Fuente de la imagen, Getty Images
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- Autor, India Rakusen
- Título del autor, BBC World Service, Serie “Outlook”
El rostro de Paulina ha ejercido poder tanto cuando era solo una niña de 4 años como en su vida posterior.
En la década de 1980, era una de las supermodelos mejor pagadas del mundo.
Adorada por las cámaras, fue portada de revistas como Vogue, imagen de marcas globales y protagonista de uno de los contratos publicitarios más lucrativos de los años 80.
Todo eso mientras desfilaba por las pasarelas de los epicentros del mundo de la moda.
Sin embargo, su vida no es un cuento de hadas.
Detrás de su imagen impecable, se esconde una historia de abandono, exclusión, abuso y, finalmente, redención.
Tras años de ser vista pero quizás no escuchada, comenzó a escribir y hablar muy abiertamente sobre la misoginia en el mundo de la moda y la presión estética sobre las mujeres mayores.
Sin padres, pero con fotógrafos
Paulina nació en Checoslovaquia en 1965, en medio de una Europa dividida por la Guerra Fría.
Su vida dio un giro drástico a los 3 años, cuando sus padres huyeron del país durante la invasión soviética de 1968, dejándola atrás con sus abuelos.
Prometieron volver por ella, pero las fronteras se cerraron.
En Suecia, sus padres iniciaron una campaña desesperada para recuperarla, incluyendo una huelga de hambre frente a la embajada checoslovaca en Estocolmo.
La prensa sueca se interesó en el caso, y los medios empezaron a enviar fotógrafos regularmente a la casa de su abuela en Prostějov.

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“Me hacían posar con un osito de peluche y cara triste, sin que yo entendiera por qué. Yo solo pensaba: si lo hago rápido, puedo volver a jugar. Fue como el modelaje, años después.
“Nunca pensé que fuera raro hasta que un día mi mejor amiga me preguntó si quería jugar el domingo por la tarde y yo le respondí que ese era el día en el que venían los fotógrafos.
“Respondió: ‘¿De qué hablas?’. Estaba completamente desconcertada, y fue entonces cuando me di cuenta de que me sucedía solo a mí”.
Sin saberlo, era en un símbolo mediático del sufrimiento infantil bajo el comunismo, algo que ella no tenía edad para entender.
Reencuentro y pérdida
Paulina vivió con sus abuelos, a los que amaba, y cuando tenía 7 años, su madre logró volver, embarazada de su hermano menor.
Intentó sacar a Paulina del país clandestinamente, pero fue arrestada y puesta bajo arresto domiciliario.
El reencuentro no fue lo que la niña imaginaba.
“Yo había idealizado a mis padres. Recordaba a mi madre como una mujer hermosa, pero la mujer embarazada que apareció no era lo que esperaba. No olía a hogar. No era como mi abuela.
“Se suponía que debía incorporarla a en la familia, pero yo no la conocía y era incómodo y extraño.
“Me sentía un poco dividida entre odiarme por no quererla de inmediato y odiarla por su intrusión”.
Finalmente, en 1973, le dieron permiso a su madre de salir de Checoslovaquia con sus hijos.
Paulina tenía 8 años, y no sabía que dejaría a su abuela atrás.
“Me dijeron que íbamos a Suecia a ver a papá, y estaba súper emocionada, pero pensé que podría volver en las vacaciones”.
Recuerda vívidamente haber llegado a la frontera en un auto prestado, y caminar “por un largo camino”.
La carretera para cruzar a Austria estaba vigilada, y flanqueada por campos minados.
“Mi madre me dijo que no tuviera miedo, pero que caminara justo detrás de ella.
“Yo iba llena de esperanza. No sabía que ese era el momento en que dejaría atrás mi infancia, mi amor propio y mi mundo. Solo ahora lo veo con claridad”.

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Cruzaron la frontera y finalmente, la familia estuvo toda junta.
Pero pronto sucedió algo inesperado, una noche en Viena.
“Estábamos en una habitación de hotel; mi hermano y yo estábamos acostados en catres al borde de la cama de nuestros padres. Pensaron que estábamos dormidos, pero yo no lo estaba.
“Escuché a mi padre explicarle paciente y tranquilamente a mi madre que había conocido a alguien más mientras ella estaba atrapada en Checoslovaquia, y que ya no quería seguir casado.
“Recuerdo a mi madre llorando en silencio y diciendo: ‘¿Cómo me lanzas esto ahora? ¿Por qué no dijiste algo antes? ¿Qué se supone que debo hacer?’.
“Y me acuerdo que mi padre dijo que aún no estaba realmente listo para tener hijos, y lo recuerdo específicamente porque pensé: ‘¿no es demasiado tarde?'”.
“La niña comunista”
Poco después, la familia se trasladó a Suecia.
Tras años estar presente en la prensa como una niña ausente, su llegada fue noticia y su rostro apareció en todos los medios.
Pero lejos de ellos, la bienvenida no fue cálida.
En su nuevo país, Paulina fue reconocida como “esa niña de los periódicos”. En la escuela, el mote de “la comunista apestosa” marcó el inicio de años de exclusión y maltrato.
“Al principio eran comentarios, pero luego me pegaban, me empujaban, me maltrataban”.
Paulina creyó que la clave para ser aceptada, y evitar el acoso y violencia, era cambiar su imagen.
Para lograrlo, necesitaba dinero.
Trabajó en todo lo que pudo: cuidaba niños, vendía periódicos y hasta condones en una tabaquería. Todo para comprarse lo necesario para parecer una más del montón.
El primer día de clases después de esas vacaciones, relata, se vistió con sus jeans de moda y una camiseta amarilla con cerezas; tenía un nuevo corte de pelo, y se maquilló con brillo de labios y una sombra azul brillante.
“Fue tan increíble trabajar tan duro y conseguir exactamente lo que quería. Fue mágico.
“Entré a clase con la esperanza de que por fin encajaría. Pero nadie me miró”.
Todo era como antes, sintió: ella no existía a menos de que la estuvieran maltratando.

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“Pero luego las tres chicas que me habían estado acosando físicamente durante los últimos dos años me alcanzaron en un baño, y una de ellas me dijo: ‘¡Bonita ropa!’.
“Pensé: ‘¡Funcionó!’ y por un momento sentí un brote de alegría, pero me agarraron y metieron mi cabeza en un inodoro y bajaron el agua.
“Es una sensación físicamente horrenda. El agua corre por tu nariz, y sientes que te vas a ahogar. Pero, con mucho, la peor parte fue que se me rompió el corazón.
“Entendí que no había nada que pudiera hacer para ser parte de lo que tanto quería ser parte”.
La foto que lo cambió todo
Paulina se sentía fuera de lugar en la escuela, en casa y en Suecia.
Sin embargo, otra foto estaba a punto de cambiarlo todo.
Una de sus amigas soñaba con ser maquilladora.
Cuando jugaban juntas, ella le pedía la dejara maquillarla y posara frente a la cámara. Las imágenes eran creativas. Y se divertían.
“Ella era realmente una gran maquilladora. Envió algunas fotos a una agente de modelos en la ciudad, diciendo: ‘Me encantaría ser maquilladora o tal vez en fotógrafa de moda. ¿Cómo hago?’.
Pero la respuesta fue otra: “¿Quién es la chica? ¿Qué tan alta es? ¿Y cuántos años tiene?”.
La cazatalentos llevó a Paulina a conocer a un agente, el ahora desacreditado John Casablancas, fundador de la enorme agencia de modelos Elite Model Management y desarrollador del concepto de supermodelo.
Paulina, no obstante, no tenía idea de quién era.
“Conocí a John durante quizás 10 minutos. Me miró muy rápido y dijo que tenía una piel hermosa, y ‘¿te gustaría ir a París?’.
“Tenía 14 años y medio y pasé de tener la cabeza metida en un inodoro a ¿quieres ir a París para ser modelo?”.
Lo hizo. París sería su gran oportunidad. Pero no todo fue color de rosa.
El precio de la belleza

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Después de una serie de encuentros relámpago, Paulina se mudó sola a la ciudad en el centro de la moda.
Desde que se había ido de Checoslovaquia, lejos de los brazos amorosos de su abuela, se había sentido perdida y luchaba por recuperar un sentido de pertenencia.
París era un mundo completamente nuevo, una nueva oportunidad, que prometía glamour laboral y jet set.
Aunque pronto se convertiría en una supermodelo, la cámara que antes había documentado su dolor, ahora la iba a silenciar.
Lo que encontró fue una misoginia arraigada, y se estrelló de frente con ella desde muy temprano.
“En mi cuarto trabajo, un fotógrafo se acercó por detrás y puso algo en mi hombro. Yo me estaba maquillando frente a un espejo y no podía ver de qué se trataba pero todos reían, así que yo también me reí.
“No entendí qué era hasta que se alejó y se subió la bragueta y me di cuenta que era su pene.
“Tenía 15 años, así que asimilé eso, al igual que asimilé todo lo demás en mi vida, pensando: ‘Así que esto es parte de mi trabajo’.
“Y no me equivoqué. Era una parte muy importante de mi trabajo”.
Paulina vivió incontables episodios de acoso y violencia sexual, normalizados en una industria dominada por hombres.
“Lo tomábamos como un cumplido. Si un fotógrafo famoso no te tocaba, te sentías fea”.
No fue hasta un día que, viendo un programa sobre acoso laboral, entendió que aquello no era parte del trabajo, sino abuso.
“Para entonces ya tenía unos 46 años”.
Un amor, una pérdida
Las citas de trabajo continuaron llegando y, aunque todavía era una adolescente, Paulina ganaba más dinero que sus padres juntos.
En 1983, se mudó a Nueva York y luego, en 1984, apareció en la portada de la edición de trajes de baño de la revista Sports Illustrated.
Esa foto atrajo la atención del mundo.

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Una noche de ese mismo año, Paulina estaba en casa viendo MTV, y la hipnotizaron los ojos aguamarina de un elegante cantante que apareció en pantalla.
Unos meses después, la contrataron para un papel en un video musical de una banda estadounidense de rock llamada The Cars.
Cuando fue a una cena para conocerlos, llegó ese cantante de ojos azules del que se había enamorado: Ric Ocasek era el líder de la banda.
Pronto comenzaron a salir.
“Era todo lo que había estado buscando.
“Finalmente había conocido a alguien que parecía adorarme por completo, que no quería compartirme con nadie, que estaba algo obsesionado conmigo.
“Era increíblemente celoso pero muy talentoso. ¡Y tan guapo y tan sexy! Fue un romance súper apasionado al principio”.
Pero Ric estaba casado.
“Recuerdo que pensé que obviamente no era un matrimonio feliz, así que iba a dejar a su esposa.
“No pensé mucho más en eso hasta que meses después me dijo que también tenía hijos. Eso fue un balde de agua fría. Pero hasta entonces, fue un torbellino, como un romance de película”.
A pesar de que él era muy dominante, para Paulina era su refugio, su hogar.
“Se parecía mucho a mi padre: talentoso, alto y muy concentrado en lo que amaba. También se parecía mucho a mi abuela: amaba con esta cualidad apasionada, posesiva y obsesiva.
“Era como si hubiera ganado el premio gordo: tenía todo lo que conocía como seguridad en un solo hombre”.
Un hombre mucho mayor que ella, a quien ella complacía en todo. Él dictaba desde la ropa que usaba hasta cuáles amigos frecuentaba y cuáles trabajos aceptaba.
“Él tenía 41 años y yo 19, así que pensé que lo sabía todo, y que para tener una gran relación amorosa, tenía que hacer lo que él decía.
“No se sentía como control y ni que era tóxico.
“Tuve que renunciar a ciertas cosas pero no se sentía en lo más mínimo así.
“Hasta que crecí”.

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En 1988, Paulina obtuvo el contrato de modelaje más grande hasta la fecha: como el rostro de Estée Lauder, ganaría US$6 millones al año.
“Ric estaba encantado pues me sacaba del juego del modelaje: solo iba a ser la sofisticada reina de hielo de Estée Lauder, algo que él aprobaba. Y para mí también fue maravilloso porque quería hacer películas y otras cosas”.
En 1989, Ric y Paulina se casaron y tuvieron dos hijos. Pero a medida que pasaban las décadas, su relación cambió, pues ella había cambiado.
“Las cosas comenzaron a empeorar tras unos 25 años de relación.
“Yo había cuidado un hogar, a mis hijos, a mis hijastros, a sus padres. Había actuado en películas, escrito una novela y un libro para niños.
“Ya era una mujer, no la chica que era cuando nos conocimos, admirándolo con estrellas en los ojos, y él como el gran protector y mi príncipe.
“Y él se sentía disminuido.
“La dinámica cambió, y él no supo cómo manejarlo de otra manera que no fuera ignorarme”.
Tras de casi 30 años de matrimonio, Paulina y Ric se separaron y comenzaron un proceso de divorcio.
Pero se quedaron en la misma casa.
Ric fue diagnosticado con cáncer de pulmón, y ella lo cuidó hasta el día de su muerte en 2019.
Descubriría poco después que quien había sido su compañero de vida (y había manejado su dinero) la había excluido de su testamento.
Una voz inesperada
Antes de la muerte de Ric, cuando la relación se estaba deteriorando y él la estaba excluyendo, Paulina decidió volver al modelaje.
“Quería recuperar un poco de mi vida”.
Pero se chocó con un rechazo diferente: el edadismo.
“Tuve una reunión con mi agente de modelos y empecé a decirle: ‘No es que quiera resucitar mi carrera de modelo…’, y ella se echó a reír y dijo: ‘¡No es que puedas resucitar tu carrera de modelo!'”.
La razón no era sorprendente: “Las mujeres mayores no son vistas como socialmente atractivas”, señala.
“A medida que comienzas a envejecer, comienzas a avergonzarte por no lucir como solías hacerlo”.
En vez de dejarse intimidar, Paulina empezó a hablar.
Denunció la discriminación por edad, la invisibilización de las mujeres mayores y la hipocresía de la industria que la había glorificado para luego desecharla.
Aprovechó las redes sociales para mostrar arrugas, lágrimas, cicatrices, pensamientos y emociones, y compartió no solo su rostro, sino su historia.

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En 2022 publicó “Sin filtro”, una serie de ensayos en los que desmintió la fachada de su glamoroso matrimonio.
“Fui la esposa afortunada de un matrimonio excepcionalmente feliz entre famosos que había superado todas las adversidades, cuando la verdad era que, para cuando cumplí 50 años, mi esposo llevaba muchos años sin tocarme”, reveló.
Además, exploró las complejidades de ser mujer.
“La mujer ideal no era una mujer. Era una niña”.
Y retornó a la escena pública, a las revistas y a las pasarelas, pero esta vez en sus términos: fiel a quien es y quiere ser.
“Resulta que lo que no te mata no necesariamente te hace más fuerte. Eso es una falacia. Pero lo que no te mata te hace comprender tu fuerza”, apunta.
Una fuerza que no pasó desapercibida por la compañía que la catapultó como supermodelo: Estée Lauder la invitó a volver a trabajar con ellos.
Según el presidente global de la marca, Justin Boxford, Paulina fue contratada “no como una modelo portavoz, sino como un modelo a seguir”.
“Ella está cambiando el debate sobre el envejecimiento y queremos ser el altavoz que ayude a difundir su mensaje”.
Entre tanto, Paulina sigue sorprendiendo en Instagram al publicar fotos así como es ahora, como una en bikini cuando cumplió 60 años, que se vuelven virales y aparecen en numerosos artículos.
“Te dicen que tienes dos opciones: avergonzarte de envejecer o disimularlo con cirugía. Yo propongo una tercera: perder la vergüenza”.

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Cortesía de BBC Noticias
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