¿Sabías que uno de los mayores genios de la historia tuvo que “buscar trabajo” como cualquier persona común? Así es: Leonardo da Vinci escribió el primer currículum vitae del que se tenga registro, nada menos que en el año 1482. Con 30 años de edad y pese a su talento excepcional, Leonardo, creador del hombre de Vitruvio, necesitaba un empleo y decidió plasmar en una carta todas sus habilidades para captar la atención de un potencial mecenas. El resultado fue una carta dirigida a un poderoso noble de la época, tan pionera como persuasiva, que no solo le consiguió el puesto sino que asombra por su vigencia siglos más tarde. Y lo mejor de todo: Leonardo fue honesto y eficaz en su presentación, no tuvo que “dimitir” de nada ni enfrentar escándalos por el contenido de su currículum – al contrario, su ingeniosa “hoja de vida” le abrió las puertas a años de éxito profesional.
En pleno Renacimiento, “currículum vitae” no era un término común, pero existía el mismo concepto básico: demostrar tu valía para obtener el favor de un empleador. Por entonces la palabra de moda era mecenazgo: los artistas e inventores dependían del apoyo de nobles patrocinadores. Leonardo da Vinci, con sus múltiples talentos de pintor, ingeniero, arquitecto e inventor, buscaba prosperar fuera de su Florencia natal. Hacia 1482 decidió probar fortuna en la próspera ciudad de Milán, gobernada por Ludovico Sforza (apodado “El Moro”), que actuaba como regente y luego sería duque milanés. En aquellos años Italia estaba envuelta en conflictos, y Ludovico necesitaba ingenieros militares e inventores para reforzar su poder. Leonardo vio allí una oportunidad: redactó una carta formal ofreciéndose al servicio de Sforza, presentándose como experto en ingeniería militar e inventos bélicos. En esencia, Leonardo estaba haciendo lo que hoy llamaríamos “postular a un puesto de trabajo” – y para ello elaboró cuidadosamente el primer currículum de la historia.
La carta a Ludovico Sforza: el primer currículum vitae
Leonardo da Vinci escribió de puño y letra una misiva destinada a Ludovico Sforza en la que enumeró sus capacidades de forma organizada y convincente. La carta comienza con un saludo cortés y una frase intrigante: “Ilustrísimo señor mío… me esforzaré en hacerme entender, le abriré mis secretos y me pongo a disposición… para llevar a efecto y demostrar… las cosas que brevemente se anotan a continuación”. Con esta introducción, Leonardo captó de inmediato la atención de su lector prometiendo revelar sus “secretos” – una palabra muy poderosa para suscitar interés en la época (¡y aún hoy!). Acto seguido, procedió a listar en párrafos separados (como puntos de un currículum moderno) todas las hazañas y proyectos que podía realizar. En vez de hablar de su fama como artista, se enfocó en lo que podía hacer por el duque en ese momento. Estos son algunos de los puntos destacados que Leonardo incluyó en su currículum de 1482:
- Diseño de puentes ligeros y resistentes: propone construir puentes “ligerísimos y fuertes” que se transportan fácilmente, e incluso menciona métodos para quemar y destruir los puentes del enemigo. Esta idea demostraba su capacidad para mejorar la logística militar y frenar al adversario.
- Técnicas de asedio innovadoras: afirma “sé cómo sacar el agua de los fosos” en caso de sitio y construir “un número infinito de puentes, caminos cubiertos y escaleras” para tomar fortalezas. Con ello mostraba ingenio para superar defensas tradicionales y adaptarse a distintas situaciones en el campo de batalla.
- Armamento avanzado: describe cañones portátiles y morteros fáciles de mover que disparan piedras pequeñas “como una lluvia de granizo” sobre el enemigo. También habla de vehículos cubiertos y blindados (proto-tanques) capaces de abrir brecha entre las filas enemigas sin que ninguna tropa pueda detenerlos. Era una muestra de visión futurista aplicada a la guerra, anticipando conceptos que siglos después volverían a usarse.
- Ingenios para el combate naval: Leonardo no olvida la guerra en el agua. Detalla instrumentos para atacar y defenderse en el mar, incluyendo barcos recubiertos capaces de resistir el fuego de los cañones más potentessin hundirse. Esto hubiera sido muy útil en una época en que las ciudades-estado italianas combatían también por vía marítima.
- Obras civiles y arte en tiempos de paz: tras enumerar sus soluciones militares, Leonardo añade que en época de paz puede contribuir en arquitectura y obras de ingeniería civil, construyendo edificios públicos, canalizando aguas, etc. También se ofrece como escultor y pintor, capaz de realizar obras en mármol o bronce “comparables a las de cualquier otro”. Aquí es la única parte donde alude a su faceta artística, sabiamente colocada al final de la lista – porque sabía que primero debía impresionar al duque con lo que más necesitaba (armas e inventos) y dejar la pintura para el remate. De hecho, menciona un proyecto muy concreto pensado para halagar a Ludovico: ofrece crear un colosal caballo de bronce en honor al padre fallecido del duque, para darle “gloria inmortal y honor eterno” a su memoria. ¿Quién podría resistirse a tal gesto de lealtad y grandeza?
- Pruebas y demostraciones: por último, Leonardo cierra su currículum asegurando que, si algo de lo que propone pareciera imposible, está dispuesto a demostrarlo en la práctica, “en su parque o donde prefiera su Excelencia”. Este ofrecimiento de probar lo que dice elimina cualquier duda: Leonardo garantiza que no son solo palabras, sino planos que él mismo puede llevar a la realidad. ¡Una especie de “puedo mostrar resultados reales” cinco siglos antes de que existieran las entrevistas de trabajo técnicas!
En resumen, Leonardo da Vinci elaboró un currículum extraordinariamente completo y adelantado a su época. En lugar de listar cargos o títulos formales, presentó un catálogo de soluciones a medida para las necesidades de su potencial empleador. Cada “ítem” de su carta aportaba valor: ya fuera una máquina de guerra novedosa o una obra artística, todo estaba orientado a impresionar a Ludovico Sforza y convencerlo de contratarlo. La estrategia funcionó: Ludovico quedó tan impresionado que efectivamente acogió a Leonardo bajo su mecenazgo. Gracias a esa carta, el florentino se mudó a Milán y trabajó allí durante casi 20 años al servicio de los Sforza. Bajo ese patrocinio desarrolló obras tan famosas como La Virgen de las Rocas y La Última Cena, pintadas durante su estancia milanesa. Nada mal para un CV de una página escrito en 1482.

Ingenio y persuasión adelantados a su tiempo
Resulta fascinante analizar por qué el currículum de Leonardo da Vinci fue tan efectivo y qué lecciones ofrece incluso hoy. Primero, Leonardo supo adaptar su mensaje al “puesto” que buscaba. En ese momento, a Ludovico Sforza le interesaban los ingenieros militares más que los pintores, así que Leonardo priorizó sus habilidades técnicas y bélicas, dejando sus logros artísticos en segundo plano. A diferencia de muchos solicitantes modernos, no se limitó a enumerar logros pasados, sino que enfatizó lo que podía hacer en el futuro para su empleador. Ofreció soluciones concretas a problemas de ingeniería y defensa, mostrando que entendía las necesidades de su “cliente” (el duque) y cómo podía resolverlas. Esta capacidad de personalizar el currículum según el destinatario es una recomendación básica hoy día, y Leonardo la aplicó magistralmente en el siglo XV.
Además, su tono fue seguro pero humilde, persuasivo sin caer en mentiras. Leonardo utilizó un lenguaje potente con frases como “sé cómo hacer…”, “tengo proyectos…”, “puedo realizar…”, transmitiendo confianza en sí mismo. Al mismo tiempo, evitó la arrogancia vacía: no dijo “soy el mejor” directamente, sino que lo dio a entender ofreciendo “dar satisfacción tan bien como cualquier otro” en ciertos campos. Incluso introdujo términos positivos como “comodísimos”, “bellísimas y útiles”, o “una completa satisfacción”, lo cual podríamos considerar un marketing personal muy avanzado para su época. Y todo respaldado por su promesa de demostración práctica, que eliminaba cualquier sospecha de exageración. En conjunto, su carta transmite honestidad, confianza y valor.
Otro punto brillante es cómo estructuró la información de forma clara y llamativa. La carta está dividida en una decena de párrafos breves (esencialmente viñetas, como los bullets de un CV moderno), cada uno enfocado en una habilidad o proyecto distinto. Esto hacía la lectura ágil y resaltaba cada competencia por separado. Leonardo jerarquizó sus contenidos: comenzó con los puentes y las máquinas de guerra (lo más urgente para el duque) y terminó con la pintura y escultura (importantes, pero no prioritarias en ese contexto). De esta manera, se aseguró de captar la atención de Sforza desde el principio y luego mantener su interés hasta el final. Podemos decir que Leonardo entendió el principio de relevancia y el ordenamiento estratégico de un currículum muchos siglos antes de que los expertos en recursos humanos lo formularan en manuales.
A diferencia de tantos currículums que terminan en el olvido, el suyo se tradujo en proyectos reales y en obras inmortales que aún hoy admiramos. ¡Todo gracias a saber presentarse con ingenio y verdad!

Del Renacimiento a la actualidad: la vigencia del primer CV
Han pasado más de 500 años, y el currículum vitae sigue siendo una herramienta esencial para acceder a un empleo. Por supuesto, ha evolucionado en formato y estilo. De hecho, no fue hasta la década de 1930 que el CV “moderno” comenzó a estandarizarse, incorporando datos personales como dirección, fecha de nacimiento, contacto e incluso detalles curiosos como la altura o la religión del candidato. Con el tiempo, el currículum se ha vuelto más breve, directo y apoyado por tecnologías digitales; pero la esencia sigue siendo la misma que en tiempos de Leonardo: resumir de forma atractiva lo que sabes hacer, tus logros y cómo puedes aportar valor a quien te va a contratar.
Si comparamos las recomendaciones actuales con el ejemplo de Leonardo, veremos que Da Vinci se adelantó a muchos “gurús” del empleo. Los expertos hoy aconsejan: captar la atención desde el inicio, destacar tus habilidades clave, aportar pruebas o logros concretos, incluir una propuesta de valor y adaptar el CV al puesto. Sorprendentemente, el currículum de Leonardo en 1482 ya cumplía con todos esos puntos. Él abrió con una frase impactante (“le abriré mis secretos”), enumeró destrezas únicas (puentes, armas, arte), ofreció demostraciones como prueba de competencia, y claramente ajustó todo a lo que su reclutador buscaba. Por eso su carta resulta tan moderna al leerla con ojos del siglo XXI.
Existe también una lección ética en esta historia. La honestidad y la coherencia del currículum de Leonardo contrastan con ciertos casos que vemos en la actualidad, donde la tentación de “inflar” el CV con datos falsos ha llevado a más de uno al escándalo. Sin ir más lejos, en los últimos años hemos visto cómo varias figuras públicas tuvieron que renunciar a sus cargos tras revelarse mentiras o títulos inexistentes en sus documentos. Es decir, hoy un currículum engañoso puede costarte el puesto y la reputación. Leonardo, en cambio, no necesitó falsear nada: confiaba en su talento real y lo comunicó de forma efectiva. Su credibilidad quedó intacta – y eso le dio frutos. Esta diferencia subraya un hecho atemporal: un currículum brillante no solo impresiona por lo que dice, sino por sostenerse en la verdad.
La carta-curriculum de Leonardo da Vinci al completo, dirigida a Ludovico Sforza, “el Moro”
Habiendo visto y considerado ya con suficiente atención las pruebas de todos aquellos que se reputan maestros e inventores de instrumentos bélicos, y habiendo comprobado que las invenciones y operaciones de dichos instrumentos no se apartan en absoluto del uso común, me esforzaré, sin desmerecer a nadie, por darme a conocer ante Vuestra Excelencia, revelándole mis secretos y ofreciéndome a ponerlos en práctica cuando lo estime oportuno, operando con eficacia en todas las cosas que, aunque brevemente, se indican a continuación:
- Poseo métodos para construir puentes muy ligeros y resistentes, fácilmente transportables, que permiten avanzar o retirarse con rapidez. También puentes seguros, resistentes al fuego y al combate, fáciles de montar y desmontar. Sé además cómo incendiar y destruir los del enemigo.
- En caso de asedio, sé cómo desviar el agua de los fosos y construir numerosos puentes, torres de asalto y escaleras, así como otros instrumentos útiles para esa expedición.
- Si por la altura de los muros o la fortaleza del sitio no se pudiera utilizar artillería, dispongo de métodos para arruinar cualquier torre o fortaleza, incluso si estuviera construida sobre roca.
- He ideado bombardas muy cómodas y fáciles de transportar, que lanzan pequeñas piedras como una tormenta; con su humo provocan gran temor, confusión y daños al enemigo.
- Si se diera una batalla naval, dispongo de instrumentos muy eficaces para el ataque y la defensa, y sé construir naves que resistan los disparos de las bombardas más pesadas, así como el polvo y el humo.
- Sé construir túneles y caminos secretos, sin ruido alguno, que permiten llegar a un lugar preciso incluso atravesando bajo fosos o ríos.
- Construiré carros cubiertos, seguros e inexpugnables, equipados con artillería, que penetrarán entre las filas enemigas, sin que ni el ejército más numeroso pueda detenerlos. Tras ellos podrá avanzar la infantería sin obstáculos ni peligro.
- Si fuera necesario, fabricaré bombardas, morteros y cañones móviles de formas bellas y funcionales, distintas a las de uso común.
- En los casos en que no se puedan utilizar bombardas, construiré catapultas, manganeles, trabuquetes y otros instrumentos de eficacia sorprendente y diseño innovador. En resumen, según las circunstancias, puedo construir una infinita variedad de medios de ataque y defensa.
- En tiempos de paz, puedo contribuir de manera sobresaliente en arquitectura, tanto en construcciones públicas como privadas, y en el diseño de obras de canalización de aguas de un lugar a otro. Igualmente, puedo trabajar en escultura en mármol, bronce y arcilla, así como en pintura, ejecutando cualquier obra que se pueda comparar con las de cualquier otro maestro.
Además, puedo ejecutar la estatua ecuestre en bronce que celebrará eternamente la memoria de su señor padre y de la ilustre casa Sforza.
Y si alguna de las cosas antes mencionadas parecieran imposibles o irrealizables a alguien, me ofrezco gustosamente a hacer una demostración en vuestro parque o en el lugar que Vuestra Excelencia tenga a bien elegir, a quien humildemente me encomiendo.

El documento original: del códice atlántico a la pantalla
Aunque solemos hablar de la carta de Leonardo como si fuera un texto escrito por él y enviado directamente al duque de Milán, lo cierto es que el documento que ha llegado hasta nosotros no es el manuscrito original, sino una copia incluida en el llamado Códice Atlántico. Este códice es una monumental colección de escritos técnicos y dibujos de Leonardo da Vinci, recopilados entre los siglos XVI y XVII y conservados actualmente en la Biblioteca Ambrosiana de Milán. Contiene 1.119 páginas, muchas de ellas pegadas sobre hojas grandes (de ahí lo de “atlántico”, como los antiguos atlas), y en ellas se mezclan diseños de máquinas, bocetos, notas y textos como esta célebre carta.
La hoja concreta que contiene el contenido de la carta es el folio 2163 (cara frontal, número de catálogo técnico), y puede consultarse en versión digitalizada en la plataforma Leonardo//thek@ del Museo Galileo de Florencia, aunque en forma de imagen escaneada, no como texto editable. También se puede encontrar en el proyecto Codex Atlanticus, en la página 1082. La caligrafía no es la característica escritura especular de Leonardo (es decir, de derecha a izquierda), lo que hace pensar que la versión conservada es una copia hecha por algún colaborador o secretario, probablemente bajo la supervisión del propio Leonardo. De hecho, esta carta parece haber sido pensada como un borrador o una plantilla para enviarse o leerse en voz alta ante el duque.
En cuanto a la lengua original, el texto está escrito en italiano del siglo XV, con formas verbales y giros propios de la época. No está redactado en latín ni en el dialecto florentino puro, sino en una mezcla comprensible para una audiencia culta y cortesana. Existen múltiples traducciones al italiano moderno y al español, muchas de ellas adaptadas para facilitar la lectura. Sin embargo, algunas ediciones modernas —por ejemplo, en blogs o artículos divulgativos— tienden a simplificar o incluso alterar ligeramente el orden y el tono del texto. Las traducciones más fieles suelen conservar la estructura en diez bloques enumerativos, donde Leonardo desgrana sus propuestas sin adornos excesivos, con un estilo directo y funcional.
Un detalle importante: el documento no lleva fecha ni firma al uso, aunque por su contexto histórico se suele situar entre 1482 y 1483, cuando Leonardo dejó Florencia con destino a Milán. La autenticidad del contenido está ampliamente aceptada, ya que concuerda con el estilo y las preocupaciones técnicas del Leonardo de esos años, así como con otros escritos de esa misma etapa.
Por todo ello, hablar del “primer currículum de la historia” no es solo una metáfora eficaz: es también una forma de destacar la voluntad consciente de Leonardo de organizar, sintetizar y presentar su conocimiento técnico de manera clara y estratégica, con un fin muy concreto. El documento que hoy admiramos es, al mismo tiempo, testimonio de su genio y de su capacidad para comunicarlo con eficacia, aunque la versión que ha llegado a nosotros probablemente no esté escrita con su puño y letra.
Cortesía de Muy Interesante
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