Tus genes influyen en cómo hueles el mundo (y no es igual en hombres y mujeres), según un nuevo estudio sobre el olfato

Al cerrar los ojos y oler una naranja, no todos sentimos lo mismo. Algunos evocan una cocina cálida de infancia, otros apenas identifican el aroma. Este sencillo gesto oculta un proceso complejo: la percepción olfativa. Más allá del bulbo olfativo y las terminaciones nerviosas, la ciencia ha descubierto que nuestros genes influyen directamente en cómo reconocemos y recordamos ciertos olores. Y no solo eso: hombres y mujeres lo hacen de forma distinta, según un estudio publicado en Nature Communications en 2025.

En esta investigación, un equipo internacional de científicos analizó a más de 21.000 personas de ascendencia europea y estudió cómo reconocían 12 olores comunes, como limón, café, canela, piña o pescado. El análisis fue parte de un metaanálisis genético a gran escala, el mayor realizado hasta ahora en identificación olfativa. El resultado fue revelador: identificaron diez regiones del genoma asociadas con la capacidad de reconocer ciertos olores, muchas de ellas dentro o cerca de genes receptores olfativos.

Lo más sorprendente fue que algunas variantes genéticas solo afectaban a mujeres, otras solo a hombres, y otras influían de forma diferente según el sexo. Es decir, los genes no solo determinan nuestra sensibilidad olfativa, sino que interactúan con el sexo biológico de formas complejas. Esta interacción podría explicar por qué, en general, las mujeres tienen una mejor percepción olfativa.

Piña, naranjas y canela
Identificar el aroma a canela, pescado o piña no depende solo de la nariz: también del ADN. Fuente: iStock (composición).

Genes que huelen: del ADN a la canela

Los genes olfativos son una enorme familia: los seres humanos tenemos cerca de 960 genes relacionados con la detección de olores, aunque no todos están activos. La mayoría pertenecen a la clase de receptores olfativos, una subfamilia de los receptores acoplados a proteínas G, encargados de traducir señales químicas en impulsos eléctricos hacia el cerebro.

El nuevo estudio identificó diez regiones genéticas relacionadas con la percepción de cinco olores específicos: piña, canela, pescado, limón y naranja.

Uno de los hallazgos más sólidos fue una variante genética vinculada al reconocimiento de la canela, asociada al gen OR2J2, que responde al compuesto principal de esta especia: el cinamaldehído. También se detectaron variantes en zonas genéticas con funciones neurológicas más amplias, como ADCY2, involucrada en la transducción de señales olfativas. Estos hallazgos sugieren que la percepción olfativa depende tanto de los receptores específicos como de procesos neuronales más complejos.

El estudio demostró que algunas personas tienen hasta tres veces más probabilidades de reconocer ciertos olores si poseen determinadas variantes genéticas. Por ejemplo, una mutación en el gen TAAR5 multiplica por 3,7 la capacidad de identificar el olor a pescado. En otras palabras, el olfato no es igual para todos: depende de cómo esté codificado nuestro sistema sensorial.

Mujeres, hombres y olores: un dimorfismo genético

Una de las grandes preguntas del estudio era si el sexo biológico influía en la manera en que los genes afectan la percepción de los olores. La respuesta fue clara: sí, y de forma significativa. Dos de los diez loci identificados eran específicos de mujeres, y uno mostraba un efecto diferencial entre sexos, con mayor impacto en hombres. Esta es la primera vez que se documentan diferencias genéticas tan marcadas en el olfato entre sexos.

El ejemplo más llamativo fue el de la identificación del olor a naranja, que mostró una fuerte asociación genética en mujeres, pero no en hombres.

Los investigadores atribuyen esta diferencia a un gen llamado ADCY2, que contiene múltiples elementos de respuesta a andrógenos, lo que sugiere una interacción hormonal en el funcionamiento del receptor olfativo. Curiosamente, este gen forma parte de una cadena de señalización común en muchas funciones del cuerpo, incluyendo la percepción de olores.

Estas diferencias no solo confirman lo que ya sabíamos sobre la superioridad olfativa femenina, sino que ofrecen una base molecular para explicarla. Las hormonas sexuales podrían modular la expresión de genes olfativos, lo que influye en cómo se desarrollan las neuronas olfativas y en cómo interpretamos los estímulos químicos del ambiente.

Tus genes influyen en cómo hueles el mundo (y no es igual en hombres y mujeres),
El olor a naranja activa genes diferentes en hombres y mujeres, según un nuevo estudio genético. Fuente: iStock (composición)

Alzheimer, Parkinson y la pérdida del olfato

El estudio también exploró un vínculo preocupante: la relación entre el olfato y las enfermedades neurodegenerativas. La pérdida de la capacidad olfativa es uno de los primeros síntomas en enfermedades como el Alzheimer o el Parkinson. Por eso, los investigadores realizaron un análisis de aleatorización mendeliana para averiguar si hay una relación causal entre estas patologías y la pérdida del olfato.

Los resultados mostraron que tener una predisposición genética al Alzheimer tiene un efecto negativo sobre la capacidad de identificar olores, especialmente en mujeres. En cambio, no se halló evidencia de que una menor capacidad olfativa cause directamente estas enfermedades, lo que sugiere que la pérdida de olfato es un síntoma temprano, no una causa.

Este hallazgo refuerza la idea de que las pruebas olfativas podrían ser útiles como herramientas de detección precoz del Alzheimer, aunque no como indicadores de riesgo.

Además, uno de los genes implicados en esta relación fue TOMM40, involucrado en el transporte de proteínas hacia las mitocondrias, un proceso clave en la salud neuronal. Esto podría abrir nuevas vías para entender cómo la disfunción mitocondrial afecta tanto al cerebro como al sentido del olfato.

De la piña al café: lo que los olores dicen de ti

Entre los doce olores analizados en el estudio, algunos mostraron asociaciones genéticas mucho más fuertes que otros. En concreto, la piña y la canela fueron los más relacionados con variantes genéticas significativas. La capacidad para reconocer estos olores varía notablemente entre individuos, y sus tasas de identificación suelen ser bajas, lo que favorece la detección de diferencias genéticas.

Un caso especial fue el del olor a piña, que estuvo vinculado a varios genes olfativos distintos, algunos de ellos aún no bien caracterizados. Además, el estudio encontró que los genes relacionados con este olor también están asociados con otros comportamientos, como el consumo de café o el inicio del tabaquismo, aunque estos vínculos podrían deberse a la proximidad genética y no a un efecto causal directo.

Curiosamente, la única asociación genética con el “rendimiento global” en la identificación de olores fue impulsada casi en su totalidad por la habilidad para detectar el olor a piña. Esto sugiere que algunos olores tienen más peso que otros a la hora de evaluar nuestra capacidad olfativa general.

La elección de los olores en los test también tiene sesgos culturales, ya que muchos están relacionados con la alimentación y la experiencia sensorial en entornos europeos.

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Las mujeres muestran una mayor sensibilidad olfativa, con respaldo genético según científicos. Fuente: iStock (composición).

Lo que queda por oler (y por descubrir)

Aunque este estudio ha sido el más amplio realizado hasta ahora sobre genética del olfato, los investigadores reconocen sus limitaciones. Los doce olores usados representan una fracción mínima de los más de un billón de aromas que el ser humano puede distinguir. Además, todos los participantes eran de ascendencia europea, por lo que los resultados podrían no aplicarse a otras poblaciones con diferente bagaje cultural o genético.

También se apunta que muchas variantes genéticas con efectos generales sobre el olfato podrían haber pasado desapercibidas por no estar representadas entre los olores seleccionados. Por ejemplo, genes como ADCY3, esenciales en la transmisión olfativa, no se vincularon con ningún olor específico, pero sí con la puntuación global en hombres. Esto sugiere que se necesitan estudios más amplios, con mayor diversidad de estímulos y poblaciones.

Aun así, el trabajo sienta las bases para futuras investigaciones sobre la biología del olfato, la influencia de las hormonas y el impacto del entorno. La nariz, como puente entre el mundo exterior y nuestro cerebro emocional, sigue siendo un territorio fascinante para la ciencia. Y ahora sabemos que parte de lo que olemos —y de cómo lo interpretamos— está grabado en nuestro ADN.

Referencias

  • Förster, F., Emmert, D., Horn, K. et al. Genome-wide association meta-analysis of human olfactory identification discovers sex-specific and sex-differential genetic variants. Nat Commun. (2025). doi: 10.1038/s41467-025-61330-y
OBRAS DE INFRAESTRUCTURA HIDALGO

Cortesía de Muy Interesante



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