
A mediados de los años 90 —sí, parece que fue ayer— me pagué la universidad haciendo traducciones. No era precisamente complicado, pero sí talachoso: tenía que ir hasta la redacción de una revista, a casi dos horas de mi casa, esperar a que mi editor me atendiera, recibir en mi diskette de 3.5” los artículos que debía traducir y entregar los ya terminados. En casa, imprimía el material nuevo y me dictaba a mí misma las frases traducidas, mientras tecleaba velozmente en mi computadora. Los errores de dedo no me preocupaban mucho: después los corregía en una revisadita nocturna, hasta que me alcanzaba la madrugada. ¡Y listo! Así se ganaba la vida una estudiante en tiempos en que tener computadora en casa era “un lujo”, sin tener que trabajar en una oficina ni tener que teclear en una máquina Olivetti. Lo mejor: me pagaban por palabra traducida. ¡Eso era el futuro!
Treinta años después…
“Muchos de mis amigos traductores se están quedando sin trabajo o me cuentan que ya les pagan mucho menos por lo que antes era bien remunerados. Algunos hasta se molestan conmigo por colaborar en traducciones que sirven para ‘entrenar’ una Inteligencia Artificial”, me dice Alejandro Ángeles, periodista y editor, que disfruta experimentar con estas herramientas.
La verdad es que desde hace unos años, muchos traductores, correctores y periodistas ya nos apoyábamos en ciertas herramientas que hoy llamaríamos IA (aunque no usábamos ese término) para trabajar más rápido y con menos errores. Nadie parecía notarlo o preocuparse demasiado por ello
Hoy, en cualquier reunión con amigos y colegas de trabajo, la conversación suele girar en torno a lo mismo: “la IA nos está quitando todo”.
¿Paranoia?
Según el informe “Future of Jobs” 2023 del Foro Económico Mundial, los servicios de traducción están entre los empleos con más riesgo de desaparecer por la Inteligencia Artificial. Algo similar advertía ya un estudio de Oxford University (Frey & Osborne, 2013), que colocaba a la traducción entre las profesiones con alto riesgo de automatización.
Le pregunté directamente a ChatGPT: ¿La IA va a “exterminar” a los traductores humanos? Me contestó: “La respuesta corta es: no del todo. Pero sí transformará profundamente la profesión”.
Lo que sí está pasando hoy
La IA ya traduce y lo hace cada vez mejor, aunque aún comete errores… y esa es la rendija que mantiene a los traductores humanos en juego.
Un amigo, por ejemplo, estaba convencido de que con un traductor automático en su celular podría sobrevivir seis meses en Japón, sin saber nada del idioma. “La IA ya habla todas las lenguas, mejor que un humano”, decía. Regresó frustradísimo: ninguna app le resolvió lo que necesitaba.
La realidad es que aunque los traductores automáticos han mejorado mucho, todavía se enredan con los dobles sentidos, expresiones culturales, variantes locales del lenguaje. ¡Y qué decir de la pronunciación!
Eso sí: traducciones masivas y básicas —manuales, correos, subtítulos automáticos, instrucciones de software— ya son terreno dominado por IA. Y si existe revisión humana, el pago suele ser simbólico (por no decir, muy malo).
De acuerdo con Tomorrow Desk, la traducción automática redujo en 15–20% la traducción hecha por humanos; 34% de los traductores han reportado una caída en sus ingresos y 27% asegura que algunos de sus clientes ya los reemplazaron totalmente por alguna IA.
Lo nuevo: entrenar a la IA
Hoy, más que traducir, lo rentable puede ser “entrenar” a la IA. “Siento que me pagan más por aprender, que por hacer”, confiesa Ángeles, quien ha trabajado para modelos de traducción automática. “La experiencia es totalmente IA: nunca hablas con un humano, todo el proceso es online y hasta los pagos son automáticos. Al principio desconfié, pero han cumplido”.
¿Cómo se “entrena” a una IA de idiomas? Validar conversaciones, revisar textos, “tropicalizar” frases, contestar cuestionarios interminables… Incluso grabarse hablando o detectar errores en distintos contenidos de texto, audio o imagen. En pocas palabras: recordar todas las clases de idiomas, pero multiplicadas al mayoreo.
Lo que sigue en manos humanas
Muchos colegas coincidimos, quizá desde la nostalgia, en que la traducción creativa aún pertenece al terreno humano: novelas, poesía, guiones de cine, publicidad… La IA todavía no logra captar metáforas, ironía, ritmo narrativo ni subtexto.
También la traducción jurídica y médica se mantiene en manos de expertos humanos: contratos, diagnósticos, investigaciones científicas o documentos oficiales. “Aquí los errores pueden tener consecuencias graves y la validación humana es obligatoria”, me recuerda Ángeles.
Y difícilmente veremos a un software reemplazando la traducción diplomática o judicial. ¿Alguien imagina a una IA convenciendo a un mandatario de cesar una guerra?
¿Un futuro híbrido?
ChatGPT insiste en darme respuestas alentadoras (la IA generativa tiende a ser muy complaciente): “No hay de qué preocuparse. Lo que está en riesgo es el modelo clásico de traducción. Los que se especialicen y aprendan a trabajar junto con la IA serán imprescindibles; los que solo hagan traducción básica son los que corren mayor riesgo de desaparecer”.
Por ahora, el panorama no es tan sombrío. Según Common Sense Advisory (CSA Research, 2022), el mercado de servicios de traducción superó los 56,000 millones de dólares y sigue creciendo. La globalización aumenta la necesidad de traducir contenido, ahora con modelos híbridos (IA + humanos).
Así que por ahora, los traductores humanos seguimos teniendo la razón… al menos hasta que llegue el día, en que inevitablemente, dejemos de tenerla.
Cortesía de El Economista
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