Aunque Álvaro Morte ganó el reconocimiento internacional al interpretar a El Profesor en la serie de Netflix, La casa de papel, el actor español desde hace más de veinte años se ha movido entre la televisión, el cine y el teatro. Reconoce él, quien por azar o elección ha llenado su filmografía de títulos de drama y suspenso, que le encantaría hacer una comedia para reírse un poco de sí mismo.
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Ahora se encuentra promocionando Raqa, la película que desde este jueves llega a las salas de cine del país. Allí, Morte interpreta a Haibala, un espía cuya misión es seguirle el rastro a El Jordano, uno de los líderes del ISIS. Al mismo tiempo, la cinta retrata la cruda realidad de las mujeres en la ciudad siria que da nombre a la producción, la cual estuvo ocupada por el grupo terrorista entre 2013 y 2017.
EL COLOMBIANO conversó con el español sobre su nuevo papel.
“Esa fue precisamente una de las cosas que más me atrajeron. Me encantan los retos, y este era uno muy grande: ponerte a hablar en árabe y que parezca que lo haces con fluidez. Era todo un desafío.
Y luego, hablando con Gerardo Herrero (el director), me comentó que quería hacer una película de espías muy aterrizada, muy real. No quería hacer una película al estilo James Bond, no buscaba el espectáculo. Su intención era mostrar la realidad: la soledad del espía dentro de un mundo tan complicado y tan terrible como el del yihadismo. Y eso me pareció muy interesante. Además, estaba la posibilidad de volver a coincidir con alguien como Mina El Hammani, una actriz con la que ya había trabajado y que me parece absolutamente maravillosa.
Así que, al final, todo fue como un cóctel estupendo para decir: ‘Venga, vamos a decir que sí a esta película’”.
“A lo mejor tiene que ver con que, cuando era joven, empecé estudiando ingeniería. Además, tengo una cabeza muy mental, muy organizada, todo lo pienso de manera estructurada.
A mí me ayuda muchísimo tener el personaje absolutamente catalogado, de arriba abajo, empezando por lo psicológico. Necesito entender cómo funciona internamente, que tenga coherencia en cómo pasa de un estado a otro a lo largo del guion. Y a partir de ahí, saco toda la parte física y de movimiento del personaje.
Para todo esto, en el caso de Raqa, teníamos un material maravilloso: la novela original en la que se basa la película, Vírgenes y verdugos de Tomás Bárbulo. Siempre podías recurrir a ella cuando surgía alguna duda. Y, además, contábamos con una herramienta increíble: el propio director, Gerardo Herrero, que conoce profundamente la geopolítica de Oriente Medio y cómo surge todo este movimiento radical, las crisis, etcétera.
Con todo eso, pudimos construir no solo el personaje de Haibala, sino también darle forma a toda la película”.
“Yo creo que todo lo que se diga sobre lo que sucede en cualquier parte del mundo donde se cometa una injusticia, siempre será poco. Tendríamos que hablar más y más.
Lo que está ocurriendo ahora en Palestina, por ejemplo, es absolutamente devastador. Y ver que los dirigentes en los que, supuestamente, hemos confiado para que guíen nuestra sociedad estén como avestruces, con la cabeza metida bajo tierra, es terrible. Habla mucho de lo que somos como sociedad: ¿a qué le damos importancia?
El dinero, tristemente, sigue estando por encima de todo.
Y creo que, desde nuestra perspectiva como artistas –en este caso, desde el audiovisual–, es fundamental hablar. Tenemos una voz, tenemos seguidores, y en algunos espacios, como este mismo en el que estoy hablando contigo, tenemos la posibilidad de ser escuchados por personas, como los amigos y amigas de Colombia, por ejemplo.
Por eso pienso que no podemos mirar hacia otro lado solo porque lo que pasa está a miles de kilómetros. Lo que está ocurriendo es tremendo, y creo que ya es hora de parar el mundo y decir: basta”.
“Como artistas tenemos una voz que llega más lejos que la de un mecánico o una dentista… pues sí, puede ser. Y desde ese lugar, creo que es importante asumir una responsabilidad.
Si entendemos que la función de la cultura es representar nuestras circunstancias, nuestras pasiones internas, a través de la vida de otros –para que podamos aprender de ello y convertirnos en mejores personas, en una mejor sociedad, en una mejor humanidad– entonces creo que sí, que es nuestra responsabilidad poner estos temas sobre la mesa.
Yo sí lo creo. Más allá de que, por supuesto, cada quien haga lo que sienta que debe hacer”.
“Hombre, sí, mira… recuerdo una, cuando yo estaba pendiente de entrar a la escuela de arte dramático. Era una película que se llamaba La estrategia del caracol, y me pareció absolutamente divina en su momento. Fue una de esas cosas que te hacen decir: ‘¡Ay, joder, yo quiero hacer algo así!’. Y ahí fue cuando pensé: ‘Venga, vamos a meternos en la escuela de arte dramático’. Claro, hay muchas más, pero esa la tengo muy presente”.
“A mí me gusta dejarme sorprender por lo que viene. Por ejemplo, dentro de unas semanas voy al Festival de Cine de San Sebastián, que se celebra a finales de septiembre, porque voy a presentar una serie que se estrenará en noviembre. Se llama Anatomía de un instante y en ella interpreto a uno de los presidentes más importantes que hemos tenido en España: Adolfo Suárez, el primer presidente después de la dictadura franquista. Y no tiene nada que ver conmigo. Jamás hubiera pensado: ‘¿Te imaginas que algún día interpreto a Suárez?’. Ni de lejos. Pero surgió la oportunidad, me tiré a la piscina… y lo hice. Y la verdad, estoy muy contento de haberlo hecho.
Yo soy más de dejarme sorprender por lo que venga, que de pensar: ‘Me encantaría hacer esto o aquello’. No suelo planearlo así.
Eso sí, es verdad que, dentro del audiovisual, prácticamente no he hecho comedia. He hecho mucha comedia en teatro, sí, pero por alguna razón, en cine y televisión siempre me tocan personajes muy intensos. Y lo curioso es que a mí me encanta reírme de mí mismo. Me encantaría hacer una comedia, y bueno… todo llegará, ¿no? Todo llegará”.
Cortesía de El Colombiano
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