Así nació el Elevador da Glória: el increíble funicular que conquistó Lisboa desde 1885

A menudo, la historia de una ciudad se desliza por sus raíles. Y en Lisboa, ciudad de colinas infinitas y callejuelas empedradas, hay un artefacto mecánico que durante más de un siglo ha hecho mucho más que conectar dos puntos del mapa: ha tejido memorias, postales y emociones. Hablamos del Elevador da Glória, un funicular inaugurado en 1885 que, desde entonces, se convirtió en un símbolo de la capital portuguesa. Sin embargo, su trágico descarrilamiento ocurrido en el día de ayer, que ha dejado al menos 17 muertos y decenas de heridos, ha sacudido a todo el país y ha devuelto al primer plano una historia que se remonta a los albores de la modernidad urbana en Portugal.

Mientras las autoridades investigan las causas del accidente y la ciudad declara días de luto, el Elevador da Glória vuelve a ser protagonista. Pero esta vez, no por su pintoresco encanto ni por su valor patrimonial, sino por el dolor que ha causado. Sin embargo, para comprender la magnitud de lo ocurrido, hay que mirar atrás, a la historia de este funicular que durante 140 años fue testigo silencioso del pulso vital de Lisboa.

Un ingenio del siglo XIX que marcó el alma de Lisboa

El Elevador da Glória nació como respuesta a un desafío físico: salvar el pronunciado desnivel entre la Baixa lisboeta, donde se encuentra la Plaza de los Restauradores, y el Barrio Alto, coronado por el Mirador de São Pedro de Alcântara. Fue el ingeniero Raoul Mesnier du Ponsard, uno de los grandes nombres de la ingeniería portuguesa, quien concibió este funicular, el segundo instalado en la ciudad tras el del Lavra.

Inaugurado el 24 de octubre de 1885, el Elevador da Glória se convirtió pronto en mucho más que un medio de transporte. En sus inicios, funcionaba con un sistema de contrapeso de agua, lo que implicaba que un vagón bajaba cargado y el otro subía vacío, compensando el peso. Luego, en su afán por adaptarse a los avances tecnológicos, pasó por la tracción a vapor y finalmente se electrificó en 1915, adoptando un sistema que aún hoy es utilizado en los tradicionales tranvías amarillos de Lisboa.

En su interior, los bancos corridos enfrentados a las ventanas, el traqueteo suave y el lento ascenso ofrecían una experiencia nostálgica y entrañable, convertida en rutina diaria para los lisboetas y en postal obligada para los turistas. Desde sus ventanas se veían desfilar las fachadas del Palácio Foz, la Misericórdia de Lisboa y la vibrante vida urbana que gravitaba en torno a la Calçada da Glória.

Uno de los vagones del Elevador da Glória fotografiado a comienzos del siglo XX, cuando Lisboa empezaba a modernizarse sin perder su encanto de ciudad antigua
Uno de los vagones del Elevador da Glória fotografiado a comienzos del siglo XX, cuando Lisboa empezaba a modernizarse sin perder su encanto de ciudad antigua. Foto: Wikimedia

Más que un transporte: un escenario de historia y cultura

El Glória no solo transportaba personas: transportaba símbolos. Con el paso de los años, fue escenario de historias cotidianas, amores juveniles y miles de fotografías. También fue un lugar para el deporte. Entre 1913 y 1926, la famosa “Subida à Glória” convocaba a ciclistas profesionales y aficionados a desafiar sus 265 metros de empinada pendiente en una contrarreloj mítica. El récord establecido en 1926 no fue batido hasta 2013, cuando la tradición fue recuperada como homenaje a la memoria urbana.

Incluso la cultura pop se apropió del funicular. En 1987, la banda portuguesa Rádio Macau inmortalizó al Elevador da Glória en un álbum que se convirtió en un clásico del rock nacional. Desde entonces, el funicular fue no solo un medio de transporte, sino un elemento más del imaginario lisboeta.

En reconocimiento a su importancia histórica y simbólica, el funicular fue declarado Monumento Nacional en febrero de 2002. Este estatus lo protegía, al menos en teoría, de las amenazas del tiempo y del descuido. Cada año, más de tres millones de personas lo utilizaban, consolidándolo como el más popular entre los tres ascensores históricos que operan en Lisboa.

Una estructura que parecía inmortal… hasta que dejó de serlo

A pesar de su robustez aparente y de su continua presencia en el corazón de Lisboa, el Glória ya había mostrado señales de vulnerabilidad. En mayo de 2018, una falla en el mantenimiento provocó el descarrilamiento de uno de los vagones, aunque sin consecuencias graves. Fue un aviso. Sin embargo, la tragedia se materializó siete años después.

En el día de ayer, 3 de septiembre de 2025, minutos después de las seis de la tarde, el vagón número 1, descendiendo desde el mirador, se salió de los raíles y se estrelló con violencia contra un edificio en una de las curvas más pronunciadas del recorrido. El impacto fue brutal. El vehículo quedó aplastado como una caja de cartón. Decenas de personas quedaron atrapadas, algunas de ellas turistas extranjeros. En el momento de escribir este artículo, el balance provisional eleva a 17 los muertos y más de 20 heridos, varios en estado crítico.

La empresa operadora, Carris, ha defendido la rigurosidad de su mantenimiento y asegura haber cumplido con todos los protocolos. No obstante, un sector del sindicato de trabajadores ha puesto en duda si estas revisiones fueron realmente suficientes. Las investigaciones ya están en marcha, pero todo apunta a un fallo en el sistema de frenos o en el cable de seguridad, que habría dejado al vagón sin control en plena pendiente.

El funicular recorriendo la pendiente hacia el Bairro Alto en 1957, en una Lisboa que aún conservaba el pulso pausado del siglo XX
El funicular recorriendo la pendiente hacia el Bairro Alto en 1957, en una Lisboa que aún conservaba el pulso pausado del siglo XX. Foto: Wikimedia

Un emblema herido en el corazón de Lisboa

Más allá del accidente en sí, lo que ha ocurrido en la Calçada da Glória ha provocado una herida profunda en la identidad de Lisboa. El Elevador da Glória no era simplemente un tren sobre raíles, era un vínculo emocional con la historia, un fragmento vivo del siglo XIX incrustado en la ciudad del siglo XXI. Era la postal favorita, el atajo de los nostálgicos, la reliquia que funcionaba.

Ahora, con su estructura destrozada y las víctimas aún siendo identificadas, Lisboa se enfrenta a un duelo que es también simbólico. Ha perdido no solo vidas humanas, sino también parte de su alma. El alcalde ha decretado tres días de luto y la ciudad entera se ha detenido, como si el funicular arrastrara consigo el tiempo mismo.

En los próximos meses, habrá debates sobre seguridad, mantenimiento, patrimonio y turismo. Pero lo que nadie podrá borrar es la huella que este accidente ha dejado en una ciudad que, durante más de un siglo, confió ciegamente en la constancia de un viejo vagón amarillo que nunca debía fallar.

OBRAS DE INFRAESTRUCTURA HIDALGO

Cortesía de Muy Interesante



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