Durante décadas, los científicos han estado recogiendo huevos de dinosaurio fosilizados en los paisajes rojizos del yacimiento de Qinglongshan, en la cuenca de Yunyang (China central). Miles de ellos —más de 3.000, de hecho— yacían allí, semi-expuestos, como si hubieran sido depositados ayer. Pero hasta hace muy poco, nadie sabía exactamente cuándo fueron puestos. Las técnicas tradicionales no eran precisas, y fechar estos restos con seguridad parecía una tarea imposible.
Todo cambió con una chispa de intuición científica, un golpe de suerte y el uso de una técnica tan precisa que algunos ya la llaman el “reloj atómico de los fósiles”.
Una técnica que lo cambia todo
La datación de fósiles nunca ha sido sencilla. En el caso de los huevos de dinosaurio, el desafío es mayor: a diferencia de otros restos paleontológicos, como huesos o dientes, los huevos rara vez contienen material adecuado para las pruebas radiométricas convencionales. Durante años, los paleontólogos debían conformarse con fechar las capas de ceniza volcánica o las rocas circundantes, una aproximación útil pero con márgenes de error demasiado amplios.
Sin embargo, un equipo de investigadores chinos, liderado por el Instituto de Geociencias de Hubei, ha conseguido lo que antes parecía inalcanzable: determinar la edad exacta de los huevos utilizando directamente su cáscara. En lugar de analizar materiales externos, apuntaron a lo que había dentro: cristales de calcita formados durante el proceso de fosilización.

Aplicaron una técnica conocida como datación uranio-plomo (U-Pb) mediante ablación láser y espectrometría de masas de plasma acoplado inductivamente, un nombre complejo para una metodología simple en su esencia: disparar un láser sobre la cáscara, convertirla en vapor y analizar el contenido de uranio y plomo. Como el uranio se descompone en plomo a un ritmo constante, la proporción entre ambos revela una edad precisa.
Lo que encontraron sorprendió incluso a los propios investigadores.
Unos huevos de película… y de hace 85 millones de años
Los huevos datados pertenecen a la especie Placoolithus tumiaolingensis, de la familia Dendroolithidae, un grupo conocido por sus cáscaras extremadamente porosas. Estas estructuras particulares, según sugieren los investigadores, podrían haber sido una adaptación a condiciones ambientales concretas —posiblemente un sistema evolutivo para regular la temperatura y la humedad en un clima cambiante.
Gracias al análisis directo de la calcita biogénica de la cáscara, el equipo logró establecer una edad precisa de 85,91 ± 1,74 millones de años, situándolos en el Coniaciense tardío o Santoniense temprano, dentro del Cretácico Superior.
Esta es la primera vez que se consigue fechar con precisión huevos de dinosaurio utilizando material del propio fósil y no del entorno. Un avance que puede cambiar por completo la forma en que se reconstruyen los ecosistemas del pasado y que abre la puerta a reescribir cronologías completas en la paleontología.
Una ventana al pasado climático del Cretácico
Pero los hallazgos no se limitan al ámbito técnico. Lo que estos huevos revelan sobre su época también es fascinante.
El Cretácico fue una era de extremos. Desde climas cálidos a mares interiores, se convirtió en una auténtica diversidad biológica explosiva y eventos de extinción masiva. Sin embargo, hacia el periodo en que estos huevos fueron puestos, la Tierra ya estaba entrando en una fase de enfriamiento global. Las temperaturas comenzaron a descender, cambiando el equilibrio de los ecosistemas y afectando tanto a las especies como a sus estrategias reproductivas.
La baja diversidad de huevos en el yacimiento de Qinglongshan, dominado casi en exclusiva por Placoolithus tumiaolingensis, podría ser un indicio de este proceso: un grupo adaptado a condiciones concretas que no logró sobrevivir a los cambios climáticos posteriores. En palabras de los investigadores, esta especie puede representar una rama evolutiva sin salida, una línea que no logró adaptarse a tiempo.
Sus poros grandes y ramificados quizá fueron útiles en un ambiente seco y cálido, pero poco eficaces en un clima más húmedo o inestable.
Un yacimiento que puede cambiar la historia de los dinosaurios en Asia
Qinglongshan es más que un yacimiento. Se trata de un auténtico museo al aire libre, un laboratorio del pasado. Las capas de rocas rojas que lo componen han guardado durante millones de años una escena de hace 85 millones de años: un nido con 28 huevos, algunos rellenos completamente de cristales de calcita, otros con restos de cáscaras fragmentadas.
Lo que antes era solo una sospecha, ahora es certeza: estos huevos se depositaron cuando el mundo aún estaba dominado por dinosaurios. Con esta nueva técnica de datación directa, el equipo ha podido no solo fechar los fósiles con precisión, sino también confirmar su correspondencia con otras formaciones similares, como la Formación Gaogou en la Cuenca de Xixia, ayudando a conectar los puntos entre distintos yacimientos del Cretácico chino.
Este avance podría servir para revisar cronologías completas, no solo en China, sino en todo el mundo. Y no solo con huevos de dinosaurio: los investigadores creen que la técnica podría aplicarse también a huesos, corales, estalagmitas y otros materiales biogénicos, abriendo una nueva era para la geocronología.

Un nuevo camino para estudiar la extinción de los dinosaurios
La técnica desarrollada por los investigadores del Instituto de Geociencias de Hubei —y publicada en Frontiers in Earth Science— no se limita al caso de Qinglongshan. Su aplicación a otros yacimientos podría ayudar a entender cómo y cuándo desaparecieron los dinosaurios.
Hay zonas, como la cuenca de Nanxiong, donde el límite entre el Cretácico y el Paleógeno (el momento de la extinción masiva) sigue siendo objeto de debate. ¿Desaparecieron todos los dinosaurios a la vez? ¿Hubo supervivientes? ¿Qué papel jugó el clima?
La posibilidad de fechar directamente huevos en distintos estratos geológicos podría arrojar luz sobre estas preguntas clave. Si los investigadores logran encontrar huevos depositados justo antes, durante o después del evento de extinción, la técnica del “reloj atómico” podría ofrecer respuestas más precisas que nunca.
Sin duda alguna, este descubrimiento es importante no solo por su valor científico, sino también porque recuerda que la paleontología no es una ciencia del pasado, sino del presente. Cada fósil es una pista, cada técnica nueva, una llave que abre puertas cerradas durante millones de años.
Y todo comenzó con unos huevos olvidados en un campo chino, rellenos de cristales que, durante 85 millones de años, guardaron el secreto del tiempo.
Cortesía de Muy Interesante
Dejanos un comentario: