
La inclusión financiera de calidad es clave para la salud económica de las mujeres y su resiliencia ante el estrés financiero; sin embargo, las brechas de género persisten. Las mujeres, junto con las poblaciones rurales y de bajos ingresos, continúan siendo los segmentos con los menores niveles de inclusión y la mayor vulnerabilidad financiera.
Así lo detallan María José Roa y Alejandra Villegas, investigadoras independientes, en el documento Inclusión financiera y movilidad social de las mujeres en México, del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY).
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La Encuesta Nacional sobre Salud Financiera (Ensafi) 2023 evidencia esta disparidad. Los datos muestran que las mujeres confían menos en sus habilidades financieras:
- Sólo 39% de las mujeres confía en administrar su dinero diariamente, frente al 40.4% de los hombres.
- En la planificación financiera a futuro, la confianza cae al 21.9% para las mujeres, mientras que para los hombres es del 26.8%.
- Al tomar decisiones sobre productos bancarios, solo el 17.6% de las mujeres se siente segura, en contraste con el 22.7% de los hombres.
En la Ensafi, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) señala que las principales dificultades de las mujeres para alcanzar sus metas financieras son la falta de ahorro (47.1%), la falta de oportunidades laborales (29.5%) y las deudas pendientes (8.2%).
Estos hallazgos coinciden con el estudio del CEEY, que identifica las barreras estructurales —como la falta de oportunidades salariales y educativas, y las normas sociales de género— como los principales factores que limitan la participación de las mujeres en los mercados financieros formales.
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Inclusión financiera y movilidad social
El estudio de María José Roa y Alejandra Villegas establece que la inclusión financiera está asociada con una mayor movilidad social ascendente y una mayor permanencia en los niveles socioeconómicos altos en México. No obstante, el impacto es distinto entre géneros.
Para la población en el quintil 1 (el nivel socioeconómico más bajo), la movilidad es muy limitada, con un 55% de personas que permanecen en el mismo nivel. La exclusión financiera acentúa esta situación, ya que el 56% de las personas (tanto hombres como mujeres) en esta condición se queda en el mismo quintil.
Para las mujeres con inclusión financiera, el 53% permanece en el quintil 1, aunque un 18% logra ascender al quintil 3. En contraste, solo el 34% de los hombres financieramente incluidos permanece en el quintil 1, y una proporción mucho mayor asciende a niveles superiores (30% al quintil 2 y 17% al quintil 3). Esto indica que, si bien la inclusión financiera facilita la movilidad ascendente para ambos, su efecto es más notable en los hombres.
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La permanencia en los quintiles socioeconómicos altos
En los niveles socioeconómicos más altos (quintil 5), el estudio del CEEY muestra que la inclusión financiera refuerza la estabilidad. Este efecto es especialmente pronunciado en las mujeres.
El 69% de las mujeres con inclusión financiera permanece en el quintil 5, frente a sólo 34% de las que no están incluidas.
Para los hombres, 77% de los que están incluidos permanece en el quintil 5, mientras que para los no incluidos este porcentaje es del 46%.
Estos resultados sugieren que la inclusión financiera fortalece la permanencia en los niveles altos, y su impacto es vital para las mujeres, quienes, sin ella, enfrentan un riesgo mayor de descender a quintiles inferiores. Este hallazgo está en línea con la literatura que indica que los roles de género son menos restrictivos para las mujeres en niveles socioeconómicos altos.
Factores que influyen en las diferencias de género
El estudio identifica tres factores principales que explican las disparidades de género en la movilidad social y la inclusión financiera:
1. Barreras estructurales: Las diferencias en el acceso al empleo y la educación limitan la inclusión financiera de las mujeres.
2. Normas sociales de género y transmisión intergeneracional: Los hombres tienden a replicar más las creencias y actitudes financieras de sus padres. Las hijas, al recibir menos exposición a estos temas, se ven afectadas por normas sociales que restringen su rol en las decisiones económicas.
3. Efectividad de la enseñanza financiera parental: Aunque la educación financiera de los padres tiene un efecto positivo en los hombres, el impacto en las mujeres es notablemente menor. Esto puede deberse a que, incluso con esta enseñanza, las normas sociales de género limitan su rol en las finanzas del hogar y su acceso a la autonomía económica.
El análisis concluye que las mujeres con inclusión financiera tienden a mantener su posición en los quintiles superiores, pero su potencial de movilidad ascendente se ve limitado por barreras sociales y económicas.
Esto subraya la necesidad de políticas que promuevan la educación financiera adaptada a las necesidades de las mujeres, enfocándose en la equidad dentro del hogar y la sociedad. La desigualdad en la transmisión de conocimientos financieros a las hijas podría tener un impacto negativo en su inclusión y movilidad social futuras.
Cortesía de El Economista
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