La capital del embudo: movilidad tapatía rumbo al Guinness


Sin importar la administración o el partido, las erráticas decisiones que toman nuestras autoridades estatales y municipales, sin el más mínimo atisbo de coordinación, nos cobran factura. Hoy, la ciudad de Guadalajara es un gigantesco estacionamiento con código postal. Y la solución propuesta es todavía más disparatada: más carriles para que circulen más carros en ellos.

FERIA DE SAN FRANCISCO

No importa si vas por López Mateos, Periférico, Niños Héroes o cualquier avenida de la ciudad: el destino final siempre es el mismo: quedarse parado. Y cuando llueve, la ciudad se convierte en una competencia de lanchas sin reglamento y con riesgo de muerte. La capital de Jalisco no necesita un plan de movilidad: necesita un milagro.

El problema no es nuevo, pero la política de crecimiento urbano parece diseñada por un arquitecto con fobia al transporte público y obsesión por las grúas (las de construcción, no las de tránsito). Guadalajara tiene una peculiaridad tan simpática como problemática: las lluvias provocan un brote de torres departamentales como si fueran hongos en La Primavera.

¿Y a qué conclusión llega la función pública cuando se le plantea cómo se moverán quienes vivan en esas torres? Respuesta implícita: en auto. Porque aquí el desarrollo vertical es sinónimo de colapso horizontal.

Y como si esta ciudad no estuviera lo suficientemente atorada, alguien en el gobierno y en el Colegio de Ingenieros del Estado de Jalisco pensó que la mejor solución para López Mateos -esa avenida que, con evidencia empírica, podemos calificar como la más saturada de la galaxia- es construir segundos pisos. Ajá, porque nada grita “movilidad inteligente” con más fuerza que meter más autos en un embudo.

El embudo, por cierto, iría de la Glorieta Colón al kilómetro 40 de la autopista a Colima. Imagínate el nivel de perspicacia que se requiere para creer que el concreto tiene propiedades mágicas y que, al elevar los autos, también se eleva la inteligencia del proyecto. Por si alguien duda: Ciudad de México y Monterrey ya lo intentaron, y hoy sus segundos pisos están igual de saturados… pero más caros de mantener.

Como si eso no bastara, tenemos en curso las obras del Mundial 2026 que prometen poner a Guadalajara en el mapa… y a sus habitantes en un curso intensivo de yoga y meditación. Mientras en otras ciudades sede se planifica con años de anticipación, aquí el plan fue abrir la mayor cantidad de zanjas posibles al mismo tiempo, para que el tapatío purgue sus penas en esta sucursal del Tártaro griego.
Y en medio de todo, el secretario de Transporte, Diego Monraz, ha logrado un hito: que cinco millones de ciudadanos sigan creyendo que el auto es su única opción. Aunque él se ufane de que no le toca lo que sí le toca, la realidad es que la ciudad no tiene un sistema integrado, la intermodalidad es una leyenda urbana y el transporte público sigue siendo un deporte extremo: combina resistencia física, tolerancia a la frustración y fe ciega en que la unidad llegará algún día.

Aquí, el único transporte “alternativo” que crece es el de los mototaxis: un ejército de vehículos irregulares que terminó haciendo el trabajo que la autoridad dejó tirado en la cuneta cuando tiró la ampliación de la Línea 1 del Tren Ligero. Para dimensionar: mientras el sistema de Mi Transporte cubre apenas el 63% del área metropolitana, los mototaxis ya operan en más de 40 colonias sin regulación efectiva.

Lo más triste es que Guadalajara ya no solo está inmóvil por el tráfico: está inmóvil por sus decisiones. Por esa mezcla de improvisación y desdén hacia peatones, ciclistas y usuarios del transporte público. Si no cambia el rumbo, esta ciudad no será sede de un Mundial… será sede del récord Guinness al atasco más grande del planeta. Y esos récords, para nuestra desgracia, siempre vivirán en los corazones de cualquier político o política que nos gobierne.

OBRAS DE INFRAESTRUCTURA HIDALGO

Cortesía de El Informador



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