La frontera entre México y Estados Unidos es un espacio de tránsito en el que el español y el inglés se mezclaban sin mayor problema. Sin embargo, las nuevas reglas impuestas por Donald Trump alteraron la vida de miles de choferes mexicanos que cruzan cada día hacia el norte. Desde marzo, el presidente declaró al inglés como idioma oficial y ordenó sanciones inmediatas para los transportistas que no pudieran comunicarse con las autoridades estadounidenses. La medida significa que, si un conductor no habla inglés al nivel exigido, puede ser retirado de la carretera en ese mismo instante.
La decisión no cayó en el vacío. De acuerdo con cifras del Departamento de Transporte, en 2025 ya se reportaron más de 6,000 infracciones contra choferes mexicanos que no saben inglés. La presión es enorme porque la mitad de los 5.9 millones de camiones que cruzan cada año entran por Laredo, Texas, y cualquier retraso afecta el flujo comercial entre dos países que dependen uno del otro. Para empresas mexicanas acostumbradas a operar con relativa flexibilidad, la nueva política se volvió una amenaza directa a sus negocios.
La historia detrás del cambio revela hasta qué punto la política de Trump busca marcar distancia con México. El propio mandatario presionó con aranceles y hasta insinuó intervención militar, pero encontró en el transporte de carga un terreno más delicado. El argumento fue la seguridad vial, después de un accidente en Florida con un chofer extranjero que no hablaba inglés. A partir de ahí, las reglas se endurecieron: cada camionero debe demostrar que entiende señales, responde preguntas de oficiales y puede explicar en inglés el destino de su viaje o la naturaleza de su carga. Quien no lo logre, queda fuera de servicio hasta aprobar la evaluación.
En Nuevo Laredo, epicentro del transporte en México, la respuesta fue inmediata. Empresas como TNL Express contrataron maestros de inglés y abrieron cursos intensivos cada sábado. Los salones se llenaron de choferes que nunca imaginaron estudiar a sus 40 o 50 años. Luis Alberto Alvarado, de 36, confesó que nunca había sentido tanta presión: “Si no podemos manejar, todo se detiene”. Otro transportista, José Gómez, relató que en un simulacro con un profesor que actuaba como agente estadounidense, no supo responder dónde llevaba las señales de advertencia y terminó bloqueado por los nervios, según The New York Times.
El impacto no se queda en las aulas improvisadas. En estados como Texas y Nuevo México los oficiales son mucho más estrictos, y los choferes viven cada inspección como un examen de inglés sorpresa. Algunos dependen de aplicaciones de traducción, pero el miedo a ser detenidos es mayor. Jair Martínez, de 49 años, recibió una advertencia en la frontera y se vio obligado a pagar de su bolsillo un curso de 80 dólares, aproximadamente 1,492 pesos. Reconoció que el idioma nunca fue un requisito para transportar autopartes o maquinaria, pero que ahora se volvió la diferencia entre trabajar o ser devuelto.
Puente del Comercio Mundial en Nuevo Laredo, Tamaulipas.
Acciones que no se pueden implementar de la noche a la mañana
Las empresas mexicanas enfrentan el reto de enseñar un idioma a miles de operadores en tiempo récord. Los dueños coinciden en que la seguridad vial es importante, aunque cuestionan la forma en que se impuso la medida. “Lo que no se hizo en años no puede lograrse en unas semanas”, dijo Juan Manuel Talamas, directivo en Ciudad Juárez. Aun así, muchos creen que no hay alternativa. Estados Unidos pausó las visas de trabajo para choferes extranjeros, y aunque México afirma que los camioneros cuentan con permisos bajo el T-MEC, el ambiente de incertidumbre crece.
La realidad es que la vida del chofer de camiones cambió por completo. Ya no basta con revisar frenos o calcular los kilómetros de autonomía de un tráiler. Ahora también deben practicar diálogos sobre destino, carga o señales de tránsito en otro idioma. Para quienes pasan semanas enteras en carreteras que conectan Nuevo Laredo con Michigan u Oregón, la política de Trump no es solo un requisito legal, es una barrera cultural que llegó sin aviso y que amenaza con frenar una industria que mueve miles de millones de dólares cada año.
Cortesía de Xataka
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