Antes de que las jacarandas dominaran el gusto público, estuvo un árbol que ha acompañado a la ciudad desde su fundación: desde hace más de 400 años el fresno ha sido el más plantado.
La primera mención que existe sobre los fresnos fue en la creación de la Alameda Central, cuando los álamos con los que se pretendió engalanar este parque no prosperaron y mejor se optó por una especie que sí lo hiciera. En siglos posteriores, el fresno se convirtió en el árbol por excelencia de los paseos y calzadas novohispanas; y en los siglos XIX y XX fue plantado masivamente por toda la ciudad.
Los fresnos más viejos y grandes de CDMX están en Chapultepec, Tlalpan y Coyoacán, donde encontramos ejemplares patrimoniales de aproximadamente 150 años.
Son árboles nativos del centro del país y crecen en lugares de mucha humedad. Su rápido crecimiento, sus dimensiones de hasta 30 m de altura y diámetros que pueden llegar casi a los 2 m, y que pueden vivir hasta 200 años, los convirtieron en el árbol ideal en el gusto del siglo XIX. En ese entonces, cuando las temperaturas eran más frías, los fresnos incluso se teñían de colores amarillos durante el otoño, fenómeno cada vez más escaso.
Las altas temperaturas y las lluvias irregulares están teniendo un impacto en la salud de estos árboles. Los fresnos han sido afectados por plagas como el muérdago y barrenadores que están arrasando con los del poniente de la ciudad, aprovechándose de la debilidad de estos árboles sedientos y acalorados. Aunque estas plagas no van a acabar con ellos, sí pueden llegar a matar a muchos ejemplares históricos y a un paisaje que ha caracterizado a la CDMX durante siglos.
No podemos contar la historia de la ciudad sin sus árboles; por esto les dedicamos la portada de agosto 2025 de Chilango Revista. Lee más sobre el tema en el artículo de @arbolescdmx.
Cortesía de Chilango
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