Otra pluma quitada al ganso


La salida de Pablo Gómez como jefe de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) llegó con casi 10 meses de retraso. Ese cargo formaba parte del diseño del secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, para alinear los trabajos de inteligencia en el combate de la delincuencia. Sin embargo, ni la presidenta Claudia Sheinbaum ni él habían logrado que Gómez, respaldado por el expresidente Andrés Manuel López Obrador, lo entregara. Su relevo muestra lo difícil que ha sido para Sheinbaum ir tomando el poder que dejó amarrado López Obrador para servir a sus intereses.

El diseño de García Harfuch, aprobado por la entonces presidenta electa, incluía colocar a funcionarios que le respondieran a él, en el marco de la nueva estrategia de seguridad, en el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), la Fiscalía Especializada en Materia de Delincuencia Organizada (FEMDO), la Agencia Federal de Investigación Criminal (AIC), la Cofepris, en las áreas de seguridad en Pemex que combaten el robo de combustible, en la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) y la UIF. Esta lucha continúa intramuros y el respaldo directo o indirecto de López Obrador han tenido consecuencias no vistas públicamente en la lucha contra el crimen.

El CNI, que manejaba la Secretaría de la Defensa por decisión del expresidente, se lo entregaron a García Harfuch en vísperas de la toma de posesión de Sheinbaum, pero completamente desmantelado. La FEMDO y la AIC, que dependen de la Fiscalía General, no le han sido entregadas como se ofreció -pese a que la relación con el titular, Alejandro Gertz Manero, es bastante buena-, y la CNBV se quedó en promesa, como también pasó con la Cofepris.

La propia Secretaría de Seguridad que recibió García Harfuch era un cascarón: sin policías, ni vehículos, helicópteros o aviones. La Defensa, aún sin el control administrativo de la Guardia Nacional en ese momento, lo maltrató. La promesa del secretario de Defensa designado, el general Ricardo Trevilla, de entregarle 15 mil guardias nacionales para que tuviera capacidad operativa quedó en el aire.

Luego le dijeron que le traspasarían los elementos, pero sin las plazas -lo que hacía inviable el movimiento-, y más adelante le adelantaron que tendría ese número, aunque cinco mil se quedarían de cualquier forma en la Guardia Nacional, otros cinco mil trabajarían como Servidores de la Nación, y el resto sería para él, aunque no tienen todavía ahora el permiso para portar armas que entrega la Defensa. La relación de García Harfuch con el general Trevilla es casi nula, al grado que prácticamente no se hablan.

Los comunicados diarios del gabinete de seguridad que da a conocer García Harfuch hablan sistemáticamente de una colaboración de todas las áreas, pero es solo para mantener la narrativa de unidad en el gobierno en esta materia, que no existe como tal. De ahí que el relevo de Gómez, concretado el viernes pasado y anunciado un día después, con el énfasis en su nueva tarea al frente de una Comisión Presidencial para la Reforma Electoral, buscó restar atención pública al movimiento de fondo, en seguridad y política, que se hizo.

Gómez era una obstrucción. Cuando se hizo la transferencia constitucional del poder, la Secretaría de Hacienda, el entonces titular, Rogelio Ramírez de la O, no hizo nada por apurar el cambio en la UIF -o no pudo-, que depende de esa dependencia. García Harfuch envió personal a las oficinas de la UIF en Constituyentes esperando que Gómez facilitara el relevo, pero recibieron un cubetazo de agua fría en la cabeza. No renunciaría, les dijo, porque lo había nombrado López Obrador, ignorando la instrucción de Sheinbaum.

El equipo del secretario se tuvo que conformar con trabajar en una oficina dentro de la UIF, pero sin poder alinear los esfuerzos en el combate al lavado de dinero al diseño general de García Harfuch. En las últimas semanas coincidió que hubo fallas de operación en la UIF, por lo que Gómez fue criticado por no haber dado las alertas al gobierno que el Departamento del Tesoro de Estados Unidos investigaba a Casa de Bolsa Vector, Intercam y CI Banco, por presuntamente tener relaciones con cárteles de la droga y empresas chinas que trafican fentanilo.

No está claro, sin embargo, si esas omisiones fueron por incapacidad, deliberadas u obedecieron a que, por la crisis de recursos que arrastra el gobierno, no se pagaron las licencias que permiten una actualización binacional de información sobre lavado de dinero en tiempo real. Lo que sí fue detectado en la Secretaría de Seguridad, fue que una vez que se pagaron las licencias y el sistema volvió a operar con normalidad, Gómez envió un alto volumen de información confidencial al Departamento del Tesoro sobre un número no determinado de empresarios y operaciones financieras sospechosas bajo observación. Esta información no se la habían requerido en Estados Unidos.

Una persona que conoce lo que sucedió dejó entrever que la información confidencial que se envió a Washington fue después de que Gómez entendió que su salida de la UIF era inminente, aunque las razones por las que lo pudo haber hecho no están claras. Fue lo último que hizo, en este caso visto internamente como un acto de rebeldía -“traición” le llaman algunos- del ex titular de la UIF contra el gobierno de Sheinbaum.

Su relevo será Omar Reyes Colmenares, que tiene más de 25 años de especialización en inteligencia, y a quien conoció García Harfuch en la Agencia Federal de Investigaciones, hoy AIC, a principios de siglo. Reyes Colmenares fue subsecretario del Sistema Penitenciario con García Harfuch, cuando era secretario de Seguridad en la Ciudad de México, y fue su primera propuesta para encabezar el CNI. El funcionario goza de respeto en las áreas de inteligencia y tiene, entre otras cosas, excelentes relaciones en Estados Unidos. Su nombramiento -que no parece que por presiones se caiga- ayudará a profesionalizar la UIF, sacarla de los enfoques políticos en los que ha estado desde hace más de una década, y seguir armando la alineación que desea García Harfuch para combatir a la delincuencia, que tanto le ha costado construir a costa de quitarle plumas al ganso.

Cortesía de El Informador



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