inicio del “Skyline Tracksite”, un yacimiento de huellas fósiles documentado y cuyo estudio ha sido publicado en la revista PLOS One hace apenas unos días. Por primera vez, los científicos han hallado pruebas que podrían apuntar a un comportamiento social hasta ahora solo imaginado en los documentales: diferentes especies de dinosaurios herbívoros caminando juntas, formando una posible manada mixta, al estilo de las migraciones que hoy protagonizan cebras, ñus o antílopes en África. Junto a ellos, dos huellas de grandes depredadores acechando a la distancia. La escena, si se confirma, podría parecer sacada de una película. Pero esta vez, es real.
Una estampida fosilizada de hace 76 millones de años
El hallazgo fue casi fortuito. Un equipo internacional de paleontólogos, liderado por investigadores de las universidades de Reading (Reino Unido), Nueva Inglaterra (Australia) y el Royal Tyrrell Museum (Canadá), estaba recorriendo el parque en busca de fósiles óseos cuando detectaron algo inusual: una especie de anillo de sedimento compactado sobresaliendo en el suelo. Al excavar, encontraron lo que parecía una huella bien preservada. No tardaron en localizar más.
Tras dos días de trabajo manual, con brochas y pinceles, quedaron al descubierto más de veinte huellas repartidas en una superficie de apenas 29 metros cuadrados. La mayoría pertenecía a ceratópsidos —herbívoros acorazados y cornudos, como el célebre Triceratops— y estaban organizadas de forma paralela, equidistantes, como si cinco individuos hubieran caminado al unísono. Pero una de las huellas destacaba. Tenía tres dedos bien marcados, era más ancha, y no coincidía con el patrón del resto.

La hipótesis: se trataría de un anquilosaurio. Otro dinosaurio herbívoro, pero con un cuerpo acorazado y una característica cola en forma de maza. La especie exacta no se ha podido determinar, pero los investigadores sugieren que podría tratarse de un Euoplocephalus o un Dyoplosaurus, ambos conocidos en esa región y época.
Lo más intrigante del hallazgo es que no se trata de huellas superpuestas o aisladas. Todas parecen formar parte de una misma caminata. Una posible marcha conjunta que incluiría, además, otras pisadas correspondientes a un pequeño terópodo (un dinosaurio carnívoro bípedo) y, no muy lejos, dos huellas de grandes tiranosáuridos, los depredadores dominantes del ecosistema. La posibilidad de que todo este grupo —presas y posibles depredadores— compartiera tiempo y espacio ha hecho que el hallazgo se convierta en uno de los más debatidos del último año en la paleontología mundial.
¿Manadas mixtas en el Cretácico?
La idea de que diferentes especies de dinosaurios herbívoros pudieran formar manadas conjuntas no es nueva en la imaginación popular. Las películas de animación como En busca del valle encantado o producciones como Dinosaurio de Disney ya exploraban esa imagen de grupos diversos viajando juntos por la supervivencia. Pero hasta ahora, no existía ninguna evidencia fósil que lo confirmara.
El concepto no es descabellado desde una perspectiva ecológica. En la sabana africana, manadas mixtas de herbívoros son comunes, y aportan ventajas claras: cada especie tiene distintos sentidos más desarrollados, diferentes formas de detectar peligros o distintas velocidades de huida. Juntas, aumentan la seguridad del grupo. Aplicado a los dinosaurios, esta estrategia habría sido útil para hacer frente a los grandes carnívoros como los tiranosáuridos que, según las huellas descubiertas, caminaban también por la zona.
La presencia de esas huellas depredadoras, cercanas y bien conservadas, añade dramatismo a la escena. ¿Se trataba de una cacería en marcha? ¿Los depredadores acechaban al grupo? ¿O simplemente pasaron por el mismo lugar en otro momento? Las preguntas siguen abiertas.

Lo sorprendente es que este descubrimiento se haya producido en un lugar tan exhaustivamente estudiado como Dinosaur Provincial Park. Con más de cien años de excavaciones y algunos de los fósiles mejor conservados del mundo, pocos esperaban encontrar algo radicalmente nuevo allí. Pero las condiciones particulares del terreno —erosión acelerada y formaciones de lodo endurecido— han ayudado a preservar estos rastros que normalmente se perderían con el tiempo.
Las huellas son, en este caso, moldes naturales: depresiones que quedaron marcadas en barro y fueron luego cubiertas por sedimentos más duros. Lo que hoy vemos es el negativo de una pisada hecha hace 76 millones de años. En total, se han identificado al menos cinco individuos ceratópsidos, uno o dos anquilosaurios, un pequeño terópodo y dos grandes tiranosáuridos. No es una escena casual, sino una pequeña ventana fosilizada al pasado.
Además, este hallazgo ha servido como referencia para localizar nuevos sitios similares. Desde que se identificaron estas primeras huellas, los paleontólogos han encontrado más de diez nuevos yacimientos de pisadas en la región, lo que sugiere que este tipo de comportamiento podría haber sido más común de lo que se pensaba.

Escepticismo y nuevas preguntas
Como suele ocurrir en ciencia, no todos los expertos están convencidos. Algunos paleontólogos ajenos al estudio han expresado dudas sobre la identificación taxonómica de las huellas. Alegan que algunas de las pisadas podrían pertenecer a hadrosáuridos mal conservados (dinosaurios pico de pato) en lugar de anquilosaurios, dada la similitud de las formas.
Otros apuntan que con una sola huella clara atribuible a anquilosaurio, es difícil sostener con rotundidad la hipótesis de una manada mixta. Aun así, todos coinciden en que el hallazgo es extraordinario y que abre nuevas líneas de investigación.
El Skyline Tracksite no solo aporta una fotografía congelada en el tiempo, sino también un punto de partida para reinterpretar el comportamiento social de los dinosaurios. Lo que durante décadas fue pura especulación cinematográfica ahora tiene un anclaje en la evidencia fósil. No sabemos aún si los dinosaurios viajaban realmente juntos como cebras y ñus, pero esta escena canadiense nos dice que la posibilidad no está tan lejos de la realidad.
Cortesía de Muy Interesante
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