Fallece a los 103 años el último piloto ‘as’ de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial: derribó kamikazes, volvió del infierno y dedicó su vida a un pueblo de 500 habitantes

A los 103 años de edad, ha fallecido en Nebraska Donald McPherson, el último piloto de combate estadounidense considerado “as de la aviación” de la Segunda Guerra Mundial. Su muerte cierra un capítulo definitivo en la historia de la aviación militar estadounidense, uno marcado por valentía, juventud truncada por la guerra y una vida entera consagrada al servicio. Pero más allá del número de enemigos abatidos, McPherson deja un legado profundamente humano que va mucho más allá de sus hazañas en el aire.

El término “as” se reserva a aquellos aviadores capaces de derribar al menos cinco aeronaves enemigas en combate. McPherson, miembro del Escuadrón de Caza 83 (VF-83) a bordo del portaaviones USS Essex, logró esa marca en los cielos del Pacífico en la última gran campaña bélica de la Segunda Guerra Mundial: la batalla de Okinawa. Sin embargo, lo más notable de su historia es lo que vino después: la forma en la que un hombre moldeado por el horror de la guerra encontró propósito y redención en la vida cotidiana de su comunidad rural.

De los campos de Nebraska a los cielos del Pacífico

Donald McPherson nació en 1922 en Adams, una pequeña localidad agrícola del estado de Nebraska, en plena Gran Depresión. Como muchos jóvenes de su generación, el conflicto mundial lo arrancó de su rutina con la promesa de aventuras y el riesgo de no regresar. Se alistó en la Marina en 1943, y en menos de dos años ya pilotaba un Grumman F6F Hellcat desde la cubierta del Essex, en el corazón del conflicto contra el Imperio japonés.

Su bautismo de fuego llegó en marzo de 1945 durante los bombardeos previos al desembarco en Okinawa. Las condiciones eran extremas: vuelos de cientos de kilómetros, fuego antiaéreo constante, kamikazes lanzándose como proyectiles humanos y compañeros que no regresaban. El Museo Nacional de la Segunda Guerra Mundial, que ha documentado sus misiones, lo describe como un joven oficial que supo mantener la calma incluso cuando su avión recibió impactos a escasos centímetros de su espalda.

Durante la campaña, McPherson logró derribar dos bombarderos en picado Aichi D3A “Val” en una misma salida, y semanas después, sumó tres aparatos kamikazes más a su lista. Fue entonces cuando alcanzó el estatus de “ace”, una distinción que solo obtuvieron unos 1.400 pilotos estadounidenses durante toda la guerra, según la American Fighter Aces Association.

Durante la campaña estadounidense en Okinawa, en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, Donald McPherson surcó los cielos del Pacífico pilotando un caza Hellcat
Durante la campaña estadounidense en Okinawa, en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, Donald McPherson surcó los cielos del Pacífico pilotando un caza Hellcat. Foto: U.S. Navy/National WWII Museum

Kamikazes, coraje y supervivencia

Los enfrentamientos en Okinawa fueron quizás los más crudos y desesperados del conflicto en el Pacífico. Miles de jóvenes pilotos japoneses fueron lanzados en misiones suicidas contra los buques estadounidenses, en operaciones conocidas como kikusui. McPherson y su escuadrón fueron la última línea de defensa ante estos ataques.

Uno de los momentos más tensos de su carrera llegó el 6 de abril de 1945, cuando una oleada de más de 400 aviones enemigos, muchos de ellos kamikazes, se lanzó contra la flota estadounidense. Durante horas, los Hellcat del VF-83 combatieron sin tregua para evitar que las naves fuesen alcanzadas. En un día, McPherson abatió varios aviones enemigos que volaban tan bajo sobre el mar que apenas había margen para maniobrar. El propio piloto relató años después que, tras una de estas misiones, descubrieron que una bala había atravesado el fuselaje a escasos centímetros de su asiento. Ese día, comprendió que debía estar vivo por alguna razón.

Pese a sus condecoraciones —entre ellas tres Cruces de Vuelo Distinguido y la Medalla de Oro del Congreso que recibió en 2015—, McPherson nunca buscó protagonismo. Como han relatado sus hijos en entrevistas recogidas por medios como el Beatrice Daily Sun o Military Times, durante décadas apenas habló de la guerra. Volvió a Adams, se casó con su novia de la juventud y trabajó durante 20 años como cartero rural. También retomó la actividad agrícola y se volcó en su iglesia, en el movimiento scout y en el deporte infantil.

Fue precisamente ese compromiso con la comunidad lo que lo convirtió en una figura querida y respetada mucho más allá de sus méritos militares. Impulsó la creación de ligas de béisbol y sóftbol en su pueblo y se convirtió en entrenador, organizador y voluntario habitual. El campo donde se disputan hoy los partidos lleva el nombre de McPherson Field, en honor a él y a su esposa Thelma, que durante años fue la encargada de anotar las puntuaciones y llevar el puesto de refrescos.

En los últimos años de su vida, McPherson comenzó a recibir invitaciones para contar su experiencia. Acudió a escuelas, participó en actos conmemorativos y fue homenajeado en museos como el Fagen Fighters WWII Museum de Minnesota, que incluso restauró un avión Hellcat idéntico al que él pilotó y se lo llevó hasta su localidad para que pudiera subirse a bordo una vez más. A los 102 años, volvió a volar en una aeronave militar y, al aterrizar, dijo con una sonrisa que lo haría de nuevo.

Lo que marcó la diferencia en su testimonio es que nunca glorificó la violencia. Según testimonios de su familia, el piloto tenía claro que, aunque derribó cinco aviones, cada victoria aérea era también la pérdida de una vida humana. Sin embargo, encontraba consuelo en saber que, al detener un kamikaze, había salvado la vida de decenas de marineros. Años después de la guerra, recibió una llamada de un veterano agradeciéndole por evitar que su barco fuera hundido, algo que él valoró más que cualquier medalla.

Donald McPherson
Donald McPherson se incorporó a la Segunda Guerra Mundial con apenas 20 años, iniciando su carrera militar como joven oficial recién formado en la aviación naval. Foto: U.S. Navy/National WWII

El fin de una era

Con su fallecimiento el 14 de agosto de 2025, Donald McPherson se convirtió en el último piloto “as” estadounidense superviviente de la Segunda Guerra Mundial. Es un símbolo no solo del fin de una generación, sino también del tránsito entre el heroísmo bélico y la construcción de la paz. En un siglo marcado por la guerra, él eligió regresar a su comunidad para construir algo más perdurable: una vida sencilla, centrada en la familia, la fe y el bien común.

En palabras de sus hijos, su mayor orgullo no era haber sido un héroe, sino haber vivido con propósito. En su historia resuenan las de miles de personas anónimas que lucharon, sobrevivieron y luego eligieron vivir con humildad y esperanza.

Tal y como ha documentado el National WWII Museum, su historia nos recuerda que los héroes verdaderos no siempre son los que más ruido hacen. A veces, son los que, después de enfrentarse a la muerte en los cielos, vuelven a casa para cuidar un campo, enseñar a un niño a batear o entregar una carta a tiempo. Y eso también es historia.

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Cortesía de Muy Interesante



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