Dicen que el tiempo es oro, y más en nuestro presente, donde las técnicas de productividad y la multitarea se han convertido en una presencia constante de nuestro día a día. Sin embargo, el valor del tiempo, sobre todo si nos trasladamos al pasado, puede estimarse de otros modos. Así, ya en el mundo clásico, el tiempo se transformó en una importante herramienta clínica. Los médicos de la antigüedad desarrollaron una sofisticada conciencia del tiempo que les sirvió tanto para establecer la duración de un tratamiento como el momento exacto en el que se debía tomar el pulso del paciente.
Entre los instrumentos fundamentales de la profesión médica, por tanto, no se contaban solo los textos de Galeno o las enseñanzas hipocráticas, sino también los relojes de sol y las clepsidras. Estos artefactos, concebidos para medir el paso de las horas, transformaron la manera en que los antiguos comprendieron el cuerpo, la enfermedad y su tratamiento. Gracias a un estudio reciente firmado por la historiadora Kassandra J. Miller, ahora podemos explorar la historia de la medición del tiempo en la medicina grecolatina.
Tiempo cósmico y tiempo de la enfermedad: una medicina alineada con los astros
La medicina grecorromana partía de una premisa esencial: el cuerpo humano y el cosmos compartían una estructura temporal común. Esta noción de un microcosmos que reflejaba, en lo concreto, la estructura del macrocosmos implicaba que la salud dependía de la armonía entre los ritmos corporales y los ciclos naturales, como los días, las estaciones o las fases lunares. Por ello, los relojes, en cuanto dispositivos técnicos, ofrecían la posibilidad de sincronizar el tratamiento médico con el orden cósmico.
Los tratados hipocráticos ya evidencian una fuerte orientación temporal. El Peri kriseōn (Sobre las crisis), por ejemplo, establece una secuencia de días críticos en la evolución de una enfermedad e indica con detalle cuándo se espera una mejoría o una recaída. La medición precisa del tiempo se volvió, por tanto, un imperativo diagnóstico.

La clepsidra como instrumento médico
Entre los artefactos de medición del tiempo, la clepsidra o reloj de agua jugó un papel central. Aunque se estima que ya en la antigua Mesopotamia existían estos mecanismos, en el contexto médico grecorromano la clepsidra se adaptó para usos clínicos muy específicos.
Una de las aplicaciones documentadas fue la medición del pulso. Galeno explica que, para tomar el pulso correctamente, era necesario contar los latidos durante un período de tiempo regular y bien demarcado, tarea que la clepsidra facilitaba. Así, la regularidad del flujo de agua proporcionaba una unidad de medida fiable mucho antes de la invención de relojes mecánicos.
Además, la clepsidra también permitía estructurar con precisión las sesiones terapéuticas. En textos como De diebus decretoriis (Sobre los días críticos) de Galeno, se menciona su uso para marcar la duración de ciertos tratamientos o la administración de remedios a intervalos regulares. El tiempo se convertía, así, en un componente cuantificable de la terapia.
El reloj de sol en la práctica médica
Menos portátil que la clepsidra, pero igualmente útil en la medicina, el reloj de sol servía a los médicos en aquellos contextos donde era posible observar el cielo directamente. No solo indicaba la hora del día, sino que también permitía orientar ciertas acciones terapéuticas según la posición del sol, en consonancia con la teoría humoral.
Por ejemplo, Galeno creía que ciertos tratamientos resultaban más eficaces si se administraban en momentos concretos del día, en especial en relación con el movimiento del sol y la digestión de los alimentos. Por ello, el reloj solar ayudaba a identificar con precisión esos momentos propicios para mejorar la eficacia terapéutica.

Tiempo, crisis y pronóstico
Una de las nociones clave de la medicina antigua fue la de crisis, es decir, el momento decisivo en la evolución de una enfermedad, en el que el paciente mejora o empeora de forma repentina. Para predecir estas crisis, los médicos precisaban contar con un registro cronológico de los episodios de la afección desde el inicio de los síntomas. Contar con exactitud los días exactos, por tanto, era vital para anticiparse a la evolución clínica. Aquí, los instrumentos de medición del tiempo resultaban cruciales.
La precisión resultaba fundamental. Un error de un día podía llevar a un juicio clínico incorrecto. De hecho, Galeno se burla en sus textos de aquellos que no sabían contar bien los días de la enfermedad o que confiaban en el calendario común sin tener en cuenta la hora precisa del inicio de los síntomas.
El tiempo como forma de autoridad médica
Dominar el tiempo implicaba también dominar el saber médico. En este contexto, el médico que manejaba instrumentos como la clepsidra o el reloj solar mostraba un dominio técnico que reforzaba su autoridad profesional. En otras palabras, el control del tiempo era una manifestación visible del saber experto, y los aparatos que lo posibilitaban funcionaban como extensiones de los sentidos que el médico utilizaba para examinar al paciente, como la vista o el oído.

Limitaciones tecnológicas de la medición del tiempo
Sin embargo, estos instrumentos también planteaban desafíos técnicos. La clepsidra, por ejemplo, dependía del caudal de agua y de la temperatura, lo que podía comprometer su fiabilidad. Algunos autores médicos advierten de estas variaciones y, en consecuencia, recomiendan calibrar los aparatos con cuidado. Además, los relojes de sol y clepsidras tenían un valor simbólico importante: representaban la lucha humana por comprender y dominar el tiempo, ese elemento invisible, pero determinante, en la vida y la muerte.
Una revolución discreta, pero profunda
La introducción sistemática de herramientas para medir el tiempo cambió la forma en que los antiguos entendían el cuerpo enfermo. La medicina grecorromana, además de ser una ciencia basada en la teoría de los humores, también incorporó en su formulación los valores del ritmo, el intervalo y la duración del mal. El cuerpo pasó, así, a ser también una estructura sujeta al tiempo, una máquina que podía sincronizarse —o desincronizarse— con los ritmos cósmicos.
Relojes de sol y clepsidras transformaron la medicina en una disciplina del tiempo medido. Con ello anticiparon algunas de las prácticas modernas, como la toma del pulso por minuto, la monitorización de los ciclos del sueño o los horarios quirúrgicos. La visión del tiempo médico sigue marcando, en muchos sentidos, el compás de la medicina contemporánea.
Referencias
- Miller, Kassandra J. 2023. Time and Ancient Medicine: How Sundials and Water Clocks Changed Medical Science. Oxford University Press.
Cortesía de Muy Interesante
Dejanos un comentario: