¿Te mareas en el coche? La ciencia dice qué música escuchar para sentirte mejor

En una cabina que simula curvas y aceleraciones, los voluntarios se mareaban… y la banda sonora hacía la diferencia. El estudio midió en tiempo real cómo respondía el cerebro a canciones alegres, suaves, apasionadas y tristes. La pregunta era simple y práctica: ¿qué ponemos en los auriculares cuando el estómago se revuelve en un coche, autobús o experiencia de realidad virtual?

La conducción asistida y los simuladores han traído comodidad, pero también más casos de mareo por conflicto entre lo que vemos y lo que siente el oído interno. El mareo por movimiento nace del choque entre señales visuales y del equilibrio. En pasajeros, ese choque se traduce en tensión, náuseas y ganas de parar la actividad, con un impacto directo en el disfrute del viaje.

El estudio —publicado en Frontiers in Human Neuroscience en 2025— partió de una idea conocida: la música calma la tensión y puede modular emociones negativas. Lo que no estaba claro era si también recorta el mareo y con qué estilo musical. Por eso decidieron medir no solo sensaciones, sino también señales eléctricas del cerebro que cambian con el malestar.

La hipótesis fue operativa y ambiciosa: si se identifica el patrón cerebral del mareo y se prueba música en el momento, quizá se logre un alivio personalizado. La meta era encontrar una intervención sencilla y segura para usar en cabinas y pantallas.

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Canciones alegres y suaves redujeron los síntomas en un 57 %, superando a la recuperación natural. Fuente: iStock (composición).

Cómo se probó: simulador, escalas y cascos de EEG

Los 30 participantes condujeron por un recorrido seleccionado para provocar mareo de forma segura y controlada. Se eligió una ruta con complejidad suficiente para inducir síntomas sin causar fatiga excesiva. Cada persona reportó su nivel de malestar con una escala rápida mientras los investigadores marcaban los eventos en el registro cerebral.

Se usó un sistema de 64 canales de electroencefalografía ajustado con baja impedancia y sincronizado con el simulador. El registro permitía ver, segundo a segundo, cómo cambiaba la actividad de las distintas zonas del cerebro. 

Antes de la prueba, todos pasaron un filtrado de audición, visión y susceptibilidad al mareo para reducir variaciones extremas.

El procedimiento tuvo tres fases: preparación en reposo, inducción de mareo durante la conducción y modulación con música o recuperación natural durante 60 segundos. Tras cada fase se anotó el nivel de mareo y se guardó el segmento de EEG correspondiente. Así, cada episodio tuvo su “antes y después” para comparar efectos.

El lenguaje del cerebro: qué zona habló más claro

Con los datos limpios, se extrajeron rasgos del tiempo (media, varianza, asimetría, curtosis) y de la frecuencia (potencia alfa y theta) de las señales. La región occipital, encargada de procesar la visión, fue la más informativa. Eso encaja con la teoría: el mareo surge cuando lo que vemos no cuadra con lo que siente el cuerpo.

Para clasificar niveles de mareo, el mejor desempeño lo dio una red neuronal de retropropagación entrenada con rasgos de la zona occipital. El modelo alcanzó una precisión del 85,6 % al distinguir cinco niveles de malestar. Esa exactitud permitió evaluar con objetividad si la música estaba funcionando o no en cada persona.

El análisis también revisó un indicador de complejidad de la señal, la llamada complejidad de Kolmogórov-Chaitin (versión Lempel-Ziv). Cuando el mareo aumentaba, esa complejidad en el occipital bajaba de forma clara. La correlación negativa fue notable (r = −0,625), otro respaldo de que el mapa visual se desordena al marearnos.

EEG en simulador de conducción
El EEG mostró que el occipital es clave para detectar el malestar y medir la eficacia de la música. Fuente: Front. Hum. Neurosci

Lo que hizo la música: resultados con números

La comparación fue directa: música versus dejar que el cuerpo se recupere solo durante un minuto. La música alegre y la suave fueron las ganadoras. En promedio, redujeron el mareo un 57,3 % y un 56,7 %, respectivamente, tanto en las valoraciones de los participantes como en el “veredicto” del EEG.

La música apasionada mostró un efecto intermedio, con una reducción media del 48,3 %. No fue la mejor, pero sí superó a la recuperación natural. 

En cambio, la música triste quedó por detrás: apenas un 40 % de alivio, menos que el 43,3 % logrado sin música.

Además, al mejorar los síntomas, aumentó la potencia de las ondas alfa en el occipital, un marcador de estado más relajado. Las señales del cerebro confirmaron lo que sentían las personas. Ese acoplamiento entre datos subjetivos y objetivos da solidez a las conclusiones.

¿Por qué funciona? Pistas desde la fisiología

Las canciones suaves probablemente reducen la activación del sistema nervioso simpático y favorecen la calma. Menos alerta física significa menos amplificación del malestar. En paralelo, la música alegre podría “distraer” al cerebro al activar circuitos de recompensa y mejorar el ánimo.

Ambas, alegre y suave, parecen favorecer un patrón alfa más estable en áreas visuales, que ayuda a reconciliar lo que vemos con lo que siente el equilibrio interno. 

Cuanto más estable el patrón, menor el conflicto sensorial. Es la misma región que el modelo identificó como clave para reconocer el mareo.

¿Y por qué no la música triste? La hipótesis es que arrastra el ánimo hacia abajo y refuerza la atención en el malestar. La emoción negativa puede empeorar la experiencia corporal. Así, en vez de amortiguar el conflicto sensorial, lo acompaña con un tono afectivo que empeora la percepción.

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La música triste fue menos eficaz que no escuchar nada, agravando la experiencia del mareo. Fuente: iStock (composición).

Lo que viene: cabinas inteligentes y límites del estudio

Con un modelo que detecta el mareo en tiempo real y sabe qué música ayuda más, es posible imaginar sistemas de audio que se ajusten solos. La cabina podría poner playlists anti-mareo personalizadas. Esto vale para coches, autobuses, aviones y experiencias de realidad virtual.

El estudio también recuerda sus límites: muestra pequeña, jóvenes de 20–30 años y entorno de simulador, que no es idéntico a la carretera. Hacen falta réplicas más grandes y pruebas en vehículos reales. 

También conviene explorar más rasgos del EEG y cuánto dura el beneficio cuando el viaje es largo.

Aun así, la señal es clara: una intervención barata, segura y disponible en cualquier teléfono puede marcar la diferencia. Elegir bien la música puede ser tan útil como abrir la ventana. Si el mareo asoma, mejor dale al play de algo alegre o suave… y deja las baladas tristes para después.

Referencias

  • Li, Y., Li, Y., Li, Y., Luo, B., Tang, B., & Yue, Q. (2025). A study on the mitigating effect of different music types on motion sickness based on EEG analysis. Frontiers in Human Neuroscience. doi: 10.3389/fnhum.2025.1636109

Cortesía de Muy Interesante



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