Así fue el eclipse lunar del 7 de septiembre en España: un eclipse eclipsado por las nubes

La Luna totalmente eclipsada adquiere un tono rojo cobrizo durante la fase de totalidad. Es contraintuitivo, pero la verdad es que durante un eclipse total, nuestro satélite no se oscurece por completo, sino que toma ese color rojizo debido a que parte de la luz solar alcanza la Luna tras filtrarse por la atmósfera terrestre. Este efecto ha dado lugar al apodo popular de “Luna de Sangre” para describir a la Luna eclipsada.

El eclipse lunar del 7 de septiembre de 2025 fue de tipo total y ocurrió coincidiendo con el atardecer en España. El inicio de la fase umbral (cuando la sombra terrestre comienza a cubrir la Luna) tuvo lugar a las 18:27 (hora peninsular), si bien a esa hora la Luna aún no había salido por el horizonte en el territorio español. La fase de totalidad –cuando la Luna quedó completamente sumergida en la sombra de la Tierra y exhibió su característico tono rojizo– se extendió aproximadamente desde las 19:31 hasta las 20:53, alcanzando el máximo oscurecimiento y coloración hacia las 20:11. Tras el máximo, la Luna empezó a salir gradualmente de la sombra; la fase parcial finalizó alrededor de las 21:56, momento en que el astro recuperó por completo su brillo habitual. En total, desde el comienzo en la penumbra hasta el último instante, el fenómeno se prolongó algo más de cinco horas, con unos 82 minutos de eclipse total efectivo –un valor notablemente superior a la media (unos 62 minutos) de los últimos eclipses lunares totales registrados–. Este eclipse de septiembre coincidió además con la luna llena más próxima al equinoccio de otoño (conocida tradicionalmente como “Luna de la Cosecha”), un hecho que añadió interés al evento astronómico.

En cuanto a las condiciones de visibilidad desde distintas regiones de España, la geometría del eclipse hizo que en la mayor parte del país la Luna saliera ya eclipsada por el horizonte al anochecer. Esto permitió observar al menos la parte final de la totalidad en todas las comunidades de la España peninsular e insular mediterránea. Por el contrario, en las Islas Canarias y en el extremo occidental de Galicia la Luna apareció demasiado tarde; allí solo fue posible apreciar la fase parcial final del eclipse, una vez que la totalidad ya había terminado. En general, cuanto más hacia el este de la península se encontraba el observador, más tiempo pudo disfrutar de la Luna roja sobre el horizonte crepuscular Así, por ejemplo, en puntos del levante y noreste peninsular la Luna se asomó cerca de las 20:30, concediendo unos 15-20 minutos de totalidad visible antes de las 20:53, mientras que en localidades del suroeste (como Huelva o Cádiz) el satélite emergió casi al final de la fase roja, apenas unos minutos antes de que empezase a aclararse. En cualquier caso, a diferencia de los eclipses solares, este espectáculo pudo contemplarse a simple vista y sin riesgo –no se requiere ninguna protección especial para observar un eclipse lunar–, algo que los divulgadores destacaron para animar al público a mirar al cielo sin temor.

El fenómeno despertó gran atención en los medios informativos españoles, que realizaron amplias coberturas a nivel nacional y regional. Muchos periódicos y portales de noticia ofrecieron transmisiones en directo o especiales explicativos durante la jornada del domingo. Por ejemplo, el diario La Razón dedicó un seguimiento minuto a minuto al eclipse, incluyendo comentarios científicos, anécdotas históricas y recomendaciones de observación, además de destacar que la fase total duró aproximadamente unos 85 minutos, desde las 19:31 a las 20:53”. También el diario AS y la cadena pública RTVE ofrecieron contenidos en vivo: sus sitios web presentaron streaming del eclipse y actualizaciones al momento, conscientes del interés generado entre la audiencia.

Varios medios imprimieron en sus titulares el carácter espectacular y poco común del evento. El País publicó en su sección de videos un recopilatorio de “espectaculares imágenes” de la Luna de Sangre, señalando que el eclipse pudo contemplarse en lugares tan diversos del planeta como Sídney, Ankara o Dubái. Dado que en algunas zonas de España las nubes dificultaron la visión (como detallaremos más adelante), estos medios recurrieron a fotografías internacionales proporcionadas por agencias para ilustrar el impresionante color rojo que adquirió la Luna. En contraste, otros diarios hicieron hincapié en las dificultades de observación dentro del país: el periódico ABC tituló “Luna de sangre: el eclipse lunar que (casi) nadie vio”, subrayando que “las malas condiciones meteorológicas cegaron el fenómeno astronómico” y recordando que en España no se repetirá un eclipse similar hasta diciembre de 2028. Esta dualidad en la cobertura –entre la admiración por el espectáculo astronómico y la frustración por las inclemencias del cielo– quedó patente en portadas digitales, noticieros de TV y redes sociales. En Twitter, por ejemplo, abundaron los mensajes con etiquetas como #LunaDeSangre y #EclipseLunar, compartiendo imágenes desde los pocos puntos despejados o incluso capturas de transmisiones en directo, mientras los comentaristas meteorológicos explicaban en tiempo real dónde el cielo estaba permitiendo ver la Luna roja.

Impresiones de observadores y astrónomos

En toda España, miles de aficionados a la astronomía se prepararon con ilusión para contemplar y fotografiar el eclipse lunar del 7 de septiembre. Asociaciones astronómicas, planetarios y otros colectivos organizaron actividades especiales para la ocasión: desde sesiones con telescopios y charlas divulgativas en centros culturales, hasta quedadas al aire libre en entornos emblemáticos. En Andalucía, por ejemplo, se anunciaron observaciones guiadas en lugares como los Dólmenes de Antequera o el Planetario de Serón, y agrupaciones de aficionados de todo el país convocaron encuentros en playas, parques y miradores para disfrutar del fenómeno en comunidad. Estas iniciativas buscaban aprovechar la accesibilidad del eclipse (ocurriendo a una hora razonable del atardecer de domingo) para acercar la astronomía al gran público, incluyendo familias y curiosos que quisieron unirse a la experiencia colectiva de mirar al cielo.

Sin embargo, la meteorología terminó jugando un papel protagonista y condicionó en gran medida las impresiones de la noche. Conforme avanzaba el atardecer, muchos observadores vieron con decepción cómo las nubes cubrían el horizonte e impedían ver la Luna emergiendo eclipsada. Regiones que a priori se perfilaban como privilegiadas para la observación, como Cataluña, finalmente no se libraron de la nubosidad: en esta comunidad, el cielo cubierto impidió apreciar el eclipse a pesar de que se esperaba que fuera uno de los mejores lugares del país para verlo. De hecho, zonas del noreste peninsular y Baleares, que según los pronósticos debían tener visibilidad de la totalidad, acabaron también bajo un cielo encapotado que arruinó en buena medida el espectáculo. Lo mismo ocurrió en amplias áreas del centro peninsular –por ejemplo, en la ciudad de Madrid, donde decenas de personas se habían apostado en colinas y azoteas con telescopios– y en el sur (Granada, Málaga, etc.), donde las nubes altas dificultaron la visión. Solo algunos enclaves muy concretos gozaron de aperturas en el cielo justo a tiempo para atisbar la Luna rojiza por unos instantes, pero en general la percepción dominante entre los observadores españoles fue de frustración: “una lotería” de nubes que tocó negativamente a casi todos.

A pesar de todo, la pasión de los astrónomos amateurs se hizo notar. En lugares como Menorca, grupos de entusiastas no se desanimaron y esperaron hasta el último minuto por si el cielo daba tregua. En el faro de Favaritx (Menorca), por ejemplo, se reunieron unas treinta personas –entre aficionados locales y fotógrafos llegados de otros puntos– con la esperanza de inmortalizar la Luna de Sangre sobre el paisaje mediterráneo. “No pierdo la fe”, comentaba allí el astrofotógrafo Toni Cladera, cofundador del grupo Photopills, mientras oteaba el horizonte encapotado; “pero desde el sofá no se hacen las fotos”, bromeó, reflejando el espíritu tenaz de quienes salieron cámara en mano pese a las escasas garantías de éxito (Fuente: ABC). Escenas similares se repitieron en numerosos rincones: en parques urbanos, azoteas de comunidades de vecinos, miradores naturales e incluso azoteas de observatorios profesionales, amantes de la astronomía intentaron captar aunque fuera un destello rojizo entre las nubes. Muchos compartieron luego sus anécdotas y alguna que otra foto tímida en redes sociales, contrastando con las espectaculares postales logradas desde otras latitudes más despejadas del globo.

En cuanto a los expertos y divulgadores científicos en España, aprovecharon el evento para transmitir mensajes educativos al público. Desde el Instituto Geográfico Nacional (IGN) y el Observatorio Astronómico Nacional se habían difundido días antes guías detalladas con los horarios exactos del eclipse para cada provincia, enfatizando la recomendación de buscar horizontes despejados hacia el Este. Durante la noche, algunos planetarios y observatorios organizaron retransmisiones en línea comentadas por especialistas, explicando en vivo curiosidades como la razón del color rojizo (la dispersión de la luz solar en la atmósfera) o recordando que la sombra circular proyectada sobre la Luna es una evidencia directa de la redondez de la Tierra –un dato científico que se mencionó con humor en más de un medio para “poner en aprietos” a los terraplanistas. En general, astrónomos profesionales españoles destacaron la importancia de estos eventos para despertar el interés del público: aunque las condiciones no fueran ideales esta vez, un eclipse lunar sigue siendo un espectáculo celeste accesible, seguro y evocador, capaz de conectar a mucha gente bajo una misma mirada al firmamento.

Por último, cabe señalar que este ha sido el único eclipse lunar total visible desde España en 2025. Habrá que tener paciencia para revivir una escena similar en cielos españoles: según los cálculos, el próximo eclipse total de Luna no ocurrirá hasta marzo de 2026, y desafortunadamente no será visible desde España. En cuanto a la siguiente oportunidad para contemplar una Luna de Sangre desde nuestro país, los calendarios astronómicos apuntan al 20 de diciembre de 2028 como la fecha en que se producirá el siguiente eclipse lunar total plenamente observable desde territorio española. Para entonces, quienes se quedaron con las ganas en esta ocasión esperan tener revancha, deseando que la meteorología sí acompañe y el cielo nocturno de España pueda teñirse de rojo sin obstáculos. En cualquier caso, el eclipse del 7 de septiembre de 2025 ya queda registrado en la memoria colectiva como un evento astronómico tan esperado como esquivo, que combinó ciencia, belleza natural y la emoción compartida –aún con nubarrones mediante– de mirar al cielo en busca de nuestros fenómenos celestes más sobrecogedores.

Cortesía de Muy Interesante



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