Hace casi 30 años, el director Paul Thomas Anderson le ofreció el protagónico de la película Boogie Nights: Noches de placer, que al final terminó haciendo Mark Wahlberg en 1997. Leonardo DiCaprio, que reconoce que se quedó con la espina, ese mismo año se haría mundialmente famoso en Titanic. Recién ahora director y actor pudieron trabajar juntos en Una batalla tras otra, la película que estrena este mes de septiembre y puede ponerlo a Leo de nuevo en el circuito de los Oscar que tan bien conoce.
Su papel es el de un rebelde que pasó a la clandestinidad, se niega a usar celular y debe salir de nuevo al mundo a tratar de rescatar a su hija adolescente. Benicio del Toro será un ex compañero que lo ayude, Sean Penn el villano, su némesis.
A título personal, Leonardo DiCaprio estuvo años tratando de recrear en una película al magnate millonario Howard Hughes, que vivía aislado y lleno de obsesiones, a quien finalmente interpretó en El aviador, dirigido por Martin Scorsese, consiguiendo en 2005 otra de sus 6 nominaciones al Oscar, que ganaría por El Renacido en 2016.
De Hughes parece haberle quedado esa paranoia que lo hace tratar de evitar los flashes de los paparazzi tapándose la cara con sus gorras de béisbol, ya sea en Coachella o llegando al polémico casamiento de Jeff Bezos y Lauren Sanchez en junio en Venecia.
Lo paradójico es que todo el mundo sabe que ese que se oculta detrás de la gorra es Leonardo DiCaprio. Ahora acompañado de su novia, la joven modelo italiana Vittoria Ceretti (27), con quien se lo ha visto flirtear en yates por las aguas del Mediterráneo o el Adriático, lujos de megaricos que le critican en las redes y en algunos medios que no ven bien la conjunción entre ambientalismo y derroche.
En 1998, un año después del arrasador fenómeno Titanic, creó la Fundación Leonardo DiCaprio para financiar proyectos ambientales que protejan la biodiversidad y combatan el cambio climático. El vicepresidente Al Gore, reconocido ecologista, fue su mentor. En 2016 estrenó un documental después de pasar 2 años recorriendo el mundo para mostrar los peligros del recalentamiento del planeta.
Lo llamó Antes del diluvio e intentó transmitir un mensaje de urgencia. Dos años antes lo había dado en persona en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, donde le pidió a los líderes mundiales más acción y menos palabras.
“Como actor estoy acostumbrado a pretender ser quien no soy, resolviendo problemas ficticios. Creo que la humanidad ha mirado el cambio climático como si fuera una ficción, pretendiendo que no es real como si así el problema fuera a desaparecer. Nada de esto es retórica, son datos y el tiempo apremia”, los urgió.
Últimamente ese discurso y su vida en el jet set parecen colisionar, cuando admite como en una entrevista reciente que le hizo el director de Una batalla tras otra para la revista Esquire, que su foma de sacarse de encima el estreés entre filmación y filmación es navegar en yates. Se conocieron fotos de la pareja abordando el Koru de Jezz Bezos, anclado cerca de Ibiza, una mole que cuesta 400 millones de dólares y emite, aun sin moverse, toneladas de CO2 equivalente a los que 1000 personas gastan en un año.
En esa misma entrevista, la revista le pidió a Paul Thomas Anderson que le hiciera otra pregunta puntual: si cumplir 50 años en noviembre de 2024 lo había hecho reflexionar sobre su edad.
Un rato antes el actor había acordado que su edad emocional era de 32 años. Igual, forzado a hablar de los 50, dijo que planeaba imitar a su madre que con la edad dice lo que piensa y no pierde tiempo falseando nada, “aún a riesgo de tener desacuerdos o ir por caminos separados, tanto en lo personal como en lo profesional”.
También habló de cómo la libertad es no tener miedo, como decía Nina Simone. Y de cuanto separa ahora sus proyectos para poder vivir su vida en el entretiempo.
Cortesía de Clarín
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