“Expedición de pesca”: una nueva vía para explorar las enfermedades neurodegenerativas

Las enfermedades neurodegenerativas (como el Alzheimer, el Párkinson o la ELA) son un agujero negro de la ciencia médica. Al contrario del cáncer o de las infecciones, no se sabe casi nada sobre los mecanismos biológicos que las desencadenan. En muchos casos, ni tan solo se pueden diagnosticar con una analítica.

Frente a ello, parte de la comunidad investigadora ha apostado por la estrategia de la “expedición de pesca”: reunir un mar de muestras de pacientes y tratar de pescar algo en él. O sea, buscar si en los fluidos de las personas enfermas hay algo – lo que sea – que las diferencie de las sanas.

Esta estrategia se acaba de concretar en la publicación de una base de datos que contiene 250 millones de medidas de proteínas en muestras de pacientes. Estas han sido aportadas por 23 organizaciones que forman el Consorcio Global de Proteómica de la Neurodegeneración (GNPC). Los primeros resultados pescados en este mar de datos se publicaron la semana pasada en las revistas Nature Medicine y Nature Aging.

El hilo de la madeja

Las enfermedades neurodegenerativas afectan a 57 millones de personas y están en crecimiento. Muchas de ellas son incurables. “El estudio de las neurodegenerativas va 25 años por detrás del del cáncer”, comenta Agustín Ruiz Laza, director científico del Ace Alzheimer Center Barcelona que ha aportado 1350 muestras de plasma y líquido cefalorraquídeo al GNPC.

“Se puede hacer una biopsia de un cáncer, pero no de un cerebro. Además, el cerebro tiene una complejidad enorme comparado con cualquier otro tejido”, explica.

“El Párkinson se diagnostica con imágenes del cerebro y medidas de comportamiento. Prácticamente no tenemos biomarcadores”, explica Salvador Ventura, investigador de la Universitat Autònoma de Barcelona, no implicado en el consorcio.

El “grial” del sector, explica Ruiz, sería encontrar esos biomarcadores: firmas específicas de cada enfermedad que se puedan detectar con una analítica de sangre u de otros fluidos, sin tener que acceder al cerebro. Eso permitiría diagnosticar y monitorear los tratamientos. Además, apuntaría a unas posibles dianas para los fármacos.

35.000 muestras

La base de datos del GNPC se base en 35.000 muestras de sangre, plasma, y líquido cefalorraquídeo de pacientes de los centros implicados. “Tener tantas fuentes refuerza los resultados: si ves el mismo resultado en diferentes grupos de pacientes, entonces es real”, observa Ventura.

En las muestras hay casi todas las enfermedades neurodegenerativas. De ellas se ha extraído la información proteómica, o sea las proteinas y las combinaciones de ellas que caracterizan los pacientes con cada diagnóstico y sus cambios después de la aparición de la enfermedad.

Estudios anteriores aplicaron este enfoque a los genes. Ahora la atención se fija en las proteinas porque la tecnología ha madurado lo suficiente como para mapearlas. Además, el Alzheimer suele estar asociado a depósitos anómalos de proteinas.

Los primeros resultados se limitan a confirmar evidencias halladas en estudios anteriores. “Lo más interesante está por venir. Se van a poner más datos a disposición de todo el mundo. Más participantes entrarán en el consorcio”, explica Marc Suárez-Calvet, investigador del BarcelonaBeta, el otro centro español del GNPC, que le ha aportado 1200 muestras de sangre. “Estos estudios ya me han descubierto toda una serie de objetivos potenciales de estudio en el Parkinson”, confirma Ventura.

Pescar en río revuelto

No obstante, la expedición de pesca se enfrenta a diversos retos. El principal es que algunos resultados sean espejismos. Los diagnósticos de los pacientes que han dado sus muestras tienen cierto grado de incertidumbre. Además, muchos de ellos tienen también otras enfermedades. Los biomarcadores que encuentre el estudio podrían ser confusos. Por ejemplo, podrían estar asociados a esas otras enfermedades.

“El enfoque de la expedición de pesca es ir a ciegas. Trabajar a partir de una hipótesis tiene más probabilidad de llevar a nuevos descubrimientos”, afirma Ramón Trullàs, investigador del IDIBAPS (instituto de investigación del Hospital Clínic), no implicado en el consorcio.

“Nuestro enfoque es dejar que los datos hablen. Eso permite generar nuevas hipótesis en las cuales no habíamos pensado”, afirma Suárez-Calvet. “Sin embargo, no cabe duda de que después habrá que comprobarlas con estudios independientes”, reconoce.

Bill Gates y Johnson & Johnson

El GNPC fue impulsado en 2023 por la farmacéutica Johnson & Johnson, en colaboración con Gates Ventures, una iniciativa del magnate informático Bill Gates.

Gates lleva años implicado en la filantropía sanitaria. Por su parte, Johnson & Johnson, se ha quedado al margen del reciente “boom” de fármacos para el Alzheimer (los anticuerpos monoclonales como el lecanumab y el aducanumab). Por eso, “está buscando una puerta de entrada” en la primera linea de la búsqueda de tratamientos contra las enfermedades neurodegenerativas, explica Ruiz Laza. Del consorcio forma parte también la empresa Somalogic, propietaria de la tecnología proteómica empleada.

Tras una año de reserva para los grupos implicados, los datos se han puesto a disposición de toda la comunicad científica. “Es importante que se reconozca el valor de la investigación colaborativa frente a la elitista de las estrellas de la ciencia. La ciencia es colaborativa, no competitiva y sólo se puede avanzar con la cooperación de todos los científicos”, concluye Trullàs.

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Cortesía de El Periodico



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