La historia del ejército romano puede estudiarse de múltiples formas, a través de sus batallas, sus conquistas o sus reformas tácticas. Sin embargo, también puede analizarse desde una perspectiva social y cultural, atendiendo a cómo los soldados se percibían a sí mismos y cómo construían un sentido de pertenencia dentro de una institución que marcaba profundamente sus vidas. En los últimos años, una serie de estudios han analizado los mecanismos mediante los cuales los soldados romanos construyeron su identidad grupal y personal, en un proceso dinámico que se expresó recurriendo a símbolos, prácticas conjuntas y memoria material. Este enfoque permite comprender al soldado romano no como una figura anónima dentro de un engranaje bélico, sino como un individuo que, inmerso en una comunidad armada, hallaba en ella reconocimiento, estatus y proyección social.
El soldado en contexto: de ciudadano a profesional
De la República al Imperio
Durante la República, buena parte de las personas que ejercían de soldados eran campesinos o comerciantes. Servían al ejército por temporadas y se identificaban, primero, como ciudadanos más que como militares. Las guerras civiles provocaron que el servicio se extendiera en el tiempo, por lo que esta relación cambió. El soldado comenzó a concebirse como miles profesional, un hombre cuya identidad social se ligaba estrechamente a la milicia. Esta transformación se consolidó en época imperial, cuando las unidades de servicio prolongado ofrecían a los hombres la posibilidad de una carrera profesional, así como la integración permanente en un grupo social cerrado.
La comunidad de los comilitones
Los compañeros de tienda o contubernales conformaban el primer núcleo de cohesión. A partir de ese círculo íntimo, la identidad se expandía a la centuria, la cohorte y, finalmente, la legión. El saludo “comilito, ¿de qué legión eres?” refleja la importancia de esta adscripción colectiva. La pertenencia a una determinada unidad constituía un rasgo fundamental de la autoidentificación del soldado romano.
Símbolos y signos de pertenencia
Escudos, insignias y emblemas
El ejército romano articuló su identidad visual a través del uso de emblemas y símbolos. Los escudos pintados, los estandartes con animales asociados a los fundadores de las legiones y las inscripciones en armas y armaduras recordaban constantemente esa filiación. Los símbolos servían como un lenguaje interno que servía para distinguir a cada grupo, además de reforzar la cohesión entre sus miembros. Aunque a ojos modernos muchos signos parecen similares, estos códigos resultaban inequívocos para los soldados.
La fuerza del sonido y la apariencia
La apariencia de la soldadesca servía, igualmente, para reforzar la identidad grupal. Los cinturones con placas metálicas y las tiras colgantes del equipo militar, por ejemplo,producían un ruido característico cuando los soldados caminaban. Estos sonidos, unidos al golpeteo de las sandalias claveteadas, confería al soldado una presencia imponente.
Por otro lado, los adornos de los cinturones y los colores de las túnicas también eran señales visibles del estatus. El soldado romano cultivaba una hermosa figura que transmitía, a la vez, orgullo, fuerza y un sentido de amenaza.

Más allá de la uniformidad
¿Existía un uniforme?
Según los investigadores, en las legiones romanas no existía un uniforme estandarizado. Las variaciones en el corte de las túnicas, los tipos de botas o las formas de las armaduras muestran que no hubo una planificación centralizada. En realidad, la similitud entre las piezas del equipo militar se debía más a la imitación y a la circulación de modelos que a un control oficial. La diversidad material, por tanto, revela que la identidad militar no se forjaba a través de la homogeneidad, sino, sobre todo, de la emulación y la ostentación individual.
Entre lo práctico y lo decorativo
Muchos elementos del equipo cumplían una función de prestigio y distinción. Los cascos decorados, los broches elaborados o los cinturones con complejas incrustaciones metálicas eran piezas que los soldados también llevaban durante los combates. Así, el campo de batalla era el escenario donde la ostentación se convertía en un arma psicológica.

Cohesión identitaria generacional y regional
Redes familiares y patronazgo
El ejército no solo unía a los hombres del presente: también articulaba vínculos intergeneracionales. Era frecuente que varias generaciones de una misma familia sirvieran en las mismas unidades, lo que reproducía un sentido de pertenencia heredada. El patronazgo y las redes de recomendación resultaban fundamentales para acceder a determinadas legiones o ascender en la jerarquía. El ejército funcionaba como una suerte de familia extensa, donde los lazos de sangre y de camaradería se entrelazaban.
Identidades regionales
Los soldados también construían identidades regionales con base en los lugares del imperio en los que operaban. Las legiones estacionadas en el Rin o en el Danubio desarrollaban formas de prestigio colectivo, visibles, por ejemplo, cuando apoyaban a determinados emperadores en tiempos de guerra civil. La propia cultura material —desde las cerámicas hasta las formas de enterramiento— refleja el trasvase de tradiciones entre regiones militares. El soldado romano, por tanto, se reconocía no solo como parte de su unidad, sino también como miembro de un ejército regional con reputación propia.

Memoria e identidad en los monumentos funerarios
Los monumentos funerarios ilustran los modos en los que los soldados querían ser recordados. Muchos muestran figuras armadas con un detalle sorprendente, lo que parece indicar que los propios soldados o sus camaradas encargaban la obra. Las tumbas eran un medio de prolongar en el tiempo la identidad militar más allá de la muerte y garantizar al difunto un lugar de reconocimiento en la comunidad.
En estas estelas, los soldados aparecen erguidos, con lanza o espada en mano, sujetando cinturones decorados o mostrando el equipo que simbolizaba su carrera. Aunque los retratos no fueran realistas, la postura y los gestos transmitían la arrogancia y el orgullo de pertenecer a la milicia. La iconografía funeraria, por tanto, convirtió la identidad militar en un signo de prestigio social y memoria colectiva.
Una identididad unitaria basada en la heterogeneidad
El ejército romano, además de formar parte de la maquinaria de guerra, también se convirtió en una comunidad en la que los individuos forjaban identidades múltiples: como ciudadanos, como miembros de una unidad, como soldados profesionales y como parte de un linaje militar. Esta identidad no era uniforme ni impuesta de manera homogénea, sino que se vivía y negociaba día a día en la práctica del servicio, en los vínculos entre camaradas y en la manera de exhibir y recordar la condición de miles.
Referencias
- Coulston, Jonathan C. N. 2004. “Military identity and personal self-identity in the Roman army”, en Luuk de Ligt, Emily Hemelrijk y H.W. Singor (eds.),Roman Rule and Civic Life: Local and Regional Perspectives, en 133-152. Brill.
- Skinner, Joseph Edward, Vicky Manolopoulou y Christina Tsouparopoulou, (eds.). 2025. Identities in Antiquity. Routledge.
Cortesía de Muy Interesante
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