En el ambiente musical se dice que San Pugliese (en alusión al recordado pianista y director de orquesta de tango, Osvaldo Pugliese) es el patrono de los músicos argentinos, principalmente por un mito que consiste en que su figura o una estampita con su imagen en la billetera aleja la mufa.
Razón más que suficiente para que Patricio Santos Fontanet, el ex líder de Callejeros, eligiera adoptar, en un sentido similar o paralelo, el nombre de Don Osvaldo a su banda de rocanrol desde 2012, tras un breve lapso de haberla llamado CJS (Casi Justicia Social).
Desde 2004 para adelante sucedieron demasiadas cosas: Fontanet fue condenado a siete años de arresto por la tragedia de República Cromañón (murieron 194 personas en un recital de Callejeros, su primera banda), pero nunca calló sus canciones.
Todo lo contrario: tras conseguir la libertad, inmediatamente retomó la música de manera grupal, no solo “por amor al arte”, sino también como método de desahogo e, incluso, de lucha y convicción.
Al regresar a los escenarios, el público suyo se multiplicó. Y los estadios abiertos se transformaron en espacios frecuentes para albergar a su público, que siempre suele agotar las entradas, tal como sucedió en la noche del viernes 12 de septiembre, en el estadio Club Atlético All Boys, en el barrio de Floresta, con 24 mil almas presentes (Don Osvaldo repite show este sábado 13).
Cabe destacar algo importante: Fontanet mantiene vigente a su alrededor todo el rito del rock barrial de la década del 2000: tribus barriales de diferentes barrios que apelan a las banderas con frases de canciones escritas por el reconocido vocalista, o bien esos actos de juntarse para hacer “la previa” en la misma sintonía.
Para el caso, la Plaza Monte Castro, lindera al estadio de fútbol, fue un punto de encuentro (“la previa”) desde horas antes del concierto, que empezó puntualmente a las diez de la noche.

Aunque antes del suceso musical, la placita barrial (una de las pocas que conserva una calesita), se asimilara a un hormiguero: de sus rejas colgaban decenas de trapos con los barrios presentes: desde Villa Tesei hasta Gerli, desde Remedios de Escalada hasta Ituzaingó, desde Neuquén hasta Rosario.
También frases simbólicas referentes a canciones escritas por el cantautor: “Inoxidable Pasión”, “No escucho y sigo” o bien “Que no se quede mi pueblo dormido”, entre otros tantos transformados en slogans por los fanáticos.
A su vez, la mayoría de los jóvenes (y no tanto) bebía fernet con cola, vino con rodajas de limones en sus vasos de plástico improvisados (botellas de agua mineral cortadas al medio), además de fumatas grupales con aromas dulzones.
Podría decirse que este tipo de reuniones son cuasi religiosa cuando toca Don Osvaldo, en donde nunca falta alguien que acerque algún equipo con parlante para corear las canciones de Patricio, como para precalentar antes de ingresar y reencontrarse con el anfitrión y sus compañeros de banda.
El rito en pleno
Adentro, una hora antes de la banda comandada por el referente de Villa Celina apareciera en escena, hubo un conjunto telonero conformado por niños entre 11 y 13 años, cuyo set de media hora resultó formidable.

Ellos se llaman Inoxidables y tanto el baterista como el bajista son hijos de músicos de Don Osvaldo. Lo cierto es que fueron tan ovacionados que el cantante y guitarrista del terceto rompió en llanto como producto de la emoción de tocar por primera vez en un estadio y siendo tan jovencitos.
Media hora después, las luces volvieron a apagarse, las decenas de banderas de los simpatizantes flameaban sin cesar en las alturas del campo de juego, se proyectó parte de un video que incluyó la imagen de un faro de puerto (en dos enormes pantallas) y apareció Pato Fontanet junto a sus coequipers, en cuya banda existen dos guitarristas, un bajista, un tecladista, un saxofonista y un percusionista.
Patricio se mostró rígido durante gran parte del concierto, tal como se lo ve habitualmente en sus conciertos: bien en el centro, secundado por las guitarras y con el baterista posado sobre una tarima larga a espaldas suya y de quienes comandan siempre los instrumentos de cuerdas eléctricas.
Con una remera negra de mangas largas, el cantante encaró cierta parte del concierto, hasta que entró en calor y se la cambió por otra de mangas cortas.
Mientras que en la parte superior del escenario rezaba la frase Zona liberada y la puesta en escena incluía imágenes de cuervos con enormes ojos amarillos sobre marcados, la canción para romper el hielo e invitar calentar motores fue Políticamente correctos, con esa letra que dice: “Ustedes son la esperanza, baleada a la luz del día, el sueldo que nunca alcanza, la muerte en cualquier esquina”.
Claro, se trataba de un convite a una noche que no solo incluiría hits, sino también contundentes momentos de crítica social, muy en boga en el cancionero histórico del líder del conjunto.
En realidad, el encuentro constó de dos partes muy bien remarcadas: los primeros quince temas fueron una rotunda seguidilla de rocanroles, un oleaje interminable a través de riffs, melodías y potencial arrasador que mantuvo en constante salto al público, que se mostró inundado de felicidad.
En la segunda parte del concierto llegó la crítica social. Incluso hasta ese momento, Patricio tan solo había saludado con un seco “Buenas noches” a los suyos. Y uno que otro agradecimiento.
Pero antes de tomar la palabra el músico, en la primera instancia del largo set, que incluyó 30 canciones en total, todos los instrumentistas se lucieron: virtud compartida en los sólidos arreglos musicales, una intensidad acoplada que garantizó perfeccionismo en todos los ángulos sonoros: desde el baterista hasta el saxofonista, o bien la precisión del bajo y los majestuosos solos de guitarra.
Es que Don Osvaldo es cosa seria: si uno se remonta a Callejeros y sus rudimentarias performances, encontrarse con Don Osvaldo es sinónimo a madurez musical y de solidez de su cantautor: Fontanet canta mucho mejor en la actualidad, se ha superado notablemente.
Aunque desde la composición sigue capitalizando su poder narrativo tal como siempre sucedió: más allá del rocanrol garantizado, el fuerte de los proyectos de este cantante siempre tuvo que ver con sus atractivas letras.

Motivo más que suficiente para que el público coreara con toda su alma al unísono canciones como Siento un pensamiento (del álbum Casi Justicia Social II) o bien Ahogados de razón y Rotos y descosidos (ambos, también de la era Don Osvaldo).
Pues bien, entre tanto y tanto cantar y bailar, de pronto se filtró el himno por el cual en su momento Callejeros explotó, décadas atrás, a través de Una nueva noche fría, cuya letra aún es sinónimo vigente del piberío de barrio de las afueras porteñas o conurbanas, que pululan en las madrugadas profundas mientras otros duermen.
Temas de los Redondos
Tras tanta algarabía sonora, la segunda mitad llegó después de unos destellos básicos de una versión de El pibe de los astilleros, de los Redondos: fue allí cuando cambió tenor de la performance.

Fontanet acompañó a la música ricotera, en un paseo por un par de temas del Indio Solari. Y junto a la frase “Todo preso es político”, el rockero entrecruzó sus muñecas como si estuviera esposado por la policía. Sin duda alguna, un mensaje encubierto en referencia a sus años de prisión que, a su entender, fueron injustos.
Pero no todo terminó allí: la ironía jugó un rol elemental a partir de entonces. Primeramente simuló una despedida que en realidad fue falsa, pero le sirvió para ironizar con los tres por cientos de los que la oposición acusa a la hermana del presidente de la Nación.
Y antes de la entonar Dos secas (del disco Casi Justicia Social), el frontman retomó la palabra: “Estamos a favor de aquellos que trabajan en la salud pública, de aquellos que dependen de la salud pública, para que los jubilados puedan cobrar con justicia por lo que trabajaron y aportaron todas sus vidas porque se lo merecen”.}
Y agregó: “Y esta próxima canción se la dedicamos a aquellos que están en contra de esto, se la dedicamos a los fachos y a quienes se manejan con indiferencia total ante lo que acontece”.
A la par de sus dichos, las enormes pantallas de ambos costados del escenario mostraron una imagen de una gorra policial con una raya de costado, dando a entender que no era bienvenida la policía y su accionar actual.
Después llegó un solo de piano y saxo reversionado Volver, el famoso tango de Carlos Gardel, hasta que irrumpió un grupo de invitados, que fue presentado por el mismo Fontanet: se trató de una agrupación de sobrevivientes y amigos de la tragedia de Cromañón, que tomaron la palabra.
“Desde hace un tiempo salimos a dar clases a las escuelas, a hablar del tema, de lo sucedido, a confiar experiencias. Ya son 20 años de lo que sucedió. No fue una bengala, no fue un rocanrol, lo que mató a los pibes fue la corrupción”, expresaron en primera instancia.
Pero retomaron: “Nos organizamos y presentamos una ley para que se incluya a muchos sobrevivientes, que quedaron afuera de la lista que existe. Y el Gobierno de la Ciudad hace oído sordo. Le exigimos la apertura del padrón y mira para otro lado”.
Tras la denuncia pública, informaron algo importante sobre su accionar como organización sin fines de lucro: “Nosotros, además, contamos con un programa de asistencia de salud mental, pueden ingresar a nuestras redes sociales de No Nos Cuenten Cromañón. O bien comprar el libro Voces Tiempo Verdad, así logramos conseguir más fondos para esto que llevamos a cabo”.
Aprovechando ese momento y luego de que se retiraran los invitados, Fontanet volvió a hablarle a su público: “Somos muy testarudos y seguimos pidiendo justicia para las víctimas de Cromañón. La siguiente canción está dedicada justamente para una víctima”, dijo antes de cantar O No.
Tras más de 20 minutos de emotividad constante, prosiguieron con grades hits de tiempos de Callejeros como Creo y 9 de julio, festejadas hasta el hartazgo por los simpatizantes presentes.
Aunque lo social no pasó inadvertido en diversos momentos del último tramo del espectáculo: imágenes de un niño en Palestina, el repudio a Fontanet, acompañado de la frase “Palestina Libre”. Aunque a modo de relajo, posteriormente abrió una remera de fútbol de All Boys, se la mostró a los presentes y esbozó una tímida sonrisa (la única en toda la velada).
Enseguida retomó la impronta ideológica con firmeza y constancia para el cierre final.
Suerte fue el tema elegido, apuntando, de nuevo hacia la injusticia de la guerra, esa misma que sacude a tantos países y que, a su vez, tanto inquieta a esta banda de rock barrial argentino, Don Osvaldo que, pese a transmitir felicidad a los suyos desde lo musical, pretende transmitir un mensaje claro y contundente a sus huestes: que nadie parta de un concierto suyo sin pensar, aunque sea mínimamente, la cruda realidad que acontece en el mundo de hoy.
Cortesía de Clarín
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