¿Pueden los anticonceptivos cambiar tus recuerdos? La ciencia muestra que sí… y depende de cómo regulas tus emociones

La primera escena ocurre en un laboratorio: imágenes alegres, neutras y duras aparecen en la pantalla; antes de cada una, una palabra guía a las participantes: “mira”, “disminuye”, “aumenta”. En ese juego de observar, bajar o subir la emoción se esconde una pregunta enorme: ¿influyen las hormonas de los anticonceptivos en cómo sentimos y cómo se guarda ese sentir en la memoria?

Los resultados, publicados en Hormones and Behavior (2025), cuentan una historia nítida: las usuarias de anticonceptivos hormonales reaccionan más fuerte ante lo que ven. Y, detalle decisivo, esas maniobras modulan la memoria con especial claridad en el grupo anticonceptivos hormonales.

Es decir, el estudio revela que las mujeres que usan anticonceptivos hormonales sienten las emociones con más intensidad y recuerdan de forma distinta lo que viven. Cuando aplican estrategias de regulación, como tomar distancia de lo negativo o sumergirse en lo positivo, sus recuerdos cambian: se atenúan los detalles de lo doloroso y se refuerzan los de lo agradable. Los investigadores comprobaron que este efecto aparece en cuestión de minutos, mostrando que los anticonceptivos no solo influyen en el cuerpo, sino también en la manera en que el cerebro procesa y guarda las experiencias emocionales.

Un mapa útil para el día a día

Este estudio no demoniza ni idealiza los anticonceptivos: muestra que, con anticonceptivos hormonales, la emoción arranca más alta y que el tipo de volante que usemos para conducirla cambia el recuerdo que queda.

Saberlo permite elegir mejor: si el día se encharca en negativo, tomar distancia puede cortar la rumiación; si toca celebrar, sumergirse puede grabar el momento con más relieve y duración.

Y hay una promesa transversal: la memoria no es un bloque inerte, es un tejido que se moldea con estrategias sencillas, entrenables y compatibles con las decisiones de salud que millones de mujeres toman cada día.

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Las usuarias de anticonceptivos muestran mayor reactividad emocional y recuerdos más modulables. Fuente: Pixabay.

El punto de partida: quiénes, cómo y para qué

El estudio reunió 179 mujeres de 18 a 35 años: 87 con anticoncepción hormonal y 92 con ciclo natural. Se cuidó que no hubiera diferencias de edad, educación o salud mental de base que sesgaran los resultados, y se recogieron datos sobre uso de fármacos y antecedentes reproductivos.

Las participantes se asignaron al azar a tres condiciones: control (sin regular), distanciamiento más inmersión o reinterpretación más inmersión.

La idea era enseñar, con ejemplos claros, cómo tomar una perspectiva externa para desapegarse de lo negativo, cómo reencuadrarlo con otra interpretación, y cómo sumergirse en la parte positiva.

El diseño incluyó un truco clásico de la psicología: una prueba de memoria sorpresa tras unos 20 minutos. La clave no fue solo si reconocían imágenes exactas, sino si distinguían detalles cuando aparecían fotos muy parecidas (los famosos “lures” o estúmulos señuelos), una medida sensible a procesos del hipocampo.

Emoción al rojo vivo: lo que cambian las hormonas

Antes de cualquier regulación, se midió la reactividad al mirar pasivamente imágenes negativas, positivas o neutras. Las usuarias de anticonceptivos hormonales mostraron una respuesta emocional más intensa en ambas valencias frente a las de ciclo natural.

Ese plus de reactividad no fue un capricho aislado: la diferencia se repitió de forma consistente a lo largo de las tareas, y resultó mayor para imágenes negativas, como suele pasar en poblaciones sin anticoncepción también.

El hallazgo encaja con trabajos previos que señalan que los componentes estrogénicos y progestagénicos pueden sensibilizar los circuitos de emoción y memoria (amígdala e hipocampo), lo que no significa peor control emocional, sino un punto de partida más alto.

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El distanciamiento reduce lo negativo, la inmersión potencia lo positivo, con efectos claros en la memoria. Fuente: iStock (composición).

Regular no es lo mismo que reinterpretar: la estrategia importa

Cuando tocó intervenir sobre lo negativo, el distanciamiento fue el campeón: tomar una mirada de “tercera persona” redujo más el afecto negativo que reencuadrar la escena con otro significado. La superioridad del distanciamiento fue especialmente clara en las usuarias de anticonceptivos hormonales, que consiguieron bajar más la temperatura emocional con esa táctica que con la reinterpretación.

En paralelo, al trabajar con lo positivo, la inmersión hizo justo lo que prometía: intensificó las emociones agradables en ambos grupos, una pista de que amplificar lo bueno puede ser tan entrenable como reducir lo doloroso.

La parte más fina llegó con la memoria. Regular cambió qué se recuerda y con qué detalle, y lo hizo de manera distinta según la valencia y el tipo de estrategia.

En negativas, distanciamiento y reinterpretación redujeron el recuerdo detallado en el grupo anticonceptivos hormonales: bajó la capacidad de distinguir “parecidas” de “idénticas” —justo la métrica que delata el trabajo del hipocampo al separar patrones. En positivas, la inmersión mejoró el reconocimiento y los detalles en anticonceptivos hormonales y también benefició a las de ciclo natural.

Ese patrón no fue un espejismo estadístico: la discriminación de señuelos resultó más sensible que el reconocimiento “a secas” para detectar estas diferencias, sugiriendo que lo que cambia con los anticonceptivos hormonales es fino, específico y ocurre en minutos.

¿Buena o mala noticia? Un matiz crucial para la vida real

Puede sonar contraintuitivo, pero recordar con menos detalle lo negativo puede ser adaptativo: en depresión, se observa lo contrario (un sesgo a codificar lo negativo con gran precisión), algo que perpetúa el malestar.

Visto así, que el distanciamiento reduzca el detalle de lo negativo en usuarias de anticonceptivos hormonales podría ser una ayuda, siempre que no borre información relevante para aprender ni se use como evitación rígida.

En el extremo opuesto, potenciar lo positivo con inmersión sí deja “huella”: más reconocimiento y más detalle a favor de experiencias agradables, un equilibrio que la intervención emocional puede inclinar sin medicación adicional.

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La memoria no es fija: estrategias simples cambian qué guardamos, y los anticonceptivos amplifican ese efecto. Fuente: Pixabay.

Lo que falta por saber… y lo que ya podemos hacer

Los autores son prudentes: no midieron hormonas en sangre ni compararon a fondo todos los tipos de anticonceptivos, y el estudio es transversal; hace falta seguimiento antes y después de iniciar o dejar anticonceptivos hormonales para hablar de causalidad.

Tampoco se abordó con potencia el papel del ciclo en las no usuarias, aunque análisis exploratorios sugieren que el distanciamiento rinde mejor en fase folicular (cuando sube el estrógeno y la progesterona aún es baja), un frente abierto para próximos trabajos.

Aun así, el mensaje práctico es claro: enseñar estrategias concretas (distanciamiento para lo negativo, inmersión para lo positivo) funciona, y en usuarias de anticonceptivos hormonales los efectos sobre la memoria se ven rápido y con nitidez.

Integrar estos entrenamientos en la consulta de salud reproductiva podría mejorar bienestar sin cambiar de método anticonceptivo.

Referencias

  • Brandao, B. M., Castro, M., Buergler, J. B., Clark, K. R., Denny, B. T., & Leal, S. L. (2025). Emotion regulation strategies differentially impact memory in hormonal contraceptive users. Hormones and Behavior175, 105805. doi: 10.1016/j.yhbeh.2025.105805

Cortesía de Muy Interesante



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